07 de noviembre 2013

«El Estadio»: instalación del terrorismo de Estado en Chile

 Una escena: Samuel Riquelme Cruz “comunista y subdirector de Investigaciones del compañero Allende” (con sus ojos vendados, sin poder ver nada), en manos de la Fuerza Aérea, después de haber sido torturado por funcionarios de Carabineros:

“Comenzaron de inmediato. Sentí  dolores violentos por muchas partes, provenientes de las patadas, los puñetazos, los culatazos.

“Pero no era ese el lugar, porque me sacaron de ahí y me llevaron a otro lado. ‘Camina, camina rápido’. Ahora va a empezar pienso. ‘Camina rápido, más rápido’. Sentí un golpe terrible en las narices. Me había estrellado con una muralla. ‘Te estoy diciendo, huevón, que doblís a la derecha’. En cierto momento me dijeron: ‘Sube nueve peldaños. Esta es una escala’. Subí. ‘Baja seis’. Bajé. ‘Camina un poco… Camina derecho… Sube cinco peldaños… Sigue caminando derecho’.

“Cada orden era un sufrimiento, porque iba acompañada por el puñetazo en el oído, un culatazo en la espalda o algo peor. De pronto uno de los militares saltaba unos escalones y se ponía delante de mí.

“‘¿Cómo te llamas?’

“Abría la boca para contestar y venía automáticamente un puñetazo en el estómago. Se me ponía el mundo al revés. Uno siempre tendía a endurecer el estómago cuando adivinaba que podía venir un golpe por ese lado. Eso amortiguaba el dolor. Cuando a uno le preguntaban algo y se disponía a contestar, aflojaba los músculos, naturalmente. Ellos aprovechaban el momento para introducir el golpe. Me están ablandando, pensaba yo, ablandando para pasar a otra cosa”.

 El libro El Estadio (Once de septiembre en el país del edén), del periodista y escritor Sergio Villegas, fue publicado por primera vez en Buenos Aires, en el mes de marzo de 1974. Las palabras preliminares del autor a la primera edición están fechadas en enero de ese mismo año. Este es el primer libro que se editó sobre el golpe de Estado chileno y está circunscrito, en lo medular, a eventos ocurridos el primer mes posterior al once de septiembre del setenta y tres.

El Estadio presenta los testimonios de al menos unos cuarenta sobrevivientes que lograron escapar de la muerte o de la desaparición, pero no de la tortura. Los relatos permiten reconstruir el golpe cívico militar perpetrado en contra del gobierno de la Unidad Popular, de sus militantes, de los trabajadores, de los profesionales de izquierda, de los artistas comprometidos, de los estudiantes, en contra del pueblo de Chile para “exterminar el cáncer marxista”.

Una de las virtudes de este libro es que el periodista Sergio Villegas se abocó a la labor de registrar estas voces, de personeros conocidos o de compañeros anónimos, retratando la llegada del terror a nuestro país. Lo más probable es que escuchó estos desgarradores testimonios, en medio del silencio impuesto, con el tono íntimo y personal de muchas voces desahogando las atrocidades sufridas. Son relatos recientes de los tormentos padecidos; uno pareciera escuchar el primer desahogo de personas que regresan del horror, del sufrimiento, del infierno, de la tortura atroz. No es algo que se cuente desde la memoria elaborada con los años. Es el grito recién salido de los campos de concentración: del estadio Nacional, del estadio Chile, de la Academia de Guerra Aérea, de los buques de la Armada, de las comisarias.

Los testimonios permiten hacerse una idea de lo que sucedió en varios lugares: en la Universidad Técnica del Estado, en algunos hospitales públicos, en los puertos de San Antonio y Valparaíso, en localidades como La Calera, en poblaciones como Quinta Bella, en el palacio de La Moneda, entre otros, dando cuenta de lo que estaba ocurriendo en todo el territorio del país.

En especial, se logra reconstruir, ya en ese momento, el cruel asesinato de Víctor Jara. Pero por sobre eso, que ya es valioso y significativo, me parece escuchar los quejidos, los murmullos, los gritos de los miles de detenidos desaparecidos. Estos sobrevivientes pudieron haber corrido esa maldita suerte, y los desaparecidos probablemente sufrieron la misma crueldad.

Hay aquí una primera imagen de lo que se venía a instalar en el país. Se comienza a ver el accionar de los oficiales, de los civiles fascistas, de los patrones, y tras ellos, como el emisor de órdenes perentorias e indiscutibles, el odio y el sadismo de un general de lentes oscuros. Tras cada narración se comienza a dibujar el retrato hablado del odio de los criminales en plena faena de tortura. En la lectura, podemos ver la instalación del terrorismo de Estado, en sus primeras crueldades que luego, lo sabemos, fueron perfeccionadas. Los testimonios son voces sinceras, ingenuas, a veces, sin un atisbo de rencor. Logran hacer sentir la terrible historia de un golpe que, mediante la tortura, se fue haciendo dictadura, y que luego, naturalizada, devino en modo de vida, modelo económico, sistema político.

Hay por parte del escritor y periodista Sergio Villegas un notable trabajo al dar un eficaz ordenamiento a los relatos dispersos y diversos, además de una apropiada labor con la palabra escrita para lograr una narración conmovedora y angustiante.

Este libro, por otra parte, viene a poner en cuestión la decisión del Estado de Chile, de ocultar durante cincuenta años, para proteger a los culpables, los resultados de la comisión Valech, que en su primer informe determinó, en 2004, una cifra superior a las 27 mil personas y que, en 2011, agrega 32 mil nuevos casos de personas torturadas.

También permite el libro poner en el justo lugar a los criminales encerrados en el penal de Punta Peuco. Son los criminales que hicieron el “trabajo sucio” y que se están beneficiando de los privilegios de bienestar, los mismos privilegios de bienestar que disfrutan los que hicieron el “trabajo lucrativo”.

En entrevista concedida por la periodista Ana María