23 de marzo 2019

Desvaríos de la lengua para conocernos

Para hablar y para comer usamos órganos y partes similares de nuestro cuerpo. Ese mismo aparato fonador que regurgita palabras es el que emite significados mientras deglute el alimento desde la boca a la faringe.

Hablar y comer, dos acciones esenciales para la vida.

Nos enseñan que la función vital y primaria del aparato fonador no es la comunicación, sino la alimentación. Pero la humanidad sin lenguaje no es humanidad. Aunque la humanidad actual tiene mucho de inhumana. Probablemente, y a propósito de la palabra, incurra en la indulgencia aquella acepción del diccionario que refiere a lo humano como si fuese de una naturaleza sensible, benigna y afable; compasiva de las desgracias de otras personas.

Si comer y hablar son dos actividades sociales cotidianas que expresan identidades diversas, observar sus trastornos podría parecerse a mirar la enfermedad que atraviesa toda práctica social inherente a lo humano.

Bajo una taxonomía lingüística, los trastornos del lenguaje se clasifican según los niveles de la lengua, desde el fonético al pragmático-discursivo. Nos hallaremos con aquellos trastornos morfológicos, dícese de aquellos de orden lógico gramatical. O de aquella dimensión discursiva, donde el lenguaje ocurre en una situación discursiva determinada, con interlocutores específicos, y de ello depende el supuesto éxito de la comunicación.

– Trastornos del habla y de la escritura: afasiadisfasiadislaliadislexia-

En los trastornos alimenticios media el mismo aparato fonador de la lengua, que produce aquel lenguaje que es actividad social;  moldeado por las sociedades pero que a su vez  permea y transforma las mismas prácticas sociales.

También hallaremos diferentes órdenes de males. Los que provienen, por ejemplo, de problemas sicológicos de autoestima, como la bulimia y la anorexia. Pero también existen otras causas, como los trastornos de rumiación, regurgitación continua de los alimentos que puede derivar incluso en la desnutrición.

También se encuentra clasificado el trastorno por evitación de la ingesta de alimentos, que consiste en un pleno desinterés en comer, no por el temor de aumentar de peso sino una suerte de desidia que puede llevarte a la muerte. Dicho sea de paso, sin querer entrar en detalles, el desenlace de lo que ocurre entre la boca y el estómago es semejante al desenlace de lo que ocurre a nivel mundial.

El poder purgante de la palabra se puede asemejar a la purga del bulímico, que en su ilusión cree que logra vaciar su angustia.

Las limitaciones del lenguaje hablado o escrito, aquel lenguaje que enflaquece hasta casi desaparecer, se puede asimilar a la evitación de ingesta por desinterés.

Finalmente entre la lengua y la tráquea, recorriendo sus rugosidades, podremos siempre detenernos a pensar en lo constituyente de lo humano. Así también sucederá con la respiración: el lenguaje hablado y la esencial función respiratoria habitan el mismo hogar; recorren los mismos pasillos.

Vamos a mirar nuestros desórdenes alimenticios, respiratorios y lingüísticos

-estableciendo asociaciones y disociaciones libres-

-metaforizando-

A ver si así nos conocemos mejor

 

Licenciada y Máster en Literatura y Lengua hispanoamericana, la escritura es uno de los pocos lugares en los que desenvuelve con algo de confianza. En su trayectoria laboral ha escrito, indagado, enseñado, aprendido, producido y editado. Tiene una hija, un reino, unas plantas, dos animitas y más de dos muertos.

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