23 de noviembre 2018

Carcajada – Flojos y empleados

Convocatoria Revista Carcaj – noviembre 2018

 

“Me pregunto quién inventó la expresión ‘ganarse la vida’ como sinónimo de ‘trabajar’. En dónde está ese idiota.”

Alejandra Pizarnik

 

 “Me gusta pensar que soy taoísta

Pero la verdad es que soy un flojo”

Claudio Bertoni

 

Ni tontos ni perezosos, de tanto naufragar en el mercado laboral nos hemos ido poniendo flojos.

Profesionales en el arte de auto-venderse y repartir currículums, ¿cuántas veces nos hemos puesto en la interminable fila de quienes buscan alguna seguridad laboral, sabiendo que no hay nada tan inseguro, nada tan lleno abusos, maltratos, acosos, despidos, nada tan lleno de “accidentes laborales”, como un empleo?

Y sin embargo aquí seguimos, odiando al patrón, pero deseando a toda costa estar empleados.

Hace rato que los “oficios” dieron paso a las “competencias”, y nosotros nos vamos transformando en una masa de obreros sin trabajo ni oficio, sino apenas un conjunto de habilidades y competencias que ofrecemos en cada oportunidad de pega, como si fueran un catálogo de accesorios para la venta.

Producirse a sí-mismo es el nuevo paradigma laboral, cuando ya no queda más que producir el yo como mercancía en una sociedad que sólo genera más y más desempleo. Porque si algo es evidente, es que en esta época el trabajo es un bien escaso.

Casi dos siglos de luchas obreras contra el trabajo explotado en la fábrica, en la salitrera, en la mina, alcanzaron su paradójica victoria: la “flexibilidad laboral” vino a hacer trabajar nuestro deseo de destrabajar la sociedad. Así llegamos a la época de los trabajadores sin trabajo. De los trabajadores sin derechos laborales. De los trabajadores flexibles: con flexibilidad laboral para ser despedidos de un día para otro, flexibilidad horaria para trabajar a cualquier hora, flexibilidad salarial para ser explotados en base a metas y objetivos, comprometiendo ya no sólo su fuerza de trabajo sino también su tiempo libre, su universo afectivo, sus relaciones y su vida entera reducida al “capital humano” de una empresa.

Es la época de los trabajadores que no producen nada, que calientan el asiento, sacan la vuelta, hacen hora, se las ingenian de distintas maneras para poder justificar su capacidad de consumo, o sea, su capacidad de seguir endeudándose hasta la muerte.

El trabajo triunfó, compañerxs, como forma de existencia, pero los trabajadores son cada vez menos necesarios; la cantidad de trabajo que se necesita para producir cualquier mercancía se ha reducido al mínimo.

¿Para qué se trabaja tanto, entonces? Es la pregunta que no deja de asaltarnos:

¿Flojera o trabajo? ¿Ocio o negocio?

No estamos obligados a elegir. Siempre se puede, por supuesto, flojear trabajando. Es de hecho el estado en el que la mayoría funciona.

El resto, pareciera que con los años hemos ido desarrollando una intolerancia crónica al trabajo, una especie de incapacidad, o tal vez una obstinada resistencia allí donde siempre preferiríamos no hacerlo, como repetía Bartleby.

Esta flojera que nos caracteriza, esta decidida vagancia, este no-hacer taoísta, es el lugar desde donde dialogamos, desde donde resistimos, desde donde pensamos y nos organizamos más allá y en contra del trabajo.

Lo que menos necesitamos ahora es otra charla motivacional que nos incite a dejar de lado la flojera. No queremos escuchar más discursos estilo “¡tú puedes!”.

Somos flojos y ya. Déjennos tranquilos. Cansadores intrabajables que se resisten a ser abusados y explotados.

Y si se dice que el flojo trabaja el doble, es sólo porque se requiere una gran disciplina y voluntad para ser flojo. Se necesita trabajar mucho para no trabajar.

¿Ser flojo es no hacer nada, o es hacer todo lo que no es considerado trabajo? ¿Qué es el trabajo, entonces? ¿Explotación o creación? ¿Alienación o cooperación? ¿Condena individual o participación de una obra común? ¿Por qué “tener trabajo” es un motivo de alegría y orgullo, y “tener que trabajar” es una gran molestia?

Lxs invitamos a escribir y pensar entorno a estas y otras cuestiones que ahora nos dan trabajo, y que también nos dan flojera.

 

Revista de arte, literatura y política.

4 comentarios

  • Una vez un camionero me preguntó a qué me dedico y divagué tanto con la respuesta que quedé como el tremendo vago jajaja entonces el loco me empezó a explicar que la palabra negocio significa la negación del ocio o sea que el ocio (en ese caso mi viaje) era en definitiva el estado perfecto para pensar y proyectar un «negocio».. la enseñanza para mi fue que mantenerse siempre ocupado es peligroso, como el ratón que corre siempre dentro de la rueda y pasa la vida corriendo sin avanzar nada.. viejo, el que se apura pierde el tiempo.
    Aguante carcaj un saludo cauurxs

  • Me interesa participar, ¿piden extensión o cuáles son sus lineamientos editoriales, Importa el tema o puede ser una divagación libre sobre el trabajo y el ocio? Saludos desde CDMX.

  • Yo una vez me devolví a Santiago con un camionero que llevaba desahuciado como siete años. Pa más remate se le había muerto el hijo hace un poco. Para soportar su trabajo más el dolor producto del cáncer de huesos hacía las mansas manos en Pichidangui y fumando conversamos de esto y aquello.
    Todas mis experiencias con camioneros -unos cuantos dedos- me dan a entender que son un grupo rodeado de vulneraciones – como productores y receptores. A lo que voy, viejo, es que apoyo tu propuesta de prohibirlos si entendí bien tu comentario.

  • El trabajo nada enjendra, solo el pituto es fecundo.

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