05 de julio 2017

Breve relato DEL TERREMOTO MÁS GRANDE DE LA HISTORIA

Hace 57 años, el domingo del 22 de mayo de 1960 en la tarde, fuimos impactados por la noticia devastadora de un sismo en el sur de Chile con consecuencias desconocidas. La información llegaba a pedazos y confusa, no había televisión en esa época y la electricidad estaba cortada. Más tarde supimos que 9.5 grados con epicentro en Valdivia era el sismo más grande registrado. La tierra desgarrada hundió 1000 km de playa, pero la noticia seguía en progreso porque las réplicas eran muy violentas y la situación era tremendamente inestable. Un tsunami al poco tiempo del sismo destruyó las costas, casas, puertos y barcos, desolando el paisaje, otra vez más. Esta onda se desparramó por el océano pacífico golpeando costas lejanas.

Mientras cursaba filosofía me presenté como voluntario y fui asignado al grupo 10 de la fuerza aérea en Santiago para esperar refugiados del sur que llegarían en avión. Organizamos su llegada con cobijo, frazadas y café caliente. Muchas personas llegaron en pocos aviones que aterrizaron ya de noche. Su estado era calamitoso, venían con lo puesto y mojados. Muchos niños y ancianos nos narraban cosas que no podíamos imaginar. A la mañana la información era mucho más dramática, por lo que se nos aconsejó que fuéramos al sur a cooperar. No había como, pues las carreteras estaban cortadas, el ferrocarril llegaba sólo a Parral. Desde Parral hicimos parejas para seguir a dedo. La gente nos llevaba con facilidad, pues había alarma y espíritu de colaboración. Con ayuda del ejército pudimos avanzar buenos trechos. Todo lo que se veía del camino estaba “destruido”, una palabra que es diferente cuando se palpa la destrucción en vivo, la cual no es sólo física si no que moral.

Las fotografías y películas de la época narran sólo en parte la catástrofe. Concepción, ciudad que recibió un enjambre de terremotos, como todos los pueblos y casas de campo de la región, sufrió la más feroz devastación. Por lo general, la ayuda llega a los centros, dejando a los pueblos periféricos en el abandono. De modo que sabiamente fuimos un grupo enviados a Chiloé, donde apenas se tenía noticias de radioaficionados. Con dificultad, pues no había muelles, desde Talcahuano nos embarcamos en un barco que iba a Pto.Montt. Había que sobrevivir en esa bodega helada y húmeda de este casco metálico hediondo a petróleo y pescado. Se usaban botes para embarcar y desembarcar, los barcos, alejados de la costa, tenían una puerta de fierro chica lateral a la altura de la línea de flotación por donde la gente entraba y salía. Como el mar se movía bastante, la maniobra era peligrosa y hasta divertida, porque bajar a una señora o subir un saco de papas soltaba el humor del chileno aporreado. No faltaba la carcajada al ver la seriedad de un perro o que cayera un sombrero al agua. Lo humano estaba presente y tal vez esto sería lo más importante que pude registrar. Que más allá de la tragedia, salta lo humano de un modo magistral. Se rompen todas las normas de propiedad y conductas de timidez social. Un paco o un milico se transforman en hermanos heroicos a quienes hay que ayudar y no repeler como es la costumbre. Ya de noche, bajaron un fondo de lentejas con longanizas calientes colgando de un cordel, por la escotilla de la bodega. Un espacio oscuro, metálico lleno de gente abrigada y paciente laceradas por el estridente motor y los convulsivos movimientos del mar. Como no había platos para comer esas lentejas muy deseadas, los hombres ponían un papel de diario en el sombrero, le echaban un cucharón de lentejas y allí comíamos todos juntos, turnándonos la única cuchara a bordo, (la longaniza me repitió hasta el otro día). Ya involucrado en la gente, no me sentí un extraño ni tampoco un voluntario. Vivía la aventura de todos y cada cosa era una ayuda. Eso era lo social, la gente natural. La gente es buena si le rompen el esquema. Esta vez la naturaleza lo hizo, pero de un modo cruel y caro. Esta fue una verdadera oportunidad real de vivir lo humano alguna vez en la vida. Era posible descubrir que la verdad filosófica que buscaba, estaba simplemente en lo humano y pronto eso descubrí. No había que ser un genio para comprender que la natural verdad está en las arrugas de las manos de los viejos o en esa madre asustada. El terremoto produjo ondas telúricas que modificaron severamente el sentido de la vida de muchos.

Después, otro barco me transportó a las islas de Chiloé. Al zarpar se movía cada vez más, pues se acercaba un temporal con olas muy altas. Estaba muy mareado, de modo que salí a cubierta y me afirmé a un palo que tenía una escalera que subía a un pequeño balcón. Allá en lo alto pude ver cómo el barco se enterraba en el mar embravecido, me amarré con el cinturón a la baranda de la cofia, mientras las olas bañaban la cubierta y el rostro al viento helado y puro. Así, llegamos a las islas abandonadas. En ellas había devastación y la gente necesitaba organización y consuelo. No había luz ni comunicación alguna. Pude darles noticias del continente y cooperar. Días antes, una ola de 8 metros de altura entró por los fiordos a 150 kph. El mar había azotado las laderas de los cerros. Un cementerio colgaba del acantilado mostrando sus muertos, muchos ataúdes se asomaban en la pendiente e innumerables mortajas blancas enredadas por el viento en los peumos, quillayes y ulmos verde musgo. Tablas y cruces de madera flotaban en el mar. Recuerdo esas escenas en blanco y negro porque así ocurrieron. Poco se podía hacer porque la lluvia nos enseñaba la paciencia. La cocina a leña, las gallinas y los gatos buscaban su refugio en esa casa destartalada, la gente con la mirada perdida, pero todos en torno a ese calor embriagador. En verdad, nada faltaba y no había nada que hacer ni nada ya que saber. Comprendí esa vez que todo movimiento constituía un error.

Ilustración: «Sin Título», Daniel Aguilera
http://registrodetrazo.blogspot.cl/

2 comentarios

  • El título Breve relato DEL TERREMOTO MÁS GRANDE DE LA HISTORIA ofrecía más. Esto es más que nada una autobiografía. ¿Cómo se puede cooperar?

    HERNÁN ORTEGA PARADA

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