30 de julio 2012

El vuelo punzado enmudece

Una aproximación a Por Gracia de Hombre, de Verónica Zondek.

Una bofetada al lector anodino de domingo, al escritor en busca de un sitial en los escaparates del centro, parece materializarse en el primer texto de Por Gracia de Hombre, titulado “Entrega de una indocumentada”. Bajo ese título, la autora despliega en prosa los trazos generales de su poética contingente, fundiendo en un mismo punto la subjetividad que hilvana los poemas y el sustrato político-cívico que la poesía sigue teniendo, pese a las continuas erradicaciones que le han sobrevenido.

“La poesía es un presente en llamas y otorga al tiempo vigencia continua. (…) La evolución no es más que un deseo falaz y nunca cumplido” (7), se nos dice, para acercarse a las pocas preguntas que siguen teniendo sentido en la escritura, y esta merodea por el continuum histórico y su porvenir, en el cual, se avizora la reiteración de un pasado bárbaro, repleto de cuerpos apilados como reflejo de la horrorosa lógica humanista. La poeta toma una posición ante ello: “Mi juntos no sabemos por qué. Mi sabemos que volverá a ocurrir. Aquí y acullá, víctimas y victimarios por siempre en enroques sempiternos”, porque somos un mismo animal que respira para ser herido, “y cumplo con decirlo” (7-8).

Desde esta postura ética ante el ejercicio de la escritura, Verónica Zondek despliega diversos poemas hilados por preguntas retóricas y ajustes de cuentas con el gesto de la experiencia, que en muchos casos remite a lecturas. Un elemento central es la exhibición de las filias escriturales que convergen en Por Gracia de Hombre, ya que éstas no aparecen como apellidos autorizados sino como tensiones en la página, que delinean un diálogo algo rabioso rumiado en lecturas que resisten la fragilidad del momento. De esta manera, poéticas como las de Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Marina Tsvetáyeva, Olga Orozco e inclusive el bacalao Neruda, resultan friccionadas en una detallada lectura crítica. Cabe subrayar que a diferencia de obras como Dónde comienza el aire de Soledad Fariña (Cuarto Propio, 2006), basadas en mimetizar las estéticas de los autores para homenajearlos (quizá como una estrategia para tener algo que decir), aquí la alusión se sitúa en un margen donde la relación se sostiene en la poética y no en sus superficie. Esto se evidencia en el poema “Glamorosas”, en el que son aludidas autoras como Anne Sexton, Elisabeth Bishop, Sylvia Plath o Emily Dickinson, de quienes sólo se acunan “plumas versadas en el aire”. En esta línea, aparecen otros textos dedicados a diversos poetas, como Marosa Di Giorgio, George Trakl –y la intensa lectura puesta en obra por Jaime Huenún, como se consigna–, Alejandra Pizarnik, en cuales brota un tono oral que acentúa la alusión directa a las filias literarias, estableciendo que las poéticas que comparecen tensionadas en la urdimbre de Por Gracia de Hombre, son a su vez una cartografía literaria y política que sostienen los textos puestos en juego.

Estos poemas enrevesados de alusiones metaliterarias, son a su vez acompañados por grabados del artista Guillermo Núñez, cuya vasta obra plástica se relaciona con la poesía y la escritura. Se trata de imágenes densas, en cuyas figuraciones aparecen retazos de órganos vitales o insectos de índole imaginaria. En desmedro de lo que podría intuirse, la acumulación de referentes e imágenes no resulta abigarrada, pues estos recursos no subordinan a la palabra poética, sino que están ligados por un montaje que constituyen diversos espacios de lectura, y en el particular caso de los grabados, el vaivén resulta análogo a la intensidad de los poemas.

En medio de esta conjugación entre lenguaje, literatura e imagen, lo que sostiene la palabra es una voz nómade, indecisa pero punzante, que se resiste a la validación desde una identidad de género preconcebida, es decir, desde un espacio femenino validado por los circuitos académicos como única contra-posición a la escritura machista o heterodominante. Al evitar ese derrotero, la palabra poética se sitúa en un suspenso no catalogable, sin identidad patria, ni genérica (allende el velo del lenguaje, como diría Beckett), consiguiendo trasvasijar esa indeterminación crítica al lector (1), y evitando cualquier tipo de personificación que es, como sabemos, el recurso más básico de nuestras sociedades alienadas. Y lo que más me llama la atención en Por Gracia de Hombre es justamente cómo el ámbito privado tiende a mirarse desde una distancia abismal, pues en esa zona se talla la herida que rebrota a la hora de hacer pública la palabra poética:

 

“Lo sé sin traición ni documento.

Esta es mi casa y ya no es./ (…)

un aura que defiende el hálito familiar.

