27 de agosto 2012

De dónde venimos

No recuerdo bien, pero no pudo ser más allá de fines de los ochenta y no tenía yo más de diez años. En una escuela municipal de La Florida llamada Indira Gandhi, nos mostraban un VHS llamado De dónde venimos. No era común gastar el tiempo en videos. En él, una “mamá” y un “papá” totalmente cubiertos inflaban las sábanas en una burbuja que crecía y crecía hasta explotar. Personas que no se ven. Una forma redonda que crece. Una explosión. Por sobre todo ello una voz en off con un acento castizo que se infla y se infla y así, con toda nuestra atención, nos informa y moldea un recuerdo falso: de ahí nacíamos nosotros, los niños chilenos de esa escuela municipal de los ochenta.

No sé de dónde vienen estos recuerdos, pero llevo las últimas semanas con un libro entre las manos, doblado como repollo y repleto de subrayados: El pensamiento político de Jaime Guzmán. Una biografía intelectual, de Renato Cristi. Una reedición aumentada con dos capítulos, publicada por primera vez el 2000 y reeditada el 2011. Para quienes no trabajamos en ciencias políticas, el libro de Cristi resulta un texto éticamente fundamental, sobre todo si logramos entender que el pensamiento de Guzmán, analizado con pinzas por Cristi, es una parte determinante de nuestras vidas, de nuestras experiencias cotidianas y nuestros modos de vivir en la sociedad chilena. Carlos Peña lo escribe en el prefacio: en vez de ser un intento de descripción biográfica de un individuo, (el libro) sería, como pienso que es, un análisis de lo que podríamos llamar la genealogía de parte de nuestra cultura pública, esa que, en las últimas décadas, y mal que nos pese, nos acompaña como si fuera una sombra.

Cristi delinea el recorrido del pensamiento de un hombre que sintetizó como nadie en la historia de Chile elementos conservadores y liberales basándose en los conceptos de autoridad y libertad, probablemente, el pensamiento más eficaz del siglo XX chileno. Para Cristi, la evolución del pensamiento de Guzmán se da en relación a la medida de desarrollo histórico, es por ello que propone tres hitos en el rastro de sus ideas, en términos conceptuales: la elección de Frei el 64, el golpe militar del 73 y la puesta en vigencia de la Constitución de 1980. Estos tres hitos definirían su proceso intelectual y político, y nuestras vidas, siempre en torno a las ideas de libertad y autoridad. Ahora, sería importante nombrar lo que para Guzmán es libertad: defensa extrema de la propiedad privada, libre empresa, capitalismo y subsidiariedad. Y orden: seguridad, jerarquía, rango social, obligación de clase, tradición, protección. El modelo que Guzmán tiene en mente en el primer período que nombra Cristi es, precisamente, el régimen franquista. A ello se suma la adhesión juvenil a los principios político – sociales de los conservadores Jaime Eyzaguirre, Osvalo Lira y Julio Phillipi. Las contradicciones, que no serán pocas, desde este primer período se plasmarán en un rechazo al liberalismo aunque las categorías y argumentos usados por Guzmán serán liberales. Este primer periodo, según Cristi, corresponde al inicio en la vida política: la marca de universidad y gremialismo, meses antes del 73. Ya se anuncia el proyecto revolucionario de creación de una nueva institucionalidad para Chile, donde se conjugan las nociones de autoridad y libertad, o como las llamaba Guzmán, las palancas armoniosas y equilibradas del progreso material y espiritual.

