23 de noviembre 2018

Desafíos y experiencias en la construcción de cooperativismo contrahegemónico

Ponencia presentada en el VI Encuentro Internacional de la Economía de los Trabajadores, realizado los días 30 de Agosto, 1 y 2 de Septiembre de 2017, en las ciudades de Buenos Aires y Pigüe, Argentina.

 

Como Federación de Cooperativas de Trabajo TRASOL, queremos con el siguiente trabajo dar a conocer los avances y desafíos que se presentan en el camino por desarrollar cooperativas de trabajo bajo una perspectiva no capitalista, en el actual sistema político, económico, social y cultural chileno.

Este contexto nos sitúa como el experimento neoliberal más radical y de mayor duración del mundo: 40  años de perfeccionamiento sin interrupción, tanto en su fase cívico-militar, como neoliberal democrática. Un neoliberalismo maduro, avanzado, triunfante. En términos político- institucional, el sistema neoliberal existente se sustenta en la constitución política de Chile de 1980, impuesta en Dictadura; la cual posee un profundo carácter liberal. Contiene los principios y normas que regulan la acción del Estado en la economía, protegiendo el derecho a la propiedad privada por sobre todos los otros derechos, y garantizando la libertad económica de los privados por sobre todas las otras libertades. Se construye un Estado como herramienta funcional al empresariado, que vela por los mercados y las inversiones privadas de carácter subsidiario, y que al mismo tiempo está imposibilitado de realizar actividades empresariales, salvo sea por medio de una ley especial de quórum.

En materia económica, este neoliberalismo se fraguó privatizando los derechos sociales, como también los servicios básicos: educación, salud, vivienda y pensiones de vejez; agua, electricidad y gas, el transporte y las comunicaciones. Se construyó una economía a base de la exportación de materias primas; se abrió la economía firmando más de 22 Tratados de Libre Comercio (TLC) con más de 60 países, defendiendo hasta el día de hoy firmemente la instauración del TPP, importante herramienta de profundización del modelo.

La configuración político económica del neoliberalismo chileno ha llevado consigo un crecimiento económico promedio anual del 5,1% en las últimas dos décadas, como asimismo reducido notablemente la pobreza absoluta; cuestiones altamente embanderadas por los gestores del sistema. Sin embargo, este modelo ha producido cada vez mayores niveles de desigualdad en el ingreso, profundizando fuertemente la concentración de riquezas, y creando un endeudamiento generalizado en las personas para poder sobrevivir. El trabajo ha alcanzado altos niveles de precarización, tanto en los ingresos como en condiciones laborales; en flexibilización y tercerización del trabajo, donde se desvanece cada vez más la idea de seguridad o estabilidad laboral.

En los últimos veinte años la productividad del trabajo (PIB/horas trabajadas) aumentó un 90%,  mientras que el salario sólo lo hizo un 20%. La realidad habla del país con mayor desigualdad social y económica de la OCDE.

En cuarenta años de experimento neoliberal se construyó una sociedad basada principalmente en sujetos de consumo, donde se instalaron valores como el individualismo y la competencia, y se normalizan prácticas como la privatización y mercantilización de los derechos, las relaciones y los cuerpos. Se ha reconfigurado a un nuevo tipo de trabajador “neoliberalizado”: falto de derechos, indefenso ante el poder empresarial, y por sobre todo, trasformado en el agente de consumo necesario para la profundización y reproducción del sistema neoliberal dominante.

En toda esta adversidad, las cooperativas de trabajo hemos vivido un tímido resurgimiento como alternativa ante los efectos desastrosos sobre la sociedad. El contexto neoliberal nos despliega un complejo escenario de acción, ya que prácticamente es “natural” que una cooperativa de trabajo adquiera los valores y principios hegemónicos del sistema; resultando en ellas formas de organización y funcionamiento no democráticas y abusivas, al igual que en las empresas de capital. De esta manera, el trabajo de creación y fortalecimiento de unidades productivas autogestionadas, se convierte en una tarea que nos permite evidenciar sostenidamente las principales contradicciones del sistema, al ser al mismo tiempo nosotros y nosotras, trabajadores y trabajadoras; dueños y dueñas de la empresa, que aportan resueltamente hacia la construcción de una propuesta político-productiva con honda raigambre anticapitalista.

