27 de agosto 2012

“La política debe cambiar sus preguntas”

Desafíos comunes, la investigación de Kathya Araujo y Danilo Martuccelli, hace una radiografía de primera fuente del sentir y pensar nacional en estos días, enmarcado en el estudio de los individuos y a partir de un trabajo testimonial sin precedentes, puede llegar a aconvertirse en uno de los estudiosos sociológicos más contundentes de los últimos veinte años. Con presentaciones y discusiones en universidades nacionales, también será llevado a Lima y Berlín en los próximos meses. Carcaj conversó con Kathya Araujo y estas son sus respuestas en torno al libro.

Carcaj: Un comentario que se ha repetido sobre este libro es que “atrapa” y que se lee de manera muy fácil. Otro comentario que se le ha hecho es que está excepcionalmente documentado pues incorpora y debate gran parte de la producción en ciencias sociales en Chile y que hace una propuesta teórico-metodológica que entra en discusión con posiciones actuales de la sociología mundial. Las dos cosas no suelen ir juntas.

Kathya Araujo: Yo creo que, quizás, es resultado de que el libro si bien también le habla a los especialistas, claro, sobre todo está dirigido a las personas y les devuelve como en reflejo lo que enfrentan en sus vidas cotidianas como una vía para entender la sociedad en la que viven. Este es un libro sobre los desafíos que día a día tenemos que enfrentar todos de una manera u otra y de cómo las personas los enfrentamos. Una mujer joven me decía hace poco que había leído el libro y que cuando lo leyó, hablaba del capítulo de familia, comenzó a entender lo que pasaba con su pareja y su relación con los hijos. Muchos de los impasses que suele tener en su relación marital de pronto aparecieron en una luz distinta: no como problema personal individual, sino como resultado de “desafíos comunes” explicables, también, por razones societales…, y leerlo la alivió enormemente. Estuve no hace mucho en una discusión del libro invitada por psiquiatras y psicólogos especialistas en enfermedades del trabajo que encontraron en el libro muchos elementos que les permitían dar otras luces a lo que estaban encontrando en su práctica clínica. Estos son el tipo de comentarios que más me tocan personalmente, porque me parece van al núcleo de nuestro esfuerzo.

 

Carcaj: ¿Cuál es ese esfuerzo?

Kathya Araujo: El esfuerzo por pensar la sociedad chilena desde sus individuos y para sus individuos. En ese sentido, no es una sociología que en primera instancia se dirija a los especialistas en diseño de políticas o la gestión burocrática, aunque quizás ellos encuentren interés en él, y, aún más, creo deberían encontrar interés en él. Porque es un trabajo que  pone en primer lugar a la sociedad y que se dirige a la sociedad.

 

Carcaj: ¿Eso quiere decir que dejan fuera todo interés por lo político y la política?

Kathya Araujo: Este es un libro profundamente político. ¿Hay algo más político en un momento como el actual en Chile que devolver todo su peso a la sociedad? La política, entendida como la política institucional, como clave de comprensión y referencia del mundo social ha sido y sigue siendo enormemente dañina. ¿No es acaso político recuperar la dignidad del saber de los individuos comunes y corrientes para definir lo que es importante y lo que no en nuestra vida en común? Especialmente importante me parece esto último en un país como Chile en el que las élites económicas y políticas han tendido a tratar a la sociedad como menor de edad, han generado mecanismos de monopolización que reducen la circulación de cualquier saber que no espejee el suyo, y han justificado su clausura a partir de la superioridad moral y/o técnica. Cuando yo le pregunto a las personas qué opinan sobre algo en una encuesta, como es usual actualmente, yo estoy partiendo implícitamente de que yo sé cuáles son las cuestiones importantes. En el trabajo que hicimos la cosa es al revés. Son los individuos los que con sus relatos sobre su hacer cotidiano y con su generosidad sobre su saber sobre lo social, los que van a co-construir cuáles son las cuestiones importantes. Si hay una convicción que subtienda a este trabajo es que si las ciencias sociales pueden, verdaderamente, contribuir a la política es impulsando a que cambie las  preguntas que la orientan. No se trata solo de buscar nuevas respuestas, que es lo que se nos dice. No. Es más radical. La política debe cambiar sus preguntas. Son las nuevas preguntas las que cuentan.

 

Carcaj: Todo libro parte de ciertas preguntas o inquietudes ¿Cuáles son las inquietudes que están tras este libro?

Kathya Araujo: Muchas, como es usual, teórico-metodológicas, empíricas y político-intelectuales. Para empezar, nuestro trayecto surge de la inquietud acerca de cómo estudiar una sociedad sin presuponerle normativamente ni una definición a priori de los factores estructurales que la determinan ni un modelo de individuo a partir del que se la piensa. Dicho en otros términos, por un lado, se trataba de cómo evitar la imposición que se produce cuando se generaliza y se considera que los factores estructurales determinantes en una sociedad se pueden conjugar en un set pre-establecido que sirve para todas las sociedades (por ejemplo, lo económico, lo político). No es menor, porque si yo asumo que ese set ya viene pauteado, puedo dejar sin reconocer factores que son extremadamente relevantes en una sociedad. Por ejemplo, el mérito, el tiempo o la familia. Tomemos la familia. Es crucial. No se puede explicar las formas u dinámicas sociales actuales en Chile, si no se toma en cuenta el papel de la familia como soporte y compensación de la debilidad institucional en las vidas cotidianas de las personas, por ejemplo, en el cuidado de los niños, apoyos económicos, redes de contactos, etc., al mismo tiempo que si no se observa la sobrecarga y saturación de las personas con las exigencias normativas que les vienen de las familias: los “esquemas” que deben seguir al tomar decisiones en sus vidas, los exacerbados ideales de la parentalidad, el conflicto con la afirmación de sí, entre otros. Lo que me sostiene es lo que me aprisiona. Lo mismo con la cuestión del individuo.  Lo principal aquí era tratar de evitar un efecto corriente en los estudios en nuestra región: que debido al uso de ciertos marcos conceptuales se tiende a suponer la existencia en nuestras sociedades de tipos de individuos que corresponden más bien a sociedades europeas o a la estadounidense.

