22 de julio 2013

Cecilia Vicuña: El zurcir de la palabra

 

¿Puede existir una escritura que dé la impresión de un hilar, un inconsciente en la forma de remendar un continuo poema que es palabra y hebra, hacia una base que es el papel que recibe este hilvanar?

La idea del tejido en la historia poética de un país y el rol del/la poeta en ese entramado. Recuerdo hace algunos meses, un tema de conversación en una tarde con la poeta Elvira Hernández por el Paseo Bulnes; me comentó de este “tejido poético” de la literatura chilena en donde, en ciertos momentos, tomamos la hebra y comenzamos a tejer. En este caso, ¿cuál es la relación de la palabra con el enhebro, el paso punzante hacia una escapatoria?

En el libro Soy Yos (LOM Ediciones, 2010) de la poeta chilena Cecilia Vicuña, podemos cerciorarnos de la forma constante y genuina de ese “palabrarmas” que Vicuña ejerce con un “yo” en plural, concitando una unión hacia ese conjunto de cosas encontradas, lana, hilos y madejas, que junto a sus poemas forman parte de un todo que fluye y es un río que dibuja al pasar:

La palabra es un hilo y el hilo es lenguaje.

La tejedora ve su fibra como la poeta su palabra.

El hilo siente la mano, como la palabra la lengua.

Hablar es hilar y el hilo teje el mundo.

(de “Palabra e Hilo”, 1996)

Entonces, la página en blanco es ahora parte no solo de un sinfín de merodeos y palabras que trascienden la naturaleza y el sosiego de los espacios comunes, sino que también es parte de un paseo que silencia todo lo concreto de las escrituras solemnes o calculadas, y somos parte de un desafío de significancia y significantes, sonidos y ejercicios visuales que decretan un horizonte distinto, una búsqueda en donde la mirada también se centra en tomar ese fino trozo de piedra que es detalle, naturaleza, vida. La palabra se palpa como se palpa una semilla y da tono a un sonido en el agua.

Y es así como en esta antología “diseñada” en compañía de Naín Nómez nos detalla cada uno de los gestos e impulsos que ha venido desarrollando la voz de Vicuña, a quien vamos descubriendo en cada uno de sus pasos, siendo parte de ese hilvanar, observando el devaneo:

 

Palabrar más o palabrir

es armar y desarmar palabras

para ver qué tienen que decir

Las palabras desean hablar.

Escucharlas es la primera labor.

(de “Palabrarmas”, 1984)

Ahora también vemos a la autora siendo parte de la relación entre lana y wik’uña. Entre los montes y alrededor de las palabras va sucediendo ese oro lánico, riqueza y fecundidad y ese hilo de agua, hilo de vida. Y de pronto está, nuevamente, el verse inmerso en toda la inmensa belleza de cosas encontradas, lana, hilos y madejas. ¿De que otra manera se podría unir una palabra con otra sino fuera “hilándolas”? Cecilia Vicuña, consciente o inconsciente de esto, da forma a un adiestrado sentir que evidencia una claridad hacia otros parajes que, ciertamente, parecen lejanos al tránsito de las ciudades y sus efemérides. Pero a la vez, también ligadas al tránsito común de cada día:

“Hay que acompañar el hilo” dice Don Pablo. Jalando y soltando

[ a la vez

la cuerda de un trompo que empieza a bailar.

(de “Instan / I tu”, 2002)

De este modo Soy Yos es ese plural que se adecua en todos los ámbitos del arte en el cual Vicuña desarrolla su forma de ver y sentir, siendo este, aquel ímpetu genuino que nace de una emoción, un impulso leve que despierta y se va en las semillas esparcidas por los caminos. Es “ella” en constante transformación, como cuando vemos caer ese ovillo de lana que tropieza y que se expande, dejando esa hilera por todo el cuarto. Esa hilera que contiene todo ese amor que congrega.

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