El segundo proceso que Cristi analiza corresponde a la proyección del pensamiento político a una nueva institucionalidad: Guzmán, el autor intelectual del golpe, destruyendo la Constitución del 25 y redactando la del 80. Es en este periodo que se notan influencias del pensamiento de Hayek: libertad de enseñanza, derechos individuales, propiedad privada, libre asociación y de empresa. Resulta muy interesante la sensibilidad con la que Cristi nota las adhesiones y diferencias respecto al pensamiento de Hayek en el pensamiento político de Guzmán. Las abismantes desigualdades sociales de hoy en Chile encuentran un origen en ciertas variaciones a un tema tratado por Hayek. Cristi rastrea un texto en el que Guzmán atribuye a la redistribución de la riqueza un valor propio del pensamiento de Hayek: una tarea que toda economía social de mercado reconoce como propia y típica de la autoridad estatal, según Guzmán. Cristi nota que durante la segunda visita de Hayek a Chile en 1981, y en una entrevista, Guzmán sale de su error respecto a sus ideas de redistribución. Ante la pregunta de Guzmán, sobre si Hayek considera que una función del Estado es redistribuir la riqueza, Hayek contesta que no, que es precisamente la desigualdad de ingresos la que permite el actual nivel de producción. Tres semanas después, nota Cristi, Guzmán escribirá en La segunda que la concreción de la economía social de mercado en Chile dista de ser la fórmula rígida de un pensador o escuela. Por supuesto, dentro del proyecto ideológico de Guzmán, según Cristi, esta nueva fórmula criolla consiste en que honradamente piensa que para los pobres la gallina de los huevos de oro es la inversión de los ricos. La desigualdad es, precisamente, el eje de la producción capitalista, pero como los mejores argumentadores católicos, Guzmán disfrazará la desigualdad de subsidiariedad: la primacía de un Estado regulador, que no interfiera en el mercado, una idea, por cierto, extraída de Carl Schmitt.

Otro núcleo central en la configuración de este segundo proceso en el pensamiento de Guzmán se centra en la importancia del concepto de Poder Constituyente, de Carl Schmitt, el mismo que configura la Constitución de la República de Weimar el año 1919. Para Guzmán, el golpe de Estado del 73 deja a la Junta Militar como“responsable ante Dios y la historia”. Uno de los argumentos para sostener esta pervertida idea metafísica es el uso del concepto de Poder Constituyente de Schmitt reinterpretado por el régimen franquista y su discípulo Sánchez Agesta. Para Schmitt, soberano es quien tiene el poder para generar cambios políticos. Así de simple… El uso de este concepto, en el caso de Schmitt, está en función de un proceso democrático en pos de una salida de un orden monárquico. Sánchez Agesta, quien agrega al concepto de Poder Constituyente las variaciones de Poder Constituyente original y derivado, aplica esta idea a favor de la dictadura franquista tras la Guerra Civil Española. Subrayando el carácter revolucionario, Sánchez Agesta reconocerá al régimen franquista como una dictadura soberana, por ende capaz de hacer reformas políticas, depositaria del Poder Constituyente. Es mediante las ideas de Agesta que el pensamiento de Schmitt llega a Jaime Guzmán. Él, en el proceso de destrucción de la Constitución de 1925, inmediatamente posterior al golpe de Estado del 73, configura mediante el concepto de Poder Constituyente una revolución autoritaria y elitista, como la democracia que la sustenta y que norma nuestras vidas hasta el día de hoy. Esta idea que incomoda tremendamente a los sectores de izquierda, innegablemente, confirma que lo desarrollado desde el golpe corresponde a una revolución y no a la restitución del orden de Allende y la constitución de 1925. La concepción schmitteana de Poder Constituyente sirve para demostrar que la junta militar no se constituye como una dictadura comisaria sino soberana, siguiendo el ejemplo franquista. Todo esto filtrado por Luis Sánchez Agesta mediante la división entre Poder Constituyente originario y derivativo, división que Schmitt no hace. Una serie de relecturas adecuadas a diferentes, aunque similares, contextos.

Un punto impresionante es que Guzmán defina lo que los militares han hecho. En las Actas de la Comisión Constituyente se lee: El señor Guzmán disiente de la opinión del señor Silva. Expresa que la Junta ha asumido el Poder Constituyente derivativo, porque no hay duda alguna de que Chile tenía una Constitución el día 11 de Septiembre y frente a eso hay dos posibilidades: entender que a partir de esa fecha Chile no tiene Constitución…; o bien, entender que sigue vigente la Constitución en todo aquello que no sea expresamente derogado. En cualquiera de estas dos alternativas se debe partir de la base de que la Junta asumió el Poder Constituyente derivativo, ya que para derogar una Constitución y entender que ahora la norma jerárquica superior serán los decretos – leyes…

Lo curioso es que los mismos españoles que generan la división de Poder Constituyente originario y derivativo, esto lo sabe Guzmán, constatan que el Poder derivativo no basta para derogar una Constitución. Tal como dice Cristi este error jurídico oculta una evidente maniobra política. Guzmán interpreta ahora como mera reforma lo que más tarde reconocerá como la destrucción de la Constitución del 25. Y lo hace para proteger la imagen nacional e internacional del gobierno.

