23 de noviembre 2018

Argentina: una sociedad dispuesta a sacrificar a sus hijos

Miles y miles de jóvenes que buscan empleo hicieron una fila de casi diez cuadras frente al museo de la ciudad de Mar del Plata en la Argentina para asistir a la primera feria “Conectamos Trabajo”, organizada por el gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

El Museo MAR iba a abrir sus puertas a las 10 de la mañana. Sin embargo, desde mucho antes miles de asistentes formaron una cola de más de un kilómetro de largo para poder dejar su CV.

El ministro de Trabajo, Marcelo Villegas, consideró “bueno” que haya concurrido tanta gente porque señaló que cuando crece o disminuye el empleo, “hay más gente que sale a buscar y eso es lo que nosotros queremos capitalizar hoy y hacer visible, y visibilizarlo en una feria de estas características”.

Además, dijo que “le da un valor agregado, porque los jóvenes más allá de dejar un currículum tienen la posibilidad de conseguir trabajo, de recorrer alguno de los 30 stands que pusieron algunas empresas que buscan ‘mano de obra específica’, concurrir a charlas magistrales de expertos en el ámbito laboral y poder hacerse test vocacionales”.

Es la primera vez que se realiza una feria con este tipo de formato y se repetirá de manera similar los próximos días en las ciudades de Pinamar, Cariló, Bahía Blanca y otras localidades bonaerenses.

A fines de mayo 173.526 jóvenes, de entre 16 y 35 años, se presentaron en la última edición de la Expo Empleo. Solo 1.813 consiguieron trabajo.

 

Crisis ocupacional de los jóvenes bonaerenses

Un informe de diagnóstico laboral realizado por la Secretaría de Trabajo de la Nación, elaborado con datos del año 2017, demuestra que la desocupación entre los jóvenes de 18 y 24 años ascendía al 26%, mientras que el 54% de quienes sí trabajan bajo relación de dependencia no se encuentra registrado.

En esa franja etaria, además hay un 17% de “Ni-Ni”, jóvenes que no estudian ni trabajan. De ese total de 436.000 personas, el 71% son mujeres, quienes mayormente (69%) realizan tareas de cuidado del hogar.

Pero las mujeres en la provincia de Buenos Aires sufren otro tipo de desigualdad: en promedio, cobran un salario 27% inferior al de sus pares varones, por el mismo cargo y labor. Se trata, traducido a salarios nominales corrientes, de una diferencia de $ 6.000 (U$S 160).

 

La empresa del futuro

Hace semanas los trabajadores de Glovo, la aplicación para celulares que ofrece servicios delivery, se concentraron en Plaza Moreno de La Plata para consensuar medidas que les permitan canalizar los reclamos para que la empresa los reconozca como trabajadores. Los cadetes no cuentan con un salario fijo, tampoco tienen seguro ni obra social.

Glovo es una compañía internacional creada en 2015 y está presente en 23 ciudades, ya logró más de 2 millones de descargas y 500.000 pedidos anuales, cifras que crecen día a día.

El ex ministro de Trabajo de la provincia, Oscar Cuartango, fue determinante sobre la empresa: “comete fraude laboral”, dijo, y agregó: “Empresas como ésta les alquilan la caja en la que transportan los pedidos, les alquilan una especie de soporte donde el trabajador coloca el celular. Después, el trabajador pone el vehículo pero no elige ni los clientes, ni los destinos, ni la tarifa, sino que obedece las órdenes que le da la empresa. Entonces, ¿Cuál es la relación laboral? Es una relación de dependencia”.

 

Organizaron un sindicato de riders

Los trabajadores de las plataformas de pedidos, como Rappi, Glovo y Uber, crearon su propio sindicato para luchar contra la precariedad laboral que impone el nuevo paradigma de trabajo on demand. La Asociación de Personal de Plataformas (APP, en alusión a las aplicaciones de celular que se usan para brindar el servicio) ya fue registrada en la Secretaria de Trabajo. Busca organizar a los “trabajadores que transportan productos y personas”. “Se están aprovechando de nosotros. Nos prometieron ser nuestros propios jefes pero nos tratan como esclavos”, sostuvieron desde el nuevo sindicato.

“Fuimos convocados a participar de las plataformas con consignas como ‘sé tu propio jefe’ pero rápidamente comenzamos a darnos cuenta de que las aplicaciones funcionaban gracias a nosotros y no podíamos decidir nada”, fue la primera conclusión que sacaron los riders -como se les dice en la jerga- de Rappi que comenzaron a juntarse en julio pasado para compartir sus problemas. Los mismos que casualmente afectaban a los trabajadores de Glovo y Uber.

