24 de junio 2016

Ciencia vs. crítica de la literatura: una falsa oposición

Un problema al que creo que conviene darle por lo menos una vuelta en cualquier reflexión acerca de los derechos y obligaciones de la crítica literaria, es el de la muy controvertida cuestión del valor. Con un cientificismo que tiene ya cien años y que arranca del proyecto de los formalistas rusos, el gremio académico acostumbra declararse (o hacerse el que es) incompetente frente a esta pregunta. Las palabras de Roman Jakobson, en 1958, en su discurso de Bloomington, permanecen hasta el día de hoy esculpidas con letras de molde en las paredes de los departamentos universitarios de literatura, con las características de una admonición severa e inhibitoria que los jóvenes profesores y estudiantes que las leen no pueden olvidar:

Desgraciadamente, la confusión terminológica de los “estudios literarios” con la “crítica” hace que el estudioso de literatura reemplace la descripción de los valores intrínsecos de una obra literaria por un veredicto subjetivo, censurador, la etiqueta de ‘crítico literario’ aplicada a un “investigador de la literatura” es tan errónea como erróneo sería llamar ‘crítico gramatical (o léxico)’ al lingüista. La investigación sintáctica y morfológica no puede ser suplantada por una gramática normativa, y de igual manera ningún manifiesto que avance los gustos y las opiniones propias de un crítico sobre la literatura pueden funcionar como sustituto de un análisis técnicamente [scholarly] objetivo del acto verbal*.

Ergo: según el Jakobson de ese discurso de 1958, no habría que confundirse. En una esquina del cuadrilátero coloca él a los “estudiosos” de la literatura y en el otro a los “críticos”, éstos, presumiblemente, los críticos públicos, los del periódico u otros medios de comunicación masiva. Pero yo me pregunto: si definimos la literatura como un “arte verbal”, ¿por qué enclaustrar su estudio únicamente en la differentia specifica, en el atributo “verbal”, entregándoselo de ese modo a la “ciencia lingüística” y dejando de lado el género próximo, que es el atributo de “arte”. ¿No es porque la ciencia lingüística no está en condiciones de cubrir esta dimensión? Más aún: ¿por qué no invertir los términos y hablar entonces no de arte verbal sino de lenguaje artístico, convirtiendo así al elemento estético en differentia specifica? Me tinca que los lógicos tendrían más de algo que decir al respecto.

En fin, a mí, la distinción de Jakobson no me sirve. Por lo demás, me parece que hay en ella un falso problema. Mi planteamiento al respecto es que la crítica sin erudición (no digo “ciencia” porque lo de una “ciencia de la literatura” hace mucho rato que salió del círculo de mis preocupaciones) es pobre y que la erudición sin crítica no sólo es latosa, lo que ya es decir bastante, sino que tampoco presta la atención que le es debida a la naturaleza profunda de su objeto, lo que es muchísimo más grave. A Jakobson, que fue quien definió a la literatura como un “arte verbal”, se le olvidó en Bloomington el género próximo y puso todos sus haberes en la diferencia específica. Al menos teóricamente, porque muy distinto es el Jakobson lector luminoso de textos singulares, como los de Baudelaire, no obstante las objeciones de Rifaterre y de Culler.

Me interesa a mí, por el contrario, reivindicar en una definición como la suya la primacía del género próximo por sobre la diferencia específica o, dicho más precisamente, me interesa poner énfasis en la condición de obras “de arte” que tienen los objetos de literatura más que en su condición de objetos verbales, que estarían en el mundo únicamente para darles trabajo a los “científicos del lenguaje”, y reivindicar al mismo tiempo la capacidad de quienes las leemos para emitir a su respecto no sólo juicios técnicos sino también juicios estéticos, como los que se pueden y se deben emitir acerca de cualquier obra de arte, y para comunicarles de esa manera a nuestros amigos lo que en nuestra opinión vale y no vale la pena leer. Para esto, una reanudación del diálogo entre la crítica académica y la crítica pública, entre los “estudiosos de la literatura” y los “críticos” (que es un diálogo que existió en el pasado de la cultura chilena predictatorial, que se interrumpió y que no ha vuelto a activarse después), es, al contrario de lo que Jakobson postuló en el 58, un deber.

 

* Roman Jakobson. “Linguistics and Poetics” en Language in Literature. Krystyna Pomorska y Stephen Rudy, eds. Cambridge, Massachusetts. London, England. Harvard University Press, 1987, p. 63.

(Santiago, 1941). Ensayista y crítico literario chileno. Es autor, entre otros, de los libros Discrepancias del Bicentenario (Lom, 2010) y Clásicos Latinoamericanos. Para una relectura del Canon (Lom, 2011).

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