La descomposición del tejido social también haya su origen en este proceso de las ideas de Guzmán, que luego se rastreará también en el sistema binominal (Guzmán fue quien más insistió en él en el periodo de transición): distinción entre poder político y poder social. Para Guzmán la acción gremial debe ser enmarcada en límites estrictos. Con ello las asociaciones intermedias no podrán tener incidencia directa en la esfera política. De nuevo aquella idea de jerarquía, de clase. Tufillo Opus Dei: todos a sus puestos, sea la mejor secretaria, sea el mejor subempleado, no estudie para ingeniero, no llegará a gerente, sea el mejor en la escala jerárquica que le tocó. La distinción hecha por Guzmán entre poder social y poder político sella la suerte del corporativismo estatal en Chile, como dice Cristi, corporativismo que él mismo siguió y apoyo durante su juventud. Es aquí donde se desplazan los primeros postulados de Guzmán hacia lo que pretende para Chile. Ese desplazamiento va hacia el neoliberalismo. La pavimentación del sistema para el neoliberalismo. La “nueva democracia” era una sociedad de mercado.

Las bases de la idea de un Poder Constituyente en el caso del golpe del 73 están situadas más allá de lo jurídico, son, en resumidas cuentas, una categoría metafísica o protometafísica que apunta más bien a ser el objeto de una teología política. Para muestra esta joyita de Donoso Cortés, otra influencia directa de Guzmán: El Poder Constituyente no puede localizarse por el legislador ni formularse por el filósofo, porque no cabe en los libros y rompe el cuadro de las constituciones; si aparece alguna vez, aparece como el rayo que rasga el seno de una nube. Poesía pura. De todos modos la idea de Poder Constituyente, para Cristi, es un elemento central para comprender el golpe de Estado y la aniquilación de la Constitución de 1925, también para comprender que todo aquello fue una revolución: delegar el Poder Constituyente en la Junta Militar en vez del pueblo. Ese poder no configura una dictadura comisaria, sino una dictadura soberana con facultades para construir una nueva constitución.

La tercera fase del pensamiento político de Guzmán estará marcada por la elaboración de una concepción de democracia que armoniza los principios autoritarios y libertarios desarrollados en las dos fases precedentes. Es aquí donde Guzmán construye su cuarteto valórico: libertad, seguridad, progreso, justicia: forma de vida intrínseca. ¿Les suena? Esta forma de vida media la democracia que, para Guzmán, no es más que una forma de valor meramente instrumental. Para Guzmán, la democracia no tiene un valor intrínseco, como la libertad y la autoridad, que son, para él, un fin en sí mismo. Este periodo también está marcado por su distanciamiento de Pinochet, tras las treinta y nueve disposiciones transitorias que alteran el curso político original que Guzmán dio a la Constitución del año 80. Guzmán se distancia y crítica solapadamente a Pinochet mediante el acto de poner en relieve al General Prieto y la confianza depositada en colaboradores civiles. Para Guzmán, Pinochet se acerca al personalismo regionalista de O´Higgins. Tras este distanciamiento, Guzmán fundará la UDI, postulándola como una superación al régimen militar: Definimos nuestra posición frente al actual gobierno como de apoyo razonado e independiente de juicio, en pro de alcanzar las altas metas que él se ha trazado, escribe en su fundación. Se suele decir que la Constitución es un ropaje a la medida de los militares. Hacemos caso a los voladores de luces de un pequeño grupo de retrógados que exhiben un documental idiotizante. La Constitución está hecha a la medida de los militares, repetimos como loros. Y eso cierto. Pero mejor le queda a la UDI, dicho sea de paso, el partido con más adherentes en este país. En época le quedó bastante bien a la Concertación. Pinochet murió, los pinochetistas se dedican a hacer documentales donde las cosas son blancas o negras, como perros sin hueso acorralados por la historia. Es la UDI la que hoy gobierna. Y son sus representantes los que sostienen charlas espectrales con Jaime Guzmán.

