13 de septiembre 2010

Sobre Ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana, de Luis Emilio Recabarren

 

Nosotros, que desde hace tiempo ya estamos convencidos de que nada tenemos que ver con esta fecha que se llama el aniversario de la independencia nacional, creemos necesario indicar al pueblo el verdadero significado de esta fecha, que en nuestro concepto sólo tienen razón de conmemorarla los burgueses, porque ellos, sublevados en 1810 contra la corona de España, conquistaron esta patria para gozarla ellos y para aprovecharse de todas las ventajas que la independencia les proporcionaba; pero el pueblo, la clase trabajadora, que siempre ha vivido en la miseria, nada, pero absolutamente nada, gana ni ha ganado con la independencia de este suelo de la dominación española. Tan es así que los llamados padres de la patria, aquellos cuyos nombres la burguesía pretende inmortalizar, aquellos que en los campos de batalla dirigieron al pueblo-soldado para pelear y desalojar al español de esta tierra, una vez terminada la guerra y consolidada la independencia, ni siquiera pensaron en dar al proletariado la misma libertad que ese proletariado conquistaba para los burgueses, reservándose para sí la misma esclavitud en que vivía.

L.E.R.

Lo primero ante este texto de Luis Emilio Recabarren es constatar que no pasa el tiempo en vano, particularmente por uno: donde ayer había un convencido militante de la “jota” leyendo la palabra del fundador del Partido [no olvidar eso de “al Partido, salud, aquí está la Juventud”], hoy no queda más que un cierto asombro incómodo al repasar las páginas de Recabarren y contrastarlas no solo con el Chile actual, sino también con las mutaciones a las que uno mismo se ha visto expuesto en el último cuarto de siglo. A las coincidencias hasta cierto punto acríticas de ayer —más relacionadas con una forma de leer a Recabarren que con Recabarren mismo—, se vienen a superponer y sumar hoy las diferencias, los matices en la lectura ya no solo del texto, sino de la realidad misma que el texto retrata.

Surgido como una conferencia leída en Rengo el 3 de septiembre de 1910 —contando Recabarren tan solo 34 años—, el texto Ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana constituye, en palabras de Julio César Jobet, un “excelente análisis del carácter clasista del movimiento de la independencia, de la pugna social y económica del proletariado y la burguesía a lo largo de la República, y del carácter engañador de la historiografía, por cuanto, al reseñar la trayectoria del país, desconoce y olvida el papel jugado por el pueblo”. Y es, al tiempo que un valioso documento para develar el carácter de clase que anima y aún hoy define en buena medida a la tan manoseada “república” —concepto este del “republicanismo” que se ha convertido en uno de los refugios favoritos de la burguesía liberal tras la debacle electoral de principios de año—, un efectivo prisma a través del cual apreciar algunos aspectos del ideario de Recabarren, particularmente en lo referido a la moral, que ocupa en este opúsculo un lugar central y expresa algunas de las principales preocupaciones del incipiente movimiento obrero respecto de la “cuestión social”: alcoholismo, hacinamiento, prostitución, higiene, educación, todas materias tratadas aún con una pátina ácrata en su enunciación —esto tomando en cuenta que los anarquistas de esos años eran, o aspiraban a ser, verdaderos santos en lo que a comportamiento moral se refiere—, producto principalmente de la concomitancia discursiva entre anarquistas y socialistas, así como de una mirada que ya establecía distancias entre los apóstoles del socialismo y los embrutecidos obreros, siempre borrachos y puteando en vez de estar haciendo la Revolución Social. Y esto antes de verificarse la relativa reificación de las teorías leninistas sobre la vanguardia y la organización revolucionaria.

Más allá de las observaciones respecto del discurso moral de Recabarren [que tienen más que ver con el hecho de que si en tu revolución no se baila claramente no es la mía, más que con una crítica al propio Recabarren o a las corrientes revolucionarias de principios de siglo, que a fin de cuentas enfrentaban con este discurso niveles de alienación realmente bestiales… vaya, no me suena tan descabellado a fin de cuentas], es claro que lo expuesto, lamentablemente, sigue estando vigente en casi toda la línea, tanto a nivel de la aún pendiente democratización social, económica y política del país, como en lo referente a que, strictu sensu, esta celebración no pertenece efectivamente a las grandes mayorías nacionales. Lo mismo puede indicarse sobre los pasajes más “estadísticos” del texto, donde en forma concisa Recabarren expone que mientras el costo de la vida y las ganancias de la burguesía industrial y comercial se incrementan, la situación económica del proletariado y los salarios se mantienen virtualmente congelados [a propósito de la distribución del ingreso y la Casen]. Mención aparte merecen los pasajes en que expone el carácter y alcances de la abolición de la esclavitud en el país, que no deja en tan buen pie como se quisiera a algunos de los próceres dilectos de la clase dirigente.

Un texto pertinente, a fin de cuentas, para hacer frente al Bicentenario; más que en un sentido literal, en lo que a actitud respecta, pues reafirma el hecho nada nuevo de que no son los que construyen las mansiones quienes gozan de sus comodidades, así como no parecen ser los que trabajan un país los que primero disfrutan de su desarrollo. Porque como dice el propio Recabarren, “el progreso está construido, pues, sobre cuotas de la miseria”, y así será mientras el propio país y sus riquezas —naturales, económicas, culturales— no sean usufructo de las mayorías y dejen de estar secuestradas por la elite que cada cuatro años se traspasa el cetro y la corona para, lampedusianamente, permitir que todo cambie para que siga igual.

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