17 de diciembre 2010

Das Kapital: ciencia, crítica y emancipación

La reciente publicación del primer tomo de El Capital de Marx no constituye un hecho azaroso, por el contrario, viene a sumarse a títulos como El mapa de la extrema riqueza en Chile de Hugo Fazio, El saqueo de América Latina de Jacobo Schatan y los tomos de Economía crítica y desarrollo, que entre otros conforman una colección temática de economía. De este modo LOM Ediciones refuerza su labor por la difusión del pensamiento crítico, que sin lugar a dudas en nuestro país es todavía una tarea pendiente, dada su escasez en un mercado editorial donde, en ocasiones, se vuelve complejo acceder a textos que traten este tipo de problemáticas.

El Capital, la primera edición chilena, traducida por Cristián Fazio, supone la oportunidad de aproximarnos nuevamente a entender muchas de las claves que explicarían las sociedades contemporáneas. De este modo se hace evidente que el análisis que desarrolló Marx acerca del funcionamiento lógico de los procesos históricos, sigue explicando no sólo las realidades europeas o propias del “primer mundo”, sino también las sociedades periféricas a esa modernidad, como la nuestra. Este libro nos permite entender, casi ciento cincuenta años después de su primera edición, cómo los latinoamericanos experimentamos lo cotidiano, en tanto la sujeción al capital sigue constituyéndose como una realidad ineludible. Baste pensar en la distribución geopolítica de la riqueza, en el quiebre muchas veces violento de formas económicas tributarias (o mal llamadas “precapitalistas”), en la concentración de los medios de producción en grupos muy reducidos de personas y de modo más evidente, en el relato al que nos someten en general los medios de comunicación masiva, en tanto legitiman y naturalizan el funcionamiento del capital, sus relaciones sociales y sus consecuencias.

El Capital: crítica de la economía política fue publicado en 1867, luego de dos décadas de investigación y organización de un cúmulo impresionante de material histórico, económico y social al que Marx accedió durante su exilio en Londres. Como se sabe, no se trataba de un texto aislado sino de un plan general, que en sus orígenes abarcaba al menos seis libros: “El capital”, “El trabajo asalariado”, “La renta de la tierra”, “El Estado”, las relaciones entre Estados en el “Comercio internacional”, para llegar a “El mercado mundial” el punto más concreto de la realidad social y al que se encuentra asociada la idea de crisis como horizonte del capitalismo histórico. Este es el plan, tal como aparece redactado en los Grundrisse (borradores) editados por primera vez entre 1939 y 1941 en la desaparecida URSS. Una obra imposible, se dirá, pero también un desafío epistemológico que da inicio a (y de ningún modo concluye) una revolución en las formas de entender el funcionamiento de las sociedades capitalistas, las que se concentraban por esos años en la economía política clásica, por lejos la ciencia social más adelantada de la época. Marx se posiciona en este campo del saber y lo critica, pero al mismo tiempo extrae de ese conjunto las conclusiones radicales que los economistas no podían alcanzar. Así El Capital, la primera piedra del proyecto, es respuesta a la economía política burguesa que interroga y muestra las insuficiencias y errores de esa forma de comprender el mundo y la sociedad, lo que constituye un  ejercicio crítico que es desarrollado en uno de los puntos más avanzados de la conciencia burguesa (1).

El primer tomo de 1867, hoy por fin editado en Chile, fue el único publicado en vida de Marx. Luego de su muerte en 1881 correspondió a Engels recopilar (y muchas veces reescribir varias partes de) los cuadernos de su compañero para sacar a la luz los tomos II y III, y fue Kautsky quien hizo lo propio con el tomo IV. Entonces, el valor añadido que tiene esta primera entrega es que se trata de la única obra sistemática y totalmente escrita y publicada por Marx con posterioridad a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859. De cierta forma es un libro que no puede leerse por sí mismo (de ahí que cobre mayor sentido e importancia el que los editores ya proyecten los siguientes tomos para su próxima publicación), pero que por su trascendencia nos llama a situar brevemente los que creemos son sus principales ejes de lectura, no con afán de resumirlo sino invitando a su conocimiento y discusión.

El origen de la riqueza social

El primer eje de lectura apunta directamente a la pregunta central de la economía política: el origen de la riqueza social. Marx saca todas las consecuencias de la hipótesis de Smith y, sobre todo de Ricardo, que propusieron explicar la riqueza como producto del trabajo humano, tesis que fue formulada como la “ley del valor-trabajo”. Marx profundiza el punto y señala que el régimen capitalista genera un tipo específico de riqueza, la plusvalía, que es el exacto opuesto de los ideales burgueses y libremercadistas de igualdad, libertad y propiedad, puesto que la plusvalía no es otra cosa que apropiación no remunerada de trabajo realizado, objetivado en productos (mercancías). El primer logro del autor del Manifiesto Comunista es hacer ver que en el marco de las relaciones capitalistas de producción la desigualdad, la explotación y la opresión de clase es condición de la riqueza.

