06 de junio 2013

Las pruebas de un espectáculo

 

Toda prueba se crea. Y esa creación, ese invento, no es ingenuo ni un reflejo de la realidad. Uno de sus efectos concretos es marcar las pautas de una discusión, los límites de un diálogo o los bordes de lo existente. Releo estas oraciones que he escrito y me doy cuenta de su carácter engañoso: si las pruebas se crean y generan los límites de un “diálogo”, ¿llega a existir esa discusión alguna vez?

Mientras pienso en estas cosas parece que el cielo se cayó en Santiago. El rumor de los medios es exagerado como las conversaciones sobre el clima. A la distancia se sabe que algo se inundó, que las noticias sobre la lluvia se desbordan con más fuerza que el agua. El agua tiene su sabiduría. Los medios, a su modo, también. También se sabe sobre un experto. Habla sobre fenómenos paranormales en un matinal de TVN. Más lejos – más rumor – se oye algo sobre unos estudiantes reuniéndose en Plaza Italia. Entre todos estos ruidos, yo me detengo sobre un fragmento de Caso Bombas. La explosión en la Fiscalía Sur, el libro escrito por Tania Tamayo, un libro lleno de pruebas. Entre las muchas pruebas que Tamayo usó para construir este libro contundente, urgente y valioso, resalta en mi lectura una imagen que ella ha sido capaz de revelar: sobre una mesa del juzgado, al lado de un montón de pruebas absurdas que van de un pedazo de palmera a una libreta con mensajes amorosos, o  desde una hilera de bicicletas hasta un centenar de utensilios caseros, los huesos, los restos y los dientes de Mauricio Morales, han sido puestos por la fiscalía encima de una mesa y dentro de una bolsa transparente. Los periodistas que entraron después, escribe Tania Tamayo, se preguntaban: ¿evidencia de qué podían ser esos restos? ¿Para qué usarlos?

En una sociedad con una crisis de representatividad de tal nivel, temas pendientes incapaces de avanzar hacia una campaña presidencial, movilizaciones sociales constantemente ninguneadas y una memoria de mercado extremadamente volátil, el valor de Caso Bombas. La explosión en la Fiscalía Sur radica, precisamente, en la posibilidad de asentar ciertas pruebas. Las pruebas de un libro que a nosotros, los lectores, debiera incomodarnos. O al menos girarnos la mirada de las tragedias climáticas que año a año se repiten en nuestro paisaje de vacas pastando. Tania Tamayo toma las pruebas de un proceso infame y las despliega para nosotros con generosidad y acidez. Y resulta difícil no indignarse. Yo terminé asqueado. Entre esa materia prima de la indignación encontramos las maniobras descaradas de un montaje con visos de reforma a la Ley Antiterrorista – la Ley Hinzpeter -, los abusos de la PDI y la Fiscalía Sur contra la gente de casas okupa y diversas organizaciones. Los lentos procesos que muchos de los imputados debieron vivir en interminables meses de cárcel injusta. La ineptitud y la astucia clasemediera de un fiscal Peña pletórico de los tics más ordinarios de la chilenidad profunda, tanto que merece dar más espacio a esta semblanza: trepador poco destacado en la Universidad Diego Portales cuando no era lo que parece ser hoy. Esa misma mediocridad lo llevó a titularse en la Universidad de Las Condes. ¿Dónde queda esa universidad? Yo no me acuerdo. ¿Hay algo más ordinario que un egresado de la Universidad de Las Condes cuyo sueño es llegar a ser director de la ANI? Por suerte hay lobbies que nunca bastan. Ordinario, mal litigante. Un zorro con periodistas de confianza en La Tercera y El Mercurio. Un hombre acostumbrado a confrontaciones sociales con narcotraficantes que acabó aplicando la misma lógica criminal a un grupo de gente como usted, lector, o como yo, con la venia y el acuerdo del Estado.

También aparecen en este libro las cientos de pruebas carcomidas por sí mismas o por el tiempo – el mismo tiempo que debieron esperar personas inocentes en cárceles como la de San Miguel cuando ésta se quemaba -. Las pruebas de Tania Tamayo en este libro no son condescendientes con el poder y su violencia de Estado. Interpelan no solo los vínculos entre el Ministerio del Interior y la Fiscalía Sur, sino también los vínculos de ambas instituciones con medios como TVN y programas como Informe Especial o diarios como La Tercera o El Mercurio. Todas estas cosas que olvidamos quejándonos de la lluvia, como cada invierno. Tania logra visibilizar mediante una escritura ágil y aguda la mierda espesa que emerge de estos vínculos en una sociedad que se vende a precio bajo. Un ejemplo es que este caso de violación a los derechos humanos podría haber llegado a la Corte Interamericana. Pero bastaron las costas de reparación ofrecidas por los tribunales chilenos. Algo sobre dignidades se lee en ese final.

Alejandra Matus refiere un punto importante en su prólogo. Dice que el desmoronamiento del caso se puede explicar por diferentes puntos – uno de ellos es la capacidad de organización de los imputados, y en algunos casos sus medios económicos – pero jamás por una fiscalización de la prensa que, verdaderamente, salió igual o peor parada que el Ministerio del Interior o la Fiscalía Sur. Y si lo pensamos con detenimiento, tal vez esté igual de mal parada que nosotros. El olvido del Caso Bombas a cambio de la salida de Peña – Hinzpeter, por su parte, siguió incólume en su Ministerio– o la compensación económica para los imputados es un claro ejemplo de que el Caso Bombas podría volver a ocurrir con mucha facilidad. No son pocos los testimonios sobre estudiantes cargados con bombas molotovs o policías infiltrados hasta en los recovecos más oscuros de nuestras casas. Nunca cambió mucho el asunto en una sociedad cuyo eje de paso entre dictadura y “democracia” fue la ANI, cifra oscura – de derecha, de izquierda, del país de todos – que siguió operando sin discusión. Ahí están las comunidades mapuche, ahí están los estudiantes y los abusos de poder contra los movimientos sociales. Tan frescos como siempre. Tan frescos y a la vez tan olvidados como el mismo Caso Bombas, o la lluvia que capta la atención vegetal de un país entero. El allanamiento también es una figura metida en nuestra cabeza.

Mientras termino de escribir estas líneas, Buenos Días a Todos  nos cuenta que un árbol se cayó en Puente Alto. Y 24 Horas, de TVN usa una foto del metro de Caracas colapsado para hablar de los efectos de la lluvia sobre el metro de Santiago. Luego, recién, ahora mismo, se sabe por redes sociales que un chico escupió a Bachelet. Hace unos días, dos chicos acusaron detenciones y secuestros por parte del poder estatal. Yo ya no sé qué es montaje y qué no. Tampoco creo que nadie se pregunte qué lleva a un chico a escupir a una ex presidenta. Y para tomar decisiones críticas, se vuelve más urgente que nunca encontrar, compartir y conversar sobre objetos, temas o libros como este de Tania Tamayo que, a diferencia de las pruebas montadas por el Ministerio del Interior y la Fiscalía Sur – gruesas, abundantes, ordinarias e insustanciales – construye un discurso sobre una infamia cercana, mientras todos siguen mirando la lluvia, asombrados, como año tras año, esperando a que nos lave alguna prueba que no logramos o no queremos identificar.

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