 

Carcaj: Entonces, ¿cuáles son las respuestas que se han dado en este libro?

Kathya Araujo: Dicho muy brevemente, hemos respondido identificando un conjunto de nueve pruebas o desafíos estructurales, el que, y esto me importa subrayar, es específico para el caso de Chile y se encuentra a distancia de lo que el set pre-establecido, del que hablé antes, postula. Van, como ya fue mencionado desde la familia y la pareja o el mérito pasando por el cambio histórico –económico y político–, el manejo del tiempo, el trabajo, la posición social, la horizontalidad, o la relación con los otros. A cada uno de estos desafíos se les ha dedicado un capítulo en el libro. De otro lado, al situar al individuo en Chile, el libro también se desmarca del debate nor-occidental. El individuo en Chile, está lejos de encontrarse principalmente impulsado a encarnar autonomía o auto-reflexividad, ambas presentadas como características centrales de la individuación contemporánea por la discusión europea. Por el contrario, el individuo que es impulsado por la individuación en Chile aparece como un híper-actor, en soledad y sostenido por sus actos. Pero, también, como un individuo relacional, es decir fuertemente asentado y soportado en las relaciones en las que está inserto.

 

Carcaj: Darle el lugar que le dan al individuo en términos teóricos y metodológicos, ¿no es afirmar y tener un juicio positivo sobre un proceso que ha sido varias veces denunciado: el crecimiento de las tendencias individualistas de la sociedad y su consecuencia en la ruptura del colectivo?

Kathya Araujo: No, por el contrario. Creo que hay empezar por hacer una distinción. De la idea de individuo no se deriva una sociedad individualista necesariamente. A menos, claro, que uno tenga una definición establecida y única de lo que entiendo como individuo. No hay siquiera necesidad de irse fuera del mundo occidental “central”, para retomar la distinción centro-periferia, para mostrar que no hay un solo contenido de lo que podemos entender por “individuo”. Ya desde muy temprano en el debate occidental, basta revisar un clásico como Tocqueville, es posible percibir la cuña entre el individuo y el individualismo estadounidense y el de Europa continental, por ejemplo. Ése ha sido precisamente uno de los problemas que ha habido en los estudios sociales en nuestra región como reflejo del pensamiento del “centro”: asumir que la noción de individuo solo podía entenderse en términos de la definición normativa que habían hecho de él en ciertas sociedades “centrales” como lo describió en su clásico estudio Dumont. En verdad, hay individuos empíricos en todas las sociedades. No se trata de abandonar la noción de individuo, se trata de apropiársela para pensarla en términos de las condiciones específicas en que estos procesos por los cuales una sociedad promueve ciertas modalidades de individuos se dan. Pero, yo creo que hay una razón más que nos distancia con todo con la idea de promover una visión individualista sobre lo colectivo. Lo esencial del esfuerzo de Danilo Martuccelli y mío ha sido, precisamente, identificar lo que es común para los miembros de esta sociedad, los desafíos comunes que deben enfrentar. Es decir, aquellos puntos que constituyen lugares posibles de identificación con los otros. En una sociedad tan segmentada como la nuestra, en la que es de rigor la tendencia a la constitución de mundos paralelos por razones socioeconómicas o políticas, es importante, nos ha parecido, recordar las dimensiones a partir de las cuales podemos reconocernos como parte de un mundo común.

 

Carcaj: ¿Es posible a partir de una sociedad que impulsa a las personas a ser “híper actores”, como los llaman,  o sea, personas obligadas a actuar permanentemente y a ser activas para auto-sustentarse en el mundo social, imaginar el surgimiento de solidaridad y un camino para acciones colectivas sostenidas en el tiempo?

Kathya Araujo: La tarea de construcción de lo común no se reduce a lo que se juega en el espacio público, sino que de manera más vivida y encarnada se nutre del acervo de experiencias que podemos percibir al mismo tiempo como propias y colectivas. Lo común, es lo que propone este libro, es resultado del hecho de enfrentar todos en cuanto miembros de una sociedad desafíos similares en nuestras vidas personales y de manera cotidiana. Reconocer cuáles son esos desafíos, espejea la vida propia con la de los demás. Restituye el peso de las dimensiones estructurales en lo vivido. En esa medida, nos permite diferenciar lo que nos toca como responsabilidad individual efectiva de lo que nos acaece a todos por el hecho de ser parte de una sociedad.  En cuanto puedo reconocer lo común de lo que nos incita socialmente, la vida del otro no me es ajena. Hacer hincapié en estos aspectos comunes es una apuesta política, ciertamente, y lo es porque, precisamente, es el reconocimiento de la comunidad de experiencias, como lo ha mostrado, por ejemplo, el feminismo, lo que pone las bases para una  posible politización de las mismas y da una base para la solidaridad. No está, por cierto, en nuestras manos este proceso, pero entendemos nuestro trabajo como una de las muchas contribuciones en este sentido.

Agosto de 2012.

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