De esto se desprende la segunda clave de lectura: la necesidad estructural del mercado como espacio de relaciones sociales, y de la mercancía como la forma general de la producción capitalista. Esa parte del trabajo (el valor añadido) que no es remunerada, al finalizar el acto productivo aún se mantiene incorporada en el objeto-mercancía; pero para el capital la mercancía es un momento intermedio, ya que le interesa el valor contenido en ella. Por esto, la plusvalía debe ser “realizada” (como valor-dinero) en el intercambio, con lo cual la dinámica del mercado invisibiliza la explotación a nivel productivo, y pareciera ser que el valor de la mercancía asume su precio justo. Esto contribuye a explicar la primacía del mercado, de las relaciones económicas y de las cosas-mercancías por sobre las relaciones sociales y la propia humanidad como objetivo de la producción (2). Por otra parte, produce una dinámica irracional que conduce, tendencialmente, a la crisis como horizonte de la realización de un mercado mundial. Así, la ley general de la acumulación capitalista y su dialéctica de acumulación, concentración y crisis de sobreproducción, es la tercera clave de lectura que quisimos presentar en este apretado comentario.

 

La crisis de las sub-prime

Una palabra más acerca de este tercer punto. Los desarrollos e hipótesis de Marx pueden ser  tomados como un conjunto de profecías que, porque no se han cumplido (sobre todo la supuesta crisis terminal del capitalismo), invalidarían el conjunto. Así es considerada la obra del pensador alemán bajo esta suerte de “pensamiento único”. Pero en primer lugar, Marx nunca predijo una crisis terminal, y más bien diagnosticó el ciclo constante, y cada vez más violento, de acumulación y crisis, el cual pensó que sólo podría ser concluido por una voluntad colectiva histórica: el proletariado en su conjunto, la clase trabajadora a la que se extrae la plusvalía. Y en segundo lugar, la evidencia actual de las crisis mundiales como la última llamada crisis de las sub-prime, trajo consigo la necesidad de volver a revisar esta obra. No sólo porque la última gran crisis haya explotado en el corazón del primer mundo (cuestión que también es una falsa profecía de Marx), ni por ninguna suerte de revival kitsch –como lo presentaran algunos de los medios “serios y respetables” de todo el mundo–, sino en lo medular porque permite entender que estos eventos se producen con creciente frecuencia y poder destructivo. Los ejemplos de Argentina y de Haití, por nombrar los más recientes, siguen mostrando sus trazas en la realidad latinoamericana, y es inevitable que la profundidad y radicalidad del modelo neoliberal chileno urja a nuestro compromiso, teórico y práctico, a aportar para su transformación antes de una nueva crisis.

Si todo poder se constituye a través del borramiento de sus orígenes, de sus condiciones de posibilidad, El Capital es una herramienta indispensable para develar ese ocultamiento, y por tanto permite entender la constitución de este sistema que hoy parece aún más insuperable que ayer. Leer a Marx hoy, en este sentido, posee un valor innegable para la recomposición de un proyecto crítico de la ideología dominante y de su orden material, el que si bien ha modificado algunas de sus formas, muchas otras continúan profundizándose en el exacto sentido descrito en El Capital.

 

 NOTAS:

(1) “Precisamente tales formas constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas del pensamiento socialmente válidas, por tanto objetivas, para las relaciones de producción que caracterizan este régimen social de producción históricamente determinado, la producción mercantil”. De la presente edición de El Capital, pág. 88.

(2) Sobre el carácter fetichista de la mercancía, Marx dice que: “Para encontrar una analogía, debemos buscar amparo en la nebulosa región del mundo religioso. Aquí los productos de la mente humana aparecen como imágenes autónomas dotadas de vida propia, relacionadas entre sí y con los hombres. Algo parecido ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. Esto es lo que llamo fetichismo, que se adhiere a los productos del trabajo no bien éstos son producidos como mercancías y es, por tanto, inseparable de la producción mercantil”. Pág. 85.

1 comentario

  • «Marx se posiciona en este campo del saber y lo critica, pero al mismo tiempo extrae de ese conjunto las conclusiones radicales que los economistas no podían alcanzar.»

    Esta frase me hizo recordar cómo Lukács en «historia y conciencia de clase», analiza el pensamiento filosofico burgués y su relación con la ideología desde un punto de vista epistemólogico; es decir, como un pensamiento que posee sus propios puntos ciegos. Según Lukács, la tarea que se propone el propio Kant respecto de fijar los límites y alcances del conocimiento científico y filosófico, de responder a la pregunta de ¿qué puedo conocer?, llega necesariamente al planteaminto de antinomias que, más que responder a los reales límites del conocimiento, son síntoma de una estructura de pensamiento que se encuentra a su vez replicada en las contradicciones de la propia estructura social y de producción. La filosofía kantiana no sería más que el correlato -a nivel filosófico y epistemológico- de dichas contradicciones económico-sociales. Los puntos ciegos del pensamiento responden, entonces, a las contradicciones de una estructura social determinada. Así mismo, Marx fue capaz de llevar la economía política a un nivel epistemológico más alto, produciendo, a partir de sus supuestos, la explicación de una totalidad social y de su devenir histórico, pues desde un punto de vista científico fue capaz de superar los puntos ciegos de dicha rama del saber que, sin duda, eran tributarios de las contradicciones propias del orden social capitalista de aquellos años.
    Y a mi parecer, el pensamiento de Marx sigue siendo fecundo y más necesario que nunca hoy, pues en el plano ideológico hemos perdido no sólo una perspectiva científica capaz de comprender nuestras contradicciones sociales a escala local y global, sino que además se ha renunciado a la posibilidad de alcanzar dicho tipo de comprensión.
    Bienvenida sea, entonces, esta nueva edición.
    Al amigo Lagos y a la amiga Eltit vayan mis felicitaciones por esta excelente reseña!

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