04 de diciembre 2017

Carcajada – El Paraguas Ruso

 

 

“He olvidado mi paraguas (ruso)”
-Nederico Fietzsche

 

Los cumpleaños y los funerales, como se sabe, son caldo de cultivo para las anécdotas.

Acá va una: durante años se dijo que si llovía en Moscú, los comunistas chilenos sacaban el paraguas. Esta conveniencia climática no alcanzó quizás para acabar la revolución en Chile, pero lo cierto es que el paraguas ruso estuvo ahí, y no solo bajo el brazo de los militantes comunistas, dando abrigo a las plumas, agitando las ideas, circulando en las discusiones con los pares, haciendo breves apariciones en la tele y en el diario, en los delirios de las derechas golpistas estuvo incluso, antes de ser olvidado en algún rincón de la casa.

Como nos gustan las efemérides, pero sobre todo nos gusta la revolución, los 100 años de la irrupción de los soviets nos parecen una buena ocasión para desempolvar los avatares de nuestro querido paraguas ruso, ese que se estremeció con los disparos del cañón del crucero Aurora sobre el Palacio de Invierno en un frío anochecer de octubre.

¿O era noviembre?

No importa, porque a partir de ese momento ni siquiera el calendario podía seguir siendo el mismo.

Todo parece haber ocurrido muy lejos y hace mucho tiempo. ¿Por qué lo sentimos tan cerca nuestro, que estamos en este otro remoto rincón del mundo? ¿Por qué aun en esta época en la que el capitalismo parece haber consumido cualquier alternativa posible, los ecos de la revolución de octubre nos inquietan?

¿Vienen del pasado o del futuro? ¿A qué porvenir nos invitan? Hacia atrás, hacia adelante, ¿qué tan lejos de nosotros está la revolución?

El lenguaje que rodea la historia de la revolución rusa parece no haber nunca alcanzado la claridad de lo que define una época. Y sin embargo hubo época. No sólo la de una geopolítica de dos modelos económicos enfrentados, sino época en la que los sueños de emancipación pasaron por la organización de clase y la toma del poder; época del qué hacer, de la revolución permanente y la revolución traicionada; del internacionalismo revolucionario y del orgullo obrero; época de los soviets (consejos, en ruso) y su llamado urgente al vínculo y a la auto organización: en consejos locales, en comités, de abajo hacia arriba, organizarse siempre.

¿Cuándo se extravió, cuándo se corrompió, cuándo fue traicionada la revolución? Se ha hablado bastante ya del “fracaso” de la revolución de octubre. Pero, ¿quién se puede sorprender a estas alturas de que las revoluciones fracasen? La revolución rusa, ese acontecimiento inaudito que abrió de golpe la posibilidad de imaginar otro mundo, tuvo su conocida deriva totalitaria en la articulación de la gran maquinaria estatal burocrática soviética. Pero más que seguir lamentándonos por ese desenlace, nos preguntamos ahora cómo la gente, en tal o cual lugar, se vuelve revolucionaria; ¿cómo es que en las situaciones de opresión y explotación la gente se torna revolucionaria como por una especie de contagio?

Si preguntamos hoy, 100 años después, por la revolución rusa, es para hablar de nuestro paraguas ruso; cuando la república de los soviets habitó nuestro interior y vimos la oportunidad de generar nuestros propios lenins; cuando tuvimos que resistir a nuestros stalins y nos exiliamos en nuestros trotskys; cuando escribimos nuestras propias experiencias tolstoianas y encontramos la posibilidad Maïakovsky en el seno de nuestra propia lengua. Es que mantuvimos con Rusia intensas relaciones de traducción (¡hasta Parra hizo su antología rusa!); nos tornamos todos a mirar su sol revolucionario, fascinados, mucho antes de que el desplome de la URSS y las noches blancas del capitalismo nos hicieran olvidar el paraguas en algún rincón de la casa.

 

*Texto de convocatoria del especial «El paraguas ruso: A 100 años de la revolución de los soviets» – Noviembre 2017

 

Ilustración: Imagen del archivo del Plan de Propaganda Monumental de los primeros años del gobierno Soviético, Museo Estatal Ruso, San Petersburgo

 

Revista de arte, literatura y política.

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