14 de agosto 2013

La luz oscura

Esta semana me releí La luz oscura, el segundo libro de Nicolás Vidal. Ya lo había leído una tarde luego de que compartimos libros con el autor, él leyó uno de mis libros de cuentos, yo leí este. En un primer momento y atendiendo a la materia tan distinta de ambos textos, tuve miedo de leerlo, uno siempre tiene miedo de leer a un nuevo autor, más aún si uno sospecha que dista mucho de su estética y materiales de trabajo, de sus temáticas. Me sentía el perfecto opuesto literario a Nicolás Vidal,  sólo compartíamos el haber publicado un libro en LOM Ediciones.

Leí La luz oscura. Releí la luz oscura esta semana, luego intenté definirlo, en eso estuve ayer, todo el día. O parte del día. La luz oscura, es varias cosas, es primero, la reescritura y resignificación de una vida y del padre muerto en base a un nuevo elemento que se suma a las vivencias y recuerdos del personaje principal, Matías, un elemento brutal como lo es el enterarse de un día para otro, al estar revisando papeles en el ático de su casa que su padre había sido torturado en dictadura como tantos otros chilenos, un lugar como lo es hoy el Estadio Nacional, un lugar en que el grito de los jugadores de fútbol o de los que van domingo a domingo al estadio se confunde con los gritos que quedaron pegados en las murallas de ese recinto.

La luz oscura es ese relato, el relato del protagonista, Matías, que descubre que su padre fue torturado en y decide echar a andar no sólo el recuerdo de lo que fue el padre y la resignificación de todo su pasado, sino que también  la resignificación de lo que será de ahora en adelante como sujeto y cómo es que intentará vengar ese pasado enfrentándose al torturador, cara a cara, así tan real, con el deseo de en ese gesto de mirar, encarar, poner cara a cara abrir la posibilidad del duelo, del olvido.

Es en ese sentido el libro es a ratos un llamado de atención a muchas movidas políticas irresueltas en Chile. Una especie de salida a ese momento negrísimo de la historia de nuestro país: sí una salida literaria, por medio del lenguaje y al construcción ficticia, lo que no es menor en este ningún sentido, ya que es la palabra tal vez lo que nos puede llevar a pararnos de forma compleja en la infinidad de puntos de vista de una situación como esta. Ahora, con esto no quiero decir que Vidal apuesta por una salida creativa a ese hoyo o forado que existe aún en Chile, sino que más que eso, refuerza e instala el recuerdo, deja inscrito no sé si una realidad como tal, pero sí la aproximación a ella.

También le comentaba a Vidal el vacío que viene a llenar este libro en términos generacionales. Si es que uno cree en el concepto de generación literaria. Hasta el momento creo que este libro no estaba escrito entre sus pares etáreos. Extraño, el libro acerca de un hijo de padres torturados mirado desde el punto de vista del hijo, no estaba escrito. Ahora, esto abre obviamente la pregunta del por qué no estaba escrito. En fin, no voy a hacer un análisis de la narrativa chilena contemporánea, pero sí dejó abierta la pregunta.

Ahora bien, en relación a lo mismo, La luz oscura, de Nicolás Vidal me pareció un libro destacable. Muy destacable dentro de un panorama, y más que dentro de un panorama, un libro que viene en cierto punto a inaugurar la narrativa de una generación que escribe acerca de experiencias de tortura. Sí, hay libros que tratan el tema, como Frazadas del Estadio Nacional, de Jorge Montealegre también publicado por LOM, libros de ciencias sociales, de Historia pero hasta ahora no había leído un libro que retrate la vida de un joven nacido en dictadura y al que le torturaron al padre, visto desde la mirada del hijo.

