01 de enero 2012

El IVA al libro, 35 años después

Uno. Cuando pensamos en el IVA al libro en nuestro país,  no podemos quedarnos solo en el aspecto técnico y económico.  En  diciembre de 1976, el mismo mes en que este impuesto se aplicaba al libro, era detenido y desaparecido el historiador y profesor universitario Fernando Ortiz, autor de “La historia del movimiento obrero en Chile”. Al mismo tiempo desaparecían, y eran asesinados bajo la tortura, otros 13 chilenos. ¿Podemos decir que entre estos hechos solo hay coincidencias? ¿Podremos dejar de lado el contexto en que se aplica este decreto ley para el libro?

Poco antes de ser asesinado en Washington ese mismo año fatídico, Orlando Letelier escribió en The Nation:  “La represión para las mayorías y la libertad económica para los pequeños grupos privilegiados son en Chile las dos caras de una misma moneda”. Como señala Naomi Klein en un reciente homenaje que hace a Letelier a 35 años del crimen: “La junta no tenía dos proyectos separados y compartimentados: un visionario experimento de transformación económica y un siniestro sistema de torturas y terror. Había solamente un proyecto en el cual el terror era el instrumento central para la transformación en libre mercado”. En tal sentido, el IVA al libro en Chile se inscribe, por sobre todo, como una profunda herida que integra la marca a sangre y fuego del campo cultural, relegando al libro y la cultura a un espacio de las elites. Casi no hay imagen de allanamiento en esos años que no asocie libro y armas, libro y peligro, siendo los autodafe un  icono del horror, de la guerra al pensamiento, la reflexión, el saber. La imposición de este IVA es claramente parte de un quiebre del imaginario republicano, donde el libro era elemento constitutivo del desarrollo país, de la expresión ciudadana.

Fuera de todo elemento técnico, cómo no indignarse entonces que a más de veinte años del fin de la dictadura, esta marca simbólica aun esté presente y por años haya sido considerado un tema tabú, inabordable.

Dos. En septiembre del año pasado, como Editores de Chile le hicimos llegar una carta al Presidente Sebastián Piñera solicitando un IVA diferenciado para el libro, igual como lo habíamos hecho años antes con el Presidente Ricardo Lagos. A ambos les recordábamos que, por razones objetivas, casi todos los países del mundo –y en particular aquellos con quienes hemos suscrito tratados de libre comercio– han dado un trato diferenciado a este bien cultural:

En Bélgica el IVA es de 6%. En Colombia no hay IVA al libro.

En Francia es de 5,5%. En Uruguay no hay IVA al libro.

En Canadá es de 7%. En Irlanda no hay IVA al libro.

En Singapur es de 3%. En Argentina no hay IVA al libro.

En Italia es de 4%. En Rusia no hay IVA al libro.

En Suiza es de 2%. En México no hay IVA al libro.

En Japón es de 5%. En Gran Bretaña no hay IVA al libro.

En Portugal es de 5%. En Brasil no hay IVA al libro.

En España es de 4%. En Corea no hay IVA al libro.

Las argumentaciones no faltaron, a ambos mandatarios les señalamos que esperábamos llegar a un bicentenario en que se le volviera  a dar  al libro el valor simbólico y objetivo que ocupó desde los inicios de la República,  haciendo realidad los anhelos de Camilo Henríquez cuando celebraba la llegada de la primera imprenta en 1811 diciendo: “Se irá sintiendo nuestra existencia civil; se admirarán los esfuerzos de una administración sagaz y activa, y las maravillas de nuestra regeneración. La voz de la razón y de la verdad se oirán entre nosotros después del triste e insufrible silencio de tres siglos….”.

Destacábamos que el momento no podía ser más propicio, cuando vivimos tiempos de grandes cambios en los hábitos lectores y en los mecanismos de producción y circulación del libro. Sin duda, la definición misma de este mágico objeto ha cambiado, integrando entre sus soportes el libro digital. Al celebrarse el bicentenario, Chile no podía quedar fuera del desarrollo de estos nuevos ímpetus en la creación y producción editorial. Pero es claramente inviable la producción y comercialización de libros digitales cuando estos son gravados con un IVA que parece ser el más elevado que existe a nivel mundial para el libro. ¿Quién comprará libros digitales en Chile cuando estos mismos pueden ser vendidos exentos de IVA allende Los Andes y no hay costos de transporte involucrados?