Sí, un piso cuadriculado en la cocina

un pulcro tablero y una Clorinda para el buen aseo /(…)

un horno que cuece la torta del barrio infantil./ (…)

Tantos y tantos días errantes en el desierto del hogar/ (…)

llenando el vacío que ratos hincha/

para luego hilvanar una historia demasiado propia (…)/

Vanidad de la materia que acoge el recuerdo

cual cofre silente entregado a la retroexcavador.//

Progreso

frío y bello como el cielo azul de los glaciares/ (…)

el bellísimo pensar y encadenado al fuego

que una vez ya nos fue arrebatado” (15-16)

 

En este poema “Progreso”, emerge una simbiosis entre los jirones de infancia y el vano ejercicio de anclarse a ese relato demasiado íntimo. Esto sugiere una crítica hacia las formas de memoria que son cómplices de la matriz positivista de la historia, donde el ser y su búsqueda parecen obligados a ingresar en un molde creado por gracia de hombre, es decir, por una ilusión que a estas alturas del control político de la vida y la natura, resulta más que miserable.

Es quizá por esta última razón, que con perseverancia se cava en el aire la duda indisoluble suscitada por el acontecimiento del exterminio Nazi. “Pesa la solución ahora/ y pesa la ´solución final´” (36), y esa conciencia aterida, se pregunta en “Retraso del exterminio”: “Cómo construir entonces un cuerpo/ con qué carne y qué manos/ cuando sucia es jabón la caricia” (47). No hay espacio para el repliegue, entonces, como sugiere David Miralles, la vaguedad de las fronteras son franqueadas por la destrucción del hombre contra el hombre. Esta voluntad  ante el acontecimiento histórico, deviene apelación en el poema: “Después de la destrucción (Oración sin salida)”. Allí la reflexión sobre el exterminio deviene angustia crítica, y más que intentar una solución amnésica se vuelve una pregunta por la posibilidad de construir una historia tras el holocausto, sobre la condición ética que tanto las víctimas (2) como los victimarios sostuvieron:

 

“el que sin querer queriendo y a manos llenas

encuentre por fin la Fuente de el Dorado en el continente “culto”

en las pilas de zapatos y cordones y botas variopintas

en los pelos por montón y de todos los colores

en la humana grasa para la industria del jabón perfumado (…)

 

Es por eso que múltiple el balbuceo de las escorias que salvaron dientes

Y que sin patria ahora ni polvo de muertos en la tierra

rastrean sin tregua el refugio en el vientre de la puta lengua que los parió” (39)

 

El carácter urgente que tiene la escritura al adentrarse a ése material humano, también realiza una mirada hacia el panorama interno de la isla negra que puede ser otra forma de decir Chile. Bajo un supuesto homenaje al Hombre Nuevo de Neruda, que a mí parecer debería leerse en clave irónica, ya que Zondek manifiesta una mirada crítica sobre los dispositivos con que se produce el arte chileno contemporáneo que, desde la instalación “Escena de Avanzada”, ha tendido a basarse en una serie de códigos en que lo más importante es la instalación simbólica de ciertos apellidos en determinados circuitos, más que la obra misma y su reflexión. De ahí que se plantee que: “y la prima materia es precio de exportación/ y más nacional es nuestro arte cuando más lejos rompe la frontera/ y seguro es el anonimato en cara deslavada y triste.” (41). Esta tesitura prístina en su vinculación política, se lee también en el poema “En carne viva”, donde se exhibe una valentía por restituir una forma de escritura que se acerca a una forma realista de entender las problemáticas sociales… “no más hoyo más hoyo más hoyo negro la memoria/ que azabache el polvillo nos lanza oscuros al tremedal” (69).

En definitiva, en Por Gracia de Hombre se despliega de igual modo tenacidad, crítica rayana con la ironía, y una experiencia decantada que no encuentra solución en la escritura, por eso resulta necesaria. De ahí que en los poemas pulse una conciencia de que el futuro es capturado por una cámara oscura, y que su relato es escrito con polvo de huesos. “Sea así me digo/ y nos toque algo bello por gracia del hombre/ y basten matahambres para ser satisfechos/ en los límites de este territorio” (76).

Santiago – Valdivia. Junio 2012.

 

NOTAS:

(1) Me parece que este ávido ejercicio que Zondek efectúa en Por Gracia de Hombre, es posible encontrar con diversas variantes de intensidad en otras poéticas escritas en nuestro territorio. Pienso por ejemplo, en Elvira Hernández, Nadia Prado, Verónica Jiménez o Valentina Osses.

(2) No resulta anecdótico el hecho de que este poema este dedicado a la lucidez de W. G. Sebald y a Carl Amery, quienes en distintos registros han hecho hincapié en la vigencia actual que tiene sustento filosófico-político del Nazismo.

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