En este sistema económico dominante, pareciera que cualquier intento por levantar referentes productivos bajo principios de la economía solidaria y popular, está condenada al fracaso, tanto en los aspectos económicos y organizativos, como en sus formas de gestión. Castigada al hundimiento, porque nuestras formas de  organizar  el trabajo no ponen el primer énfasis en la consecución de la mayor tasa de ganancia, sino en generar trabajo para la mayor cantidad de trabajadores y trabajadoras; incorporando valores, principios y formas organizativas radicalmente contrarias a las normalizadas en el sistema capitalista.

Por lo tanto, si miramos a las cooperativas bajo una perspectiva de mercado y competitividad frente la empresa de capital, las condiciones son profundamente desiguales para el sector cooperativo; ya que se disputa con las empresas capitalistas bajo las lógicas hegemónicas, con sus reglas y en su cancha, pero con distintos objetivos y perspectivas. Mientras la empresa de capital hace lo posible por reducir los costos y maximizar las ganancias a costa de sus trabajadores y trabajadoras, las cooperativas intentamos sobrevivir generando trabajos dignos y justos para sus miembros.

Por tanto, para el real avance de procesos de producción, distribución y abastecimiento que vayan a contrapelo del sistema, es completamente necesaria la construcción de formas económicas contrahegemónicas; sociales, solidarias y populares. Distintas a las del mercado en las que tenemos que competir hoy, con sus valores y lógicas; debemos funcionar bajo principios radicalmente antagónicos a los del capital.

En lo relativo a la producción y al trabajo, es importante reconocer qué es lo hegemónico, cuáles son las claves de lo que aspiramos a cambiar y hacer radicalmente distinto en pos de una transformación social.

El primer punto clave que reconocemos es la explotación, que no se materializa necesariamente en trabajo físico esclavizante, sino la entendida como el enriquecimiento a costa del trabajo ajeno. De esta forma, creemos que en las cooperativas de trabajo bajo una perspectiva de construcción contrahegemónica, ningún trabajador o trabajadora se debe enriquecer a costa de otro; consideramos elemental trabajar sin patrones. Porque los trabajadores y trabajadoras que nos organizamos prescindiendo del patrón demostramos que somos los únicos y únicas responsables capaces de llevar a cabo la producción.

Un segundo eje clave que visualizamos es la división social del trabajo. En este sistema se viven profundas diferencias en responsabilidades, derechos y salario; existen relaciones de poder creados por el nivel de estudios académicos,  en menoscabo del conocimiento práctico. También observamos la sobre-especialización del trabajo; lo que implica no conocer qué hace y cómo funciona la empresa en general, o qué realiza el compañero y compañera de al lado. Pasa por no comprender a nivel macro qué es la producción y el rol de cada uno en ésta. Así, una forma concreta de enfrentar la división social  del  trabajo,  es a través del modelo de gestión que seamos capaces de construir; uno basado fundamentalmente en la autogestión de los trabajadores y trabajadoras, algo que va más allá de la planilla excel o de una administración y una contabilidad clásica.

Muchas veces el modelo de gestión lo simplificamos a la administración y las cuentas, pero nos olvidamos de la organización del trabajo en su totalidad, a las relaciones sociales que ello produce. Crear un modelo que resignifique y tienda a igualar las diferencias de condiciones entre trabajo material e inmaterial, entre trabajo profesional y de oficio. Donde se establezcan como parte del proceso del trabajo: la educación, la rotatividad de cargos, las relaciones entre personas, el bienestar y todo lo que los integrantes de cada cooperativa crea que es necesario considerar.

Cuando nos conformamos como Federación de Cooperativas en este contexto ultra neoliberal, asumimos que ésta debería ser una herramienta que nos permitiera agrupar y representarnos, pero sobretodo ser instrumento de disputa política que nos dote de poder para avanzar en la configuración de una nueva forma no capitalista de relacionarnos socialmente. La economía solidaria y popular, para y desde los trabajadores no es algo dado, sino que se construye día a día.