Por lo demás, recordábamos que  “es enorme la lista de productos y servicios exentos de IVA, como lo son, entre otros, el transporte naviero, las estaciones de TV y Radio, las importaciones de las FF.AA., la venta de vehículos usados, los ingresos en moneda extranjera percibidos por empresas hoteleras con motivo de servicios prestados a turistas extranjeros sin domicilio ni residencia en Chile, y no podemos entender que el libro sea tratado en Chile como un bien cualquiera”.

“Como bien intelectual y educacional, el libro es un bien público en tanto su productor no se apropia de todos los beneficios; su utilidad social es mayor que su utilidad privada. Este requiere un tratamiento diferenciado en el mercado, más aun ante este nuevo escenario que exige igualar condiciones con otras naciones”.

Estas y otras argumentaciones sustentaban las cartas. Tanto el Presidente Lagos primero y el Presidente Piñera después, nos remitieron respuesta, pero solo para acusar recibo de las misivas.

Tres. En el aspecto técnico –y aquí debo agradecer la contribución de Juan Carlos Saez, editor y director de Editores de Chile–, podemos decir:

“Adam Smith señaló en el siglo XVIII, en su obra “La Riqueza de las Naciones”, que uno de las cuatro máximas que debe guardar cada uno de los impuestos que forman parte de un sistema tributario –y en nuestra opinión el más importante-  es la capacidad de pago del obligado o proporcionalidad. Claramente el IVA no responde a esa lógica y es  un impuesto regresivo”. “Los críticos de la diferenciación en el IVA usan normalmente dos argumentos en su contra: 1) Que la ley pareja no es dura; y 2) que permite menos evasión porque hay menos posibilidades de hacer trampa ya que el sistema de control sería muy complicado y caro. Pero respecto de lo primero hay una gran falsedad: la ley actual de IVA contiene 11 páginas de excepciones; y respecto de la segunda, los medios tecnológicos disponibles hoy son más que satisfactorios  para resolver el tema.  El aplicar un IVA diferenciado sin duda afectará la recaudación pero no de un modo que no sea posible de compensar por la vía de aumentar el IVA en bienes suntuarios, como son los vehículos caros.”

Por lo demás, “los efectos de una disminución en el IVA del libro, en lo económico, no se limitan al impacto en el precio inmediato, que  sería del orden del 8 ó 10%, lo que no deja ser significativo,  sino por el resultado final en los precios en el mediano plazo por un efecto en cadena”.

Al tratar el IVA al libro, claramente se tocan varios de los aspectos centrales de la realidad que vive el libro en Chile: históricos, simbólicos, económicos. En tal sentido, el estudio del impacto del IVA en la industria editorial nacional que realizará el Consejo del Libro, tema que valoramos, no puede limitarse al impacto sobre el precio, sino en toda la diversidad de sus consecuencias. Cuando en Editores de Chile, junto a Chile XXI, elaboramos la primera propuesta para una política nacional del libro y la lectura que culminó en la Política Nacional aprobada el 2006, aun hoy no implementada, siempre quisimos poner el acento en que ninguna medida por sí sola revertiría el círculo vicioso que vivía el libro en Chile desde el Golpe. Era necesario abordar el tema de manera sistémica, aunando una serie de acciones que engloben toda la cadena el libro. Pero sin duda, entre ellas, el IVA es central y no solo por su efecto económico, pues rebajar el IVA sería sinónimo para todo el país de que el Estado y la sociedad le vuelven a dar al libro, en todos sus formatos y posibilidades, la importancia radical que tiene para potenciar una sociedad creativa, participativa, de ciudadanas y ciudadanos que puedan ser actores de la globalización y no meros espectadores.

* Intervención en Jornada Profesionales de la 31ª  Feria Internacional  del Libro de Santiago, 2011.

1 comentario

  • Me parece que es un tema central la discusión sobre el impuesto al libro, habla muy mal del Estado y de nostros como sociedad, esa que consume insaciablemente los bienes que oferta el mercado.
    Al leer el artículo imaginaba la potencialidad de este tema como consigna popular, considerando la fuerza que tienen las redes sociales de generar movimientos ciudadanos, en los que se ven involucradas demandas que no son tematizadas por los políticos que nos deben representar y que deben ser expuestas masivamente por quienes nos vemos afectados.
    Supongo que deben haber pequeños movimientos que no aparecen en los medios de comunicación, que finalmente son quienes se encargan de dar pauta a la agenda nacional.
    Tengo la esperanza de que este tipo de temáticas sigan siendo levantadas por nosotros como ciudadanos, haciéndonos cargo de nuestros deberes y exigiendo nuestros derechos, derecho a pensar libremente y a acceder a los recursos que nos permitan avanzar en el desarrollo de aquello que queremos ser.

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