De dónde venimos, se llamaba el documental ese, el que nos hacían ver en la escuela municipal, mientras dábamos nuestros primeros pasos en un país inventado por Jaime Guzmán. Él, con no más de cinco años más que nosotros, en su primera juventud, ya cristalizaba todo el devenir de su pensamiento político puesto en praxis con el tiempo. Cristi repara, de manera brillante, en una carta escrita a los quince años a su madre, desde la España de Franco: he palpado que el Generalísimo es el Salvador de España, escribe Jaimito, no hay libertad sino dentro de un orden, ha dicho Franco. A nosotros, los niños idiotizados nacidos en los ochenta, idiotizados en el orden impuesto por Guzmán, nos contaban una historia en castizo: una mamá y un papá inflándose bajo unas sábanas que acabarían por estallar. De dónde venimos, se llamaba ese documental. Guzmán, en otro orden de cosas, a sus quince años, ya prefiguraba el orden en el que nosotros nos idiotizaríamos. Ese orden, influenciado por un Santo Tomás que nosotros no conoceríamos, considera que la monarquía constituye la forma más perfecta de autoridad. Ese orden, para Cristi, con el monopolio de la acción política por parte de la junta de gobierno tiene como contrapartida la desmovilización de la masa ciudadana. El ciudadano público debe ceder el paso al individuo privado que solo atiende sus asuntos familiares, vecinales y gremiales. ¿Les suena? Y ahí seguimos: no somos individuos, somos consumidores de utilidades. No somos ciudadanos. En ese orden perverso, en ese revoltijo de ideas, Guzmán justifica, además, los atropellos a los derechos humanos: Los derechos humanos no son absolutos, en el sentido de ilimitados. Desde el momento en que su titular es un ser contingente y no absoluto, limitado y no infinito, sus derechos están sujetos – forzosa e inevitablemente – a ciertos límites. Pide una jerarquización de los derechos humanos según el contexto en el que se inserten. Gira la acusación argumentando la violación masiva del, para él, derecho humano más básico: la propiedad. La culpable, según Guzmán, sería la DC antes del gobierno de Allende. Este argumento casi infantil del quién pegó primero opera como aquellas estructuras argumentativas de cura de parroquia, o de profesor de religión de Liceo Municipal de La Florida, pero dirigiendo un país.

La subsidiariedad será, entonces, la propuesta económica para Chile. No utopías igualitarias, sino una estructura de redistribución basada en jerarquías. No hay aquí tercera vía, ni educación gratuita ni acceso a salud mediante incentivos de Estado sino la solución propuesta por Guzmán: crecimiento acelerado, ingreso de las mayorías al mercado, pero ello implica aceptar la desigualdad, oh, Dios, como un elemento de la Creación. El proyecto de Guzmán es el proyecto de la UDI, uno de los partidos que nos gobiernan hoy: el respeto de las jerarquías que para Guzmán son naturales, todo en pos de luchas contra la igualdad, o el socialismo. Nosotros somos, hoy, esta forma de gobierno que, por cierto, ya no da para más.

Hoy, que Chile parece un manicomio de vanguardia, aunque manicomio al fin, y que los pinochetistas organizan celebraciones sin objeciones por parte del poder ejecutivo, hoy, que un economista circense empieza a hacer campaña ganando la simpatía popular en programas estelares, hoy, que los representantes de los movimientos universitarios se siguen olvidando de los escolares en sus demandas a fin de proyectarse en el sistema electoral inventado por Guzmán, hoy, que un prepotente Ministro del Interior se niega a salir del gabinete por más errores cometidos, hoy, que los congresistas hacen campañas posando como enfermos de alzheimer, hoy, que por chorrenésima vez se intenta discutir un proyecto de ley que cambie el podrido sistema binominal, no vendría nada, pero nada de mal, leer este libro de Renato Cristi y recordar, o enterarnos de una vez, de dónde venimos.

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