Tiendo a comparar los libros por generaciones. Intento siempre hacer conjuntos, pares, autores medianamente contemporáneos en un análisis. No sé si tiene mucho sentido, pero sí relaciono este libro con Camanchaca, de Diego Zúñiga, ese libro que también habla de un padre, no de un padre torturado, o tal vez sí, un padre torturado por el sistema neoliberal, un padre sin recursos para arreglarle los dientes a su hijo. Un padre que tiene que llevar a Tacna a su hijo para que se arregle los dientes. Otro libro contemporáneo que trabaja con el material del padre es Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra, pero más que una huida al recuerdo y un movimiento hacia atrás retrata un regreso a casa, la casa como metáfora, además que Zambra nos relata la experiencia desde la generación del 90, que es otro punto de vista, al igual que el de Zúñiga, que es el punto de vista de los escritores nacidos hacia el final de la Dictadura.

Pensando en otros escritores, no puedo dejar de mencionar que este libro también lo sentí cercano al argentino Mauro Libertella, hijo del gran escritor Argentino Héctor Libertella, autor de Diario de la rabia. Héctor Libertella, murió el año 2006, ante lo cual su hijo, Mauro, escribe el gran libro, Mi libro enterrado, en el que relata cómo es que el padre muere de cáncer (esto en términos reales) y deja en el proceso la escritura. Su hijo Mauro decide contar ese proceso de la muerte de su padre, del abandono de la escritura en sus últimos días, y construir él como hijo un libro para su padre ya muerto y que da inicio a su propia escritura, escribiendo el libro Mi libro enterrado, publicado recién por Mansalva.

Volviendo a La luz oscura, la historia o narración en este libro se abre con un vacío. Llenar un vacío que no se sabía hasta el momento que lo era. Matías, el personaje, se despierta un día a sus 26 años y leyendo textos en el ático de su padre muerto se encuentra con papeles que le dan a conocer que su padre había sido torturado en dictadura. De ahí la historia avanza en dos sentidos: resignificar el pasado, la vida con el padre, su infancia, la construcción de identidad, el viaje a Barcelona, el regreso a Chile el año 1985, el terremoto, la relación entre sus padres, la enfermedad y obesidad de su padre, entre otras relecturas de la vida de Matías hasta ese momento, y por otro lado, un ejercicio de ya no ir hacia atrás en ese vacío, sino que ir hacia adelante, ejecutar alguna acción que termine de completar algo, buscar al torturador de su padre y enfrentarlo. Dos movimientos que llevan, uno hacia el pasado y otro hacia las acciones futuras que buscan llenar en el protagonista el vacío que se abre de un segundo a otro en su cuerpo, como si él mismo hubiese sido torturado, como si hubiese recibido un impacto de bala que hubiese dejado un hoyo enorme tan amplio como su cuerpo. El mismo protagonista lo dice: me siento el espejo de mi padre.

La metáfora que a ratos pillaba en este libro es que es un texto acerca de los cuentos que se nos ha contado a los chilenos y a todo el mundo acerca de la dictadura, mentiras constantes, y cómo es que esa verdad va saliendo a luz, va saliendo de esa luz oscura:

“De casualidad, descubrí que había estado preso durante dos meses en el Estadio Nacional. La historia familiar, o más bien las mentiras que me contaron, decía que a mi padre lo habían detenido solo un día y que luego partió al exilio, primero a Argentina y poco después a Barcelona. Ahí conoció a mi madre y nació su único hijo, o sea yo. Y luego decía que volvimos todos juntos a Chile a principios del año 85, que es donde comienzan mis recuerdos de manera un poco más organizada; lo anterior es un cúmulo de imágenes y emociones sin mucha lógica, que de todas formas tuvieron una poderos influencia durante mis primeros años en Chile. Mi padre se encerró tras los muros de concreto del Estadio Nacional. Como me forzaba a no recordar, en lugar de hacerlo en mi cabeza se empeñaba en mostrarme imágenes de él en el estadio. Veía un soldado, moreno y un poco regordete, que le daba un culatazo en las costillas y él, que en esa época era muy flaco, como un quiltro, caía al suelo sobre un charco de agua. Con esfuerzo conseguía levantarse y el soldado lo empujaba hacia la puerta de un camarín. (¿Qué camarín? ¿El de la selección? ¿Cuánta gente había ahí adentro?). La imagen se iba y era reemplazada por un grito ahogado (el grito, supongo, era suyo, aunque no pude reconocerlo).”

