29 de diciembre 2012

El libro en Chile, una promesa democrática

Máquina de la felicidad. Así fue recibida la primera imprenta en Chile el año 1811 cuenta Bernardo Subercaseaux en la Historia del libro en Chile. Con esa imagen, se expresaba claramente la promesa implícita que marca el mundo del libro y la lectura durante la republica: libro educador, libro democratizador, libro desarrollo, libro ciudadano. La editorial Quimantu durante la Unidad Popular, con sus ediciones masivas al valor de una cajetilla de cigarrillos, fue expresión máxima de ese anhelo de democratizar de la sociedad a través de este mágico objeto que toma vida en el encuentro con el lector.

Autodafe. Las imágenes de los militares lanzando los libros a las llamas el 11 de septiembre de 1973 son una de las marcas indelebles del golpe militar que sella una etapa. Del libro amigo, del libro necesario, se paso al libro terror, libro peligroso. Durante los 17 años de dictadura, siempre estuvieron presentes las imágenes de allanamientos donde armas y libros eran expresión de la subversión. Mientras se desaparecía y asesinaba a los que luchaban contra la dictadura, en 1976 se impuso el IVA al libro. Como señaló entonces Orlando Letelier, ministro y embajador de Allende, asesinado en Washington ese mismo año, “La represión para las mayorías y la libertad económica para los pequeños grupos privilegiados son en Chile las dos caras de una misma moneda”. Se hizo evidente en esos años otra de las características que ha marcado transversalmente la historia de los impresos, libro resistencia.

Ley del libro. En la post dictadura, la ley que crea el Fondo Nacional de Fomento al Libro y la Lectura de 1993, busca recuperar un rol pro activo por parte del Estado en la creación, producción y acceso. Lentamente se multiplican las bibliotecas y los fondos concursables, contribuyendo a un crecimiento de la producción local. Pero se abordó el tema con el sello de la transición, tímidamente, “en la medida de lo posible”. Los concursos terminaron transformándose en un fin en sí y no en un medio para romper el círculo vicioso que vivía el libro desde 1973. El impuesto al libro, el más alto del continente, se mantuvo intacto, al igual que el conjunto del modelo económico.

Mercado del Libro. La creación y producción editorial local, arrasada por la dictadura,  enfrento en los años 90 la creciente tensión cultura-mercado; grandes grupos de la comunicaciones y la edición empezaron dominar la escena local y concentrar la producción desde España. El fin de la censura política abrió paso a otro tipo de barrera, la censura del mercado. Los ranking de los libros más vendidos vinieron a marcar la pauta de los espacios en prensa y vitrinas relegando la poesía, la filosofía, y gran parte de la producción nacional a los rincones.

Edición Independiente. En Chile, como en muchos otros países del continente, la invención y la herencia en la palabra escrita ha tenido como lugar privilegiado de publicación las editoriales cuyo fin es la edición misma, el libro, y no su rentabilidad económica. Los movimientos de editores independientes, junto a editores universitarios, vienen a resistir al tratamiento del libro como una simple mercancía. Surgen redes entre editores de diversos países y asociaciones, como Editores de Chile y la Furia del Libro, buscando recuperar la valorización social del libro, el carácter liberador de la lectura y la importancia de que en cada país existan industrias nacionales del libro, potenciando la creación local y propiciando un intercambio equilibrado y diverso entre los países de la lengua. No es posible que para que una autor circule entre Chile y Perú, entre México y Chile, entre medio tenga que pasar por España. La lógica del “comercio colonial” no puede seguir dominando nuestras mentes.

Tecno Utopía. Sin duda las nuevas tecnologías han permitido multiplicar posibilidades en todos los segmentados de la cadena del libro, y el libro digital permite responder a varios problemas que el libro impreso no resuelve fácilmente, sin embargo, el dominio de cierta “tecno utopía” –que identifica estos cambios con desarrollo, la conexión a Internet con democratización, el acceso a computadores con mayor lectura– responde a un peligroso espejismo que lleva a remplazar en vez de complementar, uniformizar en vez de diversificar. Es fundamental que estos cambios no terminen con una rica red librerías y bibliotecas, que no impongan como actores dominantes del sector a estas mega-empresas de la tecnología y las comunicaciones, cuyo único fin es el valor de sus acciones en la bolsa, transformando la relación mismo del ciudadano con el libro, de una relación de largo plazo, a un vínculo de servicio, de producto desechable.

Bibliodiversidad. La diversidad cultural aplicada al mundo del libro se expresa claramente en esas 16 letras. La “Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de la expresiones culturales” de la UNESCO, ratificada por Chile, México, y gran parte de los países latinoamericanos, consagra el derecho y obligación de los estados en relación a sus expresiones culturales, las que no pueden ser tratadas como simples mercancías. El carácter cultural y social del libro encuentra expresión en el espacio público y corresponde fortalecer un rol activo por parte del Estado en la materia. El mismo desafío de un intercambio diverso entre nuestros países se vincula con los principios y objetivos de la Convención.

Política Nacional del libro y la Lectura. Ha sido el gran desafío de Editores de Chile. El mundo del libro es como un ecosistema  frágil y rico a la vez, en el cual todos los actores son necesarios. Los desafíos comerciales de un proyecto editorial no pueden olvidarse, son básicos para enfrentar su sustentabilidad en el marco de sociedades capitalistas, pero no pueden pasar por encima de las otras características que marcan los proyectos culturales. La implementación de la política nacional aprobada el año 2006 que articula la acción de instituciones públicas con la sociedad civil, en una estrategia sistémica que aborda toda la cadena del libro, es el paso pendiente para lograr efectos multiplicadores de cada medida y acción en favor del libro y a lectura en la sociedad chilena.

Desafíos comunes. El titulo de un reciente libro que da cuenta de los desafíos y tensiones que cruzan la sociedad chilena contemporánea expresa bien el reto de la promesa de democratización de la sociedad a través libro y la lectura. Son múltiples las tareas pendientes desde el mundo del libro como el mismo tratamiento de los derechos de autor, desde una perspectiva equilibrada, que no olvide que al igual que los derechos del titular cabe garantizar los derechos de acceso al conocimiento, la libertad de expresión y la posibilidad de seguir creando. Tiempos esperanzadores se viven hoy al ver los jóvenes marchando por la educación pública, al verlos leyendo en plazas y el metro. Al ver la multiplicación de proyectos creativos y editoriales. Recuperar la lectura y el libro como una experiencia social, relevante, tiene un claro sentido de apuesta político-cultural, en favor de una sociedad participativa y democrática.

 

* Esta intervención se enmarca dentro de una mesa en torno al libro en Chile, en la Feria del Libro de Guadalajara año 2012

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