Esta capacidad política de la federación se sustenta primordialmente en la consolidación de cada una de sus cooperativas, en cuanto logren avanzar en su carácter contrahegemónico; materializado en su modelo de autogestión. A esto podríamos llamarlo su carácter prefigurativo; entendiendo esto como la capacidad de materializar nuevas relaciones sociales que se definan por elementos y principios no capitalistas, dentro del proceso productivo y de configuración de actores sociales y políticos. Por  esto, es indispensable que dichos avances logren fortalecer no sólo la capacidad interna de cada cooperativa, sino que también apreciar las fortalezas y logros que como federación podamos alcanzar conjuntamente. Porque es importante desarrollar la capacidad de impugnación hacia el Estado y otros poderes hegemónicos; que se consiga ir corriendo los estrechos límites legales, culturales y económicos, que impiden nuestro desarrollo como proyecto. Hablamos de ir desarrollando una permanente vocación de lucha, de ir generando poder.

Ser conscientes de que nuestro empeño por ir anticipando nuevas formas contrahegemónicas de reproducción de la vida material, nos obliga a considerar al menos estos tres elementos:

  1. a) Los horizontes y transformaciones que la organización a partir de un proceso colectivo de discusión, esté dispuesta y en condiciones de avanzar;
  2. b) Los límites que tanto el marco jurídico, económico, cultural y del modelo capitalista en general, nos impone para avanzar;
  3. c) Cómo se asume el desafío de correr esos límites y fronteras. Es decir, se tiene que tener en cuenta hasta dónde avanzamos; qué límites se nos imponen para avanzar, y cómo corremos esas demarcaciones.

Finalmente, y para completar por ahora este cuadro de desafíos que como Federación hemos asumido, es importante mencionar un último elemento; que nos permite posicionarnos ante la historia y el presente.

Somos trabajadores y trabajadoras, y como tales nos sentimos herederos y herederas, continuadores y continuadoras de las luchas que por siglos han librado otros hombres y mujeres por construir condiciones dignas de vida. Por todas y todos que levantaron sus cadenas para librarse de la condición de esclavitud; por quienes levantaron el Mutualismo para enfrentar las precarias condiciones de subsistencia ante un Estado que no los consideraba. Nos concebimos continuadores de las luchas heroicas del Movimiento Obrero del siglo xx; de aquellos y aquellas que frente al avance fascista en el gobierno de la Unidad Popular, tomaron el control de sus fábricas y las pusieron a producir para la revolución, y las organizaron en torno a los Cordones Industriales.

También fuimos algunas y algunos, los más viejos y viejas, quienes formaron parte de ese movimiento popular contra la dictadura. Estuvimos junto al movimiento estudiantil el 2011 exigiendo que la educación vuelva a ser un derecho garantizado para todos y todas; solidarizamos con la reivindicación histórica del Pueblo Mapuche, y así nos consideramos parte de otras tantas luchas y formas de resistencia ante esta realidad aplastante que nos impone este sistema.

Somos trabajadores y trabajadoras, somos pueblo que seguimos esa larga tradición de lucha; de enfrentar la injusticia, la precarización, la exclusión y la invisibilización. Somos hombres y mujeres que recogemos nuestra historia, y la continuamos bajo estas actuales condiciones de desarrollo capitalista. Sabemos que venimos de una profunda derrota, quizá la más grande que haya vivido el movimiento popular en nuestro país. Por esto mismo asumimos este compromiso, recogiendo todo este legado, con sus aciertos y también sus errores.

Hoy TRASOL quiere construir conjunto a otros actores, con aquellos y aquellas que hoy defienden los recursos naturales en sus comunidades; con aquellas organizaciones que desarrollan en sus territorios distintas formas de autogestión, con las trabajadoras y trabajadores excluidos que diariamente deben tirar un paño en la calle para  llevar algo de comer a sus familias; con todas esas organizaciones que enfrentan la violencia patriarcal. Las condiciones adversas para desarrollar experiencias contrahegemónicas no nos  permiten aislarnos, es preciso generar un amplio arco de solidaridad y trabajo mancomunado con todos aquellos sectores, organizaciones y territorios que pese a la aplastante hegemonía capitalista siguen levantando las banderas de la justicia, la solidaridad y la dignidad de un pueblo que día a día comienza a reclamarla con más fuerza.

 

 

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