Por otro lado me  llamó la atención el formato con el que trabaja Vidal. También conversamos este punto. Lo encontré complejo en términos de construcción estructural. Demasiadas variables cuesta aunarlas en un solo texto. Estamos en la etapa del minimalismo literario, lo autores suelen trabajar con una sola temática, con escasos personajes, personajes fantasmales, escasos puntos de vista. En cambio el libro de Vidal, no sólo integra su conflicto con lo del padre, sino que también las relaciones amorosas de los personajes, tres mujeres, Francisca, Claudia y Daniela; además las relaciones de amistad con su grupo, sus conflictos en el trabajo, el desprecio hacia su oficina, una el fútbol, entre otras variables. Una infinidad de elementos se conjugan en un todo bien armado, organizado. El artífice de este texto tiene esa destreza de trabajar en varios niveles y con muchos elementos si perder el norte de la construcción ficticia. En ese sentido, Nicolás Vidal me decía que su formación está en los clásicos, también en la lectura de policiales, libros de best seller, etc. Libros que fueron su formación más temprana, donde tal vez y para bien, la experimentación está lejos de su trabajo, conservando la estructura más clásica de una novela, recordándonos con ese gesto, que sí, existe un pasado, no sólo en la historia, sino que también en la Literatura. Así texto y temática se relacionan a la perfección, pensando que el recuerdo de ese pasado también tiene que ser trabajado con los materiales de ese pasado literario. Forma y contenido se relacionan muy bien en este texto.

Por otro lado La luz oscura también es una crítica a un sistema de ninguneos laborales. Dedica páginas a despreciar la cultura del maltrato y el ninguneo hoy en los trabajos. Un ataque directo al sistema de contratación, de cómo puede meterse un joven recién egresado y llega a ser ninguneado por el departamento en que trabaja, es una crítica directa a el sistema neoliberal de trabajo asalariado, a las universidades privadas, a los hijitos de papá, estableciendo con ese gesto la distancia del autor hacia esas situaciones, apellidos rimbombantes, Errázuriz y cia., el malestar, la apatía de un joven que quiere por sobre todo escribir.

Porque también está la reflexión acerca de la escritura en este texto. No olvidemos que el padre del protagonista trabajaba en la editorial Quimantú, que además también había sido escritor, aunque fantasma, anónimo, de libros no publicados, su inédito Desmalezando, al parecer había desaparecido entre otros miles de papeles que desaparecieron en ese momento, que dejaron huella y registro de lo que sucedió.

Entonces también está la escritura. El mismo protagonista quiere dedicar su vida a ello.

Por último La luz oscura es como dije en un principio la búsqueda del torturador el padre, un sujeto llamado Patricio Reinoso que trabaja en una gran empresa de telefonía. “Entonces la búsqueda adquiría un sentido más profundo. Intentaba meterme en la cabeza de mi padre para vislumbrar de alguna forma algo que él había experimentado, para llenar el vacío, el suyo y el mío. Buscaba esa verdad tan difícil de narrar, de poner en palabras. Muchas veces el lenguaje se queda corto para expresar el terror, sólo puede reconstruirlo de manera incompleta, rudimentaria (lo insinúa, lo esboza, pero no puede expresarlo a cabalidad). No hay forma de revivirlo completamente. Una experiencia tan macabra como esa forma parte de lo indescriptible, pero necesitaba al menos una aproximación, al menos acercarme unos pasos para imaginarme su visión del horror. Y así lograr entenderlo. Entenderme”.

En conclusión La luz oscura es una novela acerca de los hijos de padres que han sido torturados y estuvieron presos en el Estado Nacional; más que eso es la novela de los hijos de torturados que no sabían que sus padres habían sido torturados. Es el relato de los hijos. Es una novela de desencanto social y político de una generación que nació en dictadura, y que tiene como una de sus salidas la reconstrucción y recuerdo por medio de la escritura.

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