29 de diciembre 2012

Contesten pronto

Estos poemas fueron escritos (…)/en el lugar de los hechos:/montañas y humo de la ciudad de Santiago./Son un homenaje a mi generación./La batalla por los recuerdos colectivos/no está perdida. Estas palabras, que abren el nuevo libro de José Ángel Cuevas, podrían servir como epígrafe a toda su poesía. Una poesía situada en el dramático devenir de este país. En ese devenir como experiencia cotidiana, como vivencia. Una poesía escrita ahí, en el lugar de los hechos. Una poesía escrita para reivindicar a los vencidos. Para preservar su utopía perdida de la derrota final que es el olvido.

Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política, se llama este libro. De alguna manera, eso es lo que ha hecho Cuevas en todos sus libros. Desmontar los mecanismos con que funciona esa maquinaria implacable en que se transformó el país después del Golpe. Descifrar el guión tras las escenas, a menudo dramáticas, de la vida dentro de esa máquina.     

El libro empieza con un sueño: Kiko Rojas duerme en su casa de Conchalí, el pobre,/y sueña que es 11 Sept. de 1973./Que viene la Federación Obrera de Chile/(Foch), galopando por el medio del desierto/con Recabarren a la cabeza/salitreras 1910/una polvareda de armas, gente. Esa polvareda abre paso en el sueño a la narración de lo que no fue. La historia del 11 como ucronía. Nadie puede/ni podrá decir que el pueblo de Chile/fue vencido en un par de horas. Kiko Rojas sueña la lucha, el momento decisivo, la victoria final. El río Mapocho arrasa con los batallones traidores./pedazos de edificio les caen encima/El Capital financiero/se evapora. El sueño de Kiko Rojas que sueña la victoria imposible, hasta despertar: Se para el Golpe/la gente sale a la calle/hay respeto por los muertos/Allende habla desde la Plaza Bulnes/Kiko Rojas despierta./El sueño finaliza. Ni hubo respeto por los muertos, ni Allende habló desde ninguna parte, ni Recabarren vino galopando desde el desierto. Estos poemas de Cuevas hablan justamente del reverso de ese sueño. Del despertar de pesadilla que fue nuestra realidad de ahí en adelante.  Hasta el día de hoy.

Este libro es Un aporte informativo sobre estos últimos cuarenta años ha dicho su autor. Más que un aporte informativo, yo diría una entrega más del largo documental subjetivo que ha escrito Cuevas durante estos años. Un documental personal sobre la historia reciente del remoto y presuntuoso. De los días vividos en el interior de esta máquina, de este animal: Chile es un tremendo animal, donde todos estamos metidos sufriendo y gozando.

La Unidad Popular. El País bajo estado de sitio; el terror. La épica cotidiana de la resistencia durante los años ochenta. Los años de la transición a ninguna parte. La Patria convertida en un supermercado gigantesco. El Pueblo de Chile degradado, idiotizado en las ficciones del consumo, las tarjetas plásticas, los autos nuevos.  El recorrido es largo y da cuenta de la escala del trabajo de Cuevas. De una escritura sostenida por la historia amarga de las últimas décadas, atravesada por ella.

 Sólo un par de poemas, un par de imágenes.

¿Y qué dentro de los campos de concentración como lugar? El poema así titulado, con la frialdad de una reconstrucción de escena, dispara al lector preguntas como estas: ¿Cuántos caben dentro de una pieza de interrogación, Oh pueblo de Chile?¿Quién hace la comida en los campos de concentración? ¿se les da comida a los interrogados? ¿y a los interrogadores? ¿Y cuando cae la lluvia sobre los techos de zinc Qué? ¿Y los vómitos de los interrogados?¿Quién los limpia? ¿O hacen comérselos a ellos mismos/los interrogados?¿llevan un camisón, un número en la frente marcada de cenizas? ¿Dónde habrán quedado los guetos/ruinas/parrillas, picanas, tarros con mierda, alambres de púas, magnetos? Los campos de concentración como lugar, como escena de los crímenes.  Los detalles prácticos, la domesticidad de esa realidad macabra que fue el exterminio. Nuestra versión de la banalidad del mal. El descubrimiento reciente del cuartel de exterminio Simón Bolívar, nuestro propio Aushwitz, ha dejado claro que aún estamos lejos de comprender hasta dónde llegó la organización de lo siniestro en este país. Estas preguntas que Cuevas dispara en el poema son una forma de obligarnos a no desviar la mirada, a pesar del tiempo transcurrido. De interpelar al lector, de exigirle recordar: Usted señor lector ¿Qué opina?      

En Carta a Chile el poeta se aleja y desde esa distancia, desde otro lugar, hace un llamamiento al Pueblo de Chile: Oye, No se endeuden. Ni se encalillen/no hagan más caso del aparato de televisión/al que pasan pegados./Es apenas un objeto electrónico y tonto/en manos de unos cuantos chuscos de mierda/que quieren dirigirles sus mentes y se las han dirigido. El poeta le hace un llamado a dejar esta vida, a salir del Sistema, a rebelarse contra la dictadura del dinero y de las cosas. A dejar de ser engranajes de la Maquinaria Chile y retomar la lucha: ¡Vuelvan a la lucha! ¡Hay tanto que hacer!/Recuperar nuestro lugar. Por algo somos lo que fuimos. ¿O no?

                   Recuperar nuestro lugar. Recordar, asumir que somos lo que fuimos. Imaginar una vida distinta. Volver a la lucha. La importancia de este libro, y de toda la poesía de José Ángel Cuevas, ha sido mantener vigente ese llamamiento y abierta esa posibilidad.  Ahora que el país parece empezar a salir de una larga resaca, desde ese otro lugar que es la poesía, dice el poeta: ¿Ahora sí desean venirse para acá? Los árboles, el mar/ Si quieren hablo con la gente de aquí./ A ver si pueden recibirlos por lo menos unos tres/cuatro millones que se vengan./Y hacemos un país nuevo./Podría ser./Contesten pronto.

Valparaíso. Diciembre de 2012

1 comentario

  • Hola Pepe: Publica tu obra completa… Y serás al otro día premio nacional de literatura. El abrazo de siempre, cumpita.

    Bernardo González Koppmann

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