Las quejas eran compartidas. Las empresas deciden las tarifas y las comisiones por los envíos pero los que pagan impuestos son los trabajadores. Los riders no tienen seguro ni salario fijo, deben aceptar los “términos y condiciones” sin chistar, comprar los uniformes y las cajas de traslados con la publicidad de la empresa y corren el riesgo de ser bloqueados por el empleador ante cualquier conducta o respuesta inadecuada.

“La plataforma sólo permite que los clientes nos califiquen a nosotros. ¡Pero no a las propias plataformas! Nuestros celulares están llenos de insultos y bajas calificaciones que luego las plataformas utilizan para asignarnos peores viajes”, fue otra de las quejas compartidas entre los trabajadores.

Los riders sienten que la APP será una forma de “darle mayor legitimidad” a sus reclamos. “Queremos seguir trabajando. No nos queremos ir. Sin embargo, somos pocos los que podemos aguantar más de unos meses trabajando así. Por eso fundamos un nuevo sindicato. Para muchos el trabajo a través de aplicaciones será “la economía del futuro”. Pero qué pasará entonces con los trabajadores del futuro, se preguntaron los impulsores del nuevo sindicato. “Si esta es la economía del futuro, ¿cómo puede ser que trabajemos en condiciones tan precarias? Si este es el futuro de la economía, vamos a tener que construir los sindicatos del futuro. Si no lo hacemos, los miles y miles de trabajadores que vendrán a trabajar en las plataformas no tendrán quién los defienda”, cerraron.

 

Servicios rápidos

En el año 2014 trabajadores y trabajadoras de McDonald’s, Mostaza, Subway y Burger King pasaron de un día para el otro a pertenecer al sindicato de trabajadores pasteleros, tras un acuerdo entre Luis Hlebowicz, titular del gremio, y Carlos Tomada, en ese entonces Ministro de Trabajo de Cristina Kirchner. Así, 17.000 empleados pasaron a ser “pasteleros” a cambio de no tener ningún delegado en las cadenas. “Un combo que incluye comida en poco tiempo, salarios muy bajos y negociados entre los dueños y el sindicato de pasteleros”, denuncian desde la opositora lista Celeste y Blanca del gremio de Pasteleros.

Los chicos que recién empiezan ganan 6.000 pesos trabajando 6 días a la semana y en los momentos en que la empresa quiere. Una realidad que contrasta fuertemente con ganancias como la de la empresa de “la cajita feliz”, que “en el primer semestre del año ganó 2.872 millones de dólares, un 10% más que en el mismo período del 2017”.

“A un compañero que llevaba 10 años lo echaron por quejarse en el sindicato por el maltrato recibido -confirma Pablo, un trabajador de servicios rápidos. Hoy en día no existe el pago de horas extras, no hay horas de estudio y en los recibos de sueldo faltan horas de las que nadie se hace cargo”, denuncia.

Pero las paupérrimas condiciones salariales son sólo una cara de la situación. También están la multitarea y las condiciones higiénicas de trabajo, para mencionar sólo algunos otros aspectos.

En ese sentido, Pablo también relata: “Trabajamos siempre con productos vencidos que guardamos en el cuarto de basura por si viene algún control. No podemos quejarnos, si vamos al sindicato de ahí llaman para dar nuestro nombre y nos despiden”.

En 2015 se viralizó una publicación de María Del Rosario Fernández que daba cuenta de la precarización en la sede de Avenida Rivadavia 6225 de Burger King, donde fotografió a un joven empleado haciendo tareas de plomería en la calle. “Me acerqué y le pregunté si eso se lo abonaban aparte, y me dijo: ‘no, nada que ver, en mi calificación laboral dice tareas varias’.

Según su relevamiento, “el gremio de pasteleros tiene 37.000 empleados y servicios rápidos es la rama más grande, pero la peor remunerada”.

 

Una nueva generación de despedidos

El politólogo Brian Majlin señala en Página 12 que “los actuales jóvenes viven por estos meses su primera gran crisis desde la del 2001. Una devastadora ola de despidos masivos, reformas en danza que perjudicarán particularmente a los jóvenes, recortes en la seguridad social para estudiantes y desempleados, y el eterno plan de hacerlos trabajar gratis”.

Aunque pasaron años de contrataciones precarias -especialmente en el empleo público- y de trabajo no registrado -en negro-, no había habido una ola de despidos como la actual, que además viene ayudada por la facilidad para despedir bajo la no renovación -o rescisión- de contratos eventuales que cumple el sueño del ex secretario de Empleo, Miguel Angel Ponte, para quien contratar y despedir es “como comer y descomer”.

