14 de noviembre 2012

Apuntes interesados en pos de la filosofía de la praxis

Pocos autores del pensamiento político del siglo XX podrían ser más recomendables en tiempos de malestar y movilización social que Antonio Gramsci. De allí el valor primero del Gramsci en Chile. Apuntes para el estudio crítico de una experiencia de difusión cultural, de Jaime Massardo, que constituyendo en su parte principal en un “estudio crítico” de la “experiencia de difusión cultural” de la filosofía de la praxis en Chile, se convierte él mismo en un momento que prolonga y enriquece la misma cuestión de cuya difusión se ocupa, en un ejemplo de cómo procede incansablemente la dinámica de esta concepción.

Se trata de un conjunto de estudios realizados y presentados en distintos momentos, reunidos en un volumen erudito, que contiene los resultados de un conjunto de investigaciones acuciosas, de mucho rigor historiográfico y espesura teórica, que en sus permanentes alusiones a la recepción de un pensamiento esencialmente europeo (Vico, Marx, Gramsci, Labriola), construye sin embargo un ángulo de mirada de claro sentido latinoamericano.

Al plantear este proceso como una “recepción” entendida como una experiencia de difusión cultural, Massardo supera los modos tradicionales –y ciertamente más conservadores, de uno u otro signo– de escucha pasiva e instalación impositiva de los paradigmas metropolitanos, para centrarse en los sujetos y los contextos en los que este pensamiento se recibía de un modo activo y reflexivo.

Fiel al cuestionamiento de los calcos y las copias el texto organiza el estudio de la recepción abriendo diversos cursos reflexivos sobre la constitución del pensamiento político y social en nuestro contexto, donde destacan las múltiples referencias –por su cercanía intelectual, por supuesto– a José Carlos Mariátegui.

Pasados los tiempos de las teorías de la acción colectiva que veían en lo cultural el mecanismo de salida de lo político económico en un tiempo de declive del marxismo determinista, la vuelta a Gramsci permite un retorno fecundo a las concepciones confrontacionales y dinámicas de lo político, donde los sujetos se constituyen en su propia práctica, sin garantías.

 

 

 

Polémicas en torno a la filosofía de la praxis

 

En esa dirección, el libro de Massardo nos parece polémico en más de un punto. No hay modo de comprender la filosofía de la praxis, en primer lugar, sino en su contradicción con los modos estabilizados del marxismo vulgar del siglo XX. El Gramsci de la teoría de la hegemonía y la centralidad de la praxis remite radicalmente a las “relaciones de fuerza” como lugar de reflexión y lucha de los sujetos subalternos.

Estamos en presencia también del Marx que subrayaba en Las tesis sobre Feuerbach que la vida social es en esencia praxis. Massardo llama la atención, así, sobre la incorrección de usar la noción de “filosofía de la praxis” como mera designación del marxismo, para remarcar el carácter definitorio de la actividad creadora y transformadora en el pensamiento de Marx. Con ello se diferencia de forma radical de las lecturas de un marxismo entendido como ciencia predictiva, siempre igual a sí misma, y en definitiva exterior al sujeto cognoscente y su práctica.

Por otro lado, a diferencia de otras lecturas de la obra de Gramsci, el texto de Massardo no se enfoca en la cuestión de la hegemonía. No contiene una lectura, por ejemplo, localizada en la diferencia entre el uso político de la fuerza y el consentimiento, ni el tipo de lecturas más comúnmente originadas en las cuestiones de la ideología. Sin embargo, hay que decir que una atenta consideración de la centralidad de la praxis en el pensamiento gramsciano, como la que propone Jaime Massardo, resulta indispensable para una buena comprensión del problema de la hegemonía, que en lugar de remitir a una consideración “culturalista” de la política, debe conducir a reposicionar el lugar de la actividad práctica y su carácter esencialmente abierto, dinámico, histórico.

Ese es un sentido imposible de enclaustrar tanto en la determinación economicista como en la que, con el pretexto de la superación de aquella, surgía de una atención unilateral de los “factores culturales” que desmontaba la cuestión de la transformación social, y con los que en más de alguna ocasión se intentó vincular mañosamente a Gramsci. Es este otro ángulo en el que el texto de Jaime Massardo resulta afortunadamente polémico.

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