13 de mayo 2010

Onetti: Cartas de un artista cachorro

La formación de todo creador reconoce en sus bases cierta educación sentimental que, el tiempo se encarga de condicionar como el contexto en que se forja la sensibilidad, las emociones y el acerbo cultural que transforman a un adolescente inquieto, introvertido y pesimista, en el escritor que todos conocemos como Juan Carlos Onetti. El autor del que se ha compilado parte de su relación epistolar en el libro Cartas de un joven escritor. Correspondencia con Julio E. Payró, que editorial LOM de manera simultánea publica junto a Ediciones Trilce, Ediciones Era y Beatriz Viterbo Editora, de Uruguay, México y Argentina, respectivamente.

Con un agudo y esclarecedor estudio introductorio de Hugo J. Verani, compilador del libro, nos hallamos con una de las piezas claves para comprender el posterior universo que desarrollará en su obra, volviéndolo un autor imprescindible en la narrativa hispanohablante del S.XX. Una lectura que vale la pena seguir revisando también en estos registros más personales, por medio de la recuperación y investigación más reciente, que nos permite rehacer ese viaje de aprendizaje, la ruta de maduración, que lo convertiría en ese escritor enigmático, profundo y complejo que nos escruta el alma con sus enormes ojos negros.

“La correspondencia de Onetti a Payró –apunta Verani– revela una pasión compartida por la cultura moderna; no se recoge por un mero afán arqueológico, sino porque revela una doble vertiente poco conocida de Onetti. En primer lugar; las cartas muestran a un joven escritor anhelante de amistad y afecto, sorprendentemente entusiasta, confiado y expansivo, un gran lector y no sólo novelas policiales, como solía decir. Son cartas pobladas de referencias culturales, de juicios valorativos sobre muchos libros y películas, recomendaciones de lecturas (que hacía en francés y en inglés) e incluso reproches irónicos a su corresponsal, como si sintiera obligado a demostrar sus conocimientos”.

Y no sólo lo hace desde la literatura, sino que asombrosamente, muestra su gran cercanía con las discusiones artísticas, el arte moderno, la tradición y las vanguardias, refiriéndose a la pintura de Rousseau, de Cézanne y Gauguin, confeso este último como uno de sus pintores favoritos: “Nunca podré olvidar el autorretrato de Cézanne, L’homme a chapeau melón, porque es una de las cosas que nos enloquecen verdaderamente, en la medida que trastornan todas esas ideas preconcebidas que pudiéramos tener sobre el acto de pintar y de escribir. Por eso comprendo la ligazón que, en Cézanne, Hemingway ve entre la pintura y la literatura. Sentí que el hombre que había pintado aquel autorretrato me estaba enseñando algo indefinible, que yo podría aplicar a mi literatura”, refería años después al hablar de otro amigo pintor, Joaquín Torres García.

Estas cartas, entendidas como muestras de un género íntimo, nos sitúan en el estado más puro de la reflexión que lograría cuajar en sus posteriores textos. Misivas que comienzan en 1937 y recorren la década del ‘40, nos ayudan a conocer de primera fuente, lo que pensaba, sentía y vivenciaba el joven Onetti, mientras sostenía las suspicaces columnas de “La piedra del charco” en Marcha o redactaba sus conocidas novelas El pozo (1939), Tierra de nadie (1941), su inolvidable cuento “Un sueño realizado” (1941), más los esbozos de sus novelas Tiempo de abrazarLa vida breve, publicadas algunos años después. No es de extrañar entonces que, esas mismas impresiones, sean referidas en sus cartas y hasta ciertas opiniones, bajo la forma de diálogos, también aparezcan desplegadas como interpelaciones a su destinatario.

Llama la atención, no obstante, que sólo conozcamos las cartas de este artista cachorro quedando como incógnita las respuestas a esa correspondencia por parte de su amigo pintor, aunque la razón es muy simple: Onetti nunca guardó esas cartas y tampoco llevaba demasiado orden en sus papeles personales. Algo que, con la visión que podemos tener hoy de él, supones que a la manera imposible y anónima kafkiana hubiera querido que nada suyo, menos en su intimidad, fuera manoseado así con el tiempo. Efecto contrario, dado que esa misma falsa modestia de escritor, bajo el duro ceño de la amargura –“hace muchos años aprendí el arte de afeitarme al tacto, para evitar la opinión del espejo”– logró vincular su mundo interior con las urgencias de una época convulsionada, pero que gracias a las cientos de páginas onettianas nos permiten mirarla sin prejuicios, concesiones, ni heroísmos.

Cartas de un joven escritor. Correspondencia con Julio E. Payró resulta un libro fundamental, porque hace justicia con una tajante línea de trabajo que ya conocíamos en su prosa literaria. Por lo que no es menor pensar que, ese mismo formato de escritura siempre estuvo presente en sus narraciones, siendo éste un correlato de ese mismo desarrollo. Sobrarían los ejemplos, y sólo nos quedamos con los brillantes inicios: “Tan triste como ella” (1963) o su inquietante y lapidaria novela aparecida antes de su muerte, Cuando ya no importe (1993), como ejemplos del modelo epistolar que aún seguimos leyendo. Donde la fórmula es tan antigua como el género: Un hombre pierde el amor de una mujer y se dispone a describirlo.

Escritas a mano algunas, otras tipiadas a máquina las más, dan cuenta de un ejercicio constante que acusa lo inevitable de escribir como extensión de su vida de hombre y de escritor, sin divisiones, porque evidentemente para él eran lo mismo: “Yo soy un tipo sin relación con el mundo. El cerebro no me da para entender de verdad lo que estoy viviendo, las gentes ni las cosas me interesan un corno. Todo me resulta como entre sueños y no hay forma de despertar. Toda comunicación con el mundo la establecía a través de ella y perdida ella no hay caso, no hay ersatz. Esto me tiene mal; en consecuencia, tengo que escribir y escribir y escribir. (Carta 52)”.

Roberto Contreras

(Santiago de Chile, 1975) es profesor, escritor y editor. Ha realizado publicaciones en diversos géneros (novela, poesía, crónicas, crítica literaria) como colaborador y editor en revistas La Calabaza del Diablo (1998-2005), Lanzallamas.org (2006-2010), Carcaj - LOM Ediciones (2010-2014) además de tallerista de fomento lector por editorial Zig-Zag desde el año 2015. Ha impartido charlas dentro y fuera del país de Chile en torno a sus proyectos y los soportes actuales de la literatura / Mail: unmejorlector@gmail.com

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