Desde la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) señalan que cerca del 65 % de los despidos afectan a la juventud. Muchos de los despedidos estaban bajo modalidades por las que no se les reconocían aguinaldo, vacaciones ni incluso una indemnización.

En el debate sobre los modos de combatir el desempleo joven hay dos vertientes, señala Majlin: “enfocarse en ellos y sus capacidades o enfocarse en los empleadores y sus necesidades. Y ambas se cruzan. Adecco, empresa referente en todo el mundo en consultoría sobre Recursos Humanos, realizó en 2017 una encuesta a más de 20.000 argentinos de entre 18 y 24 años, de la que resultó que el 60 % de los jóvenes ve a su edad como un problema para conseguir trabajo, y el 89 % considera que tener una experiencia laboral previa es determinante”.

La edad es condicionante de la trayectoria laboral de los jóvenes. Y el origen social también, así como el género y el nivel de formación, concluyen estudios de organismos internacionales y también del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA).

Analizando el período 2010-2016, en una ponencia revelaron que los jóvenes tienen un 97 % más de chances de ser precarizados y, entre ellos, las mujeres en un 61 % más que los hombres.

El costo de vida es otro punto saliente de la precarización: por ejemplo, el alquiler -quizás el mal predominante entre la juventud- se lleva entre el 30 y el 60 % del salario, según un estudio de la UMET de mediados de 2017. En este contexto, la existencia -o no- de planes oficiales para paliar la brecha de riqueza y acceso de los jóvenes es clave.

Otro eje sobre el desempleo es su supuesta inevitabilidad: los que sostienen esta idea dicen que la tecnología y la automatización están acabando con el trabajo humano y que los jóvenes no tienen la formación requerida. Por eso, dicen, la reforma laboral es inevitable. Pero descartada la reforma general por la resistencia de los trabajadores, se pasó a un cambio por convenio donde se busca instalar la figura del “aprendiz”, que ya rubricó el gremio ferroviario: un rubro degradado para los que ingresan por primera vez al trabajo y cobrarán la mitad del salario. Se busca flexibilizar los convenios “para mejorar costos laborales y la competitividad”. Sus defensores insisten en que es inevitable como el fin del trabajo humano.

La discusión sobre el fin del empleo humano oculta el verdadero eje: qué producción se hace, mediante qué trabajo y para qué sociedad se produce.

 

A modo de reflexión final

“La subjetividad juvenil ha de luchar por la salud laboral y social y por la reintegración de la sociedad en la naturaleza”, sostiene el intelectual vasco Iñaki Gil de San Vicente en un reciente artículo titulado “Debate sobre la subjetividad de la juventud trabajadora”,  publicado en lahaine.org

Y remata: “Dado que la subjetividad alienada cree que el Estado es neutral servidor de la “justicia”, que no es opresor, sino que a lo sumo comete algunos errores y abusos corregibles desde sus propias leyes “democráticas”, sabiendo esto, la subjetividad de la juventud trabajadora ha de mostrar cómo la teoría marxista del Estado queda confirmada una vez más mediante la opresión nacional de clase que sufre.

De modo que si la juventud obrera quiere ser libre ha de destruir el Estado. Pero también sabe que la independencia socialista exige un poder propio, una Comuna o Estado obrero que garantice la autodefensa, la propiedad colectiva de las fuerzas productivas, la democracia consejista, la solidaridad internacional…”.

 

Fuentes: Anred, Resumen Latinoamericano, La Izquierda Diario, Página 12, lahaine.org

 

Foto: Paulo Slachevsky
https://www.flickr.com/photos/pauloslachevsky/

Licenciado y Profesor en Sociología de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Periodista. Fundador y miembro del Consejo de Redacción de la revista Herramienta (1996-2001). Coordinador General de la revista La Maza (2001-4). Coordinador de la Editorial Topía (2004-11). Director de Editorial Metrópolis (2014-18). En 2013 publicó El movimiento de autogestión obrera en Argentina. Empresas recuperadas y movimientos de trabajadores desocupados (Editorial Topía, Buenos Aires). En 2014 fue co-autor de El peronismo que no fue. La (otra) otra historia (Editorial Metrópolis, Buenos Aires). En 2016 fue autor y editor de ¿A dónde va China? (Metrópolis). Actualmente es docente de Economía Popular del Bachillerato Popular “Darío Santillán”. Produce y conduce cinco programas radiales informativos, políticos y culturales por FM La Boca-Buenos Aires (90.1) por los cuales ha recibido el premio anual en 2012 y 2013 de “Estímulo a la calidad en la producción periodística y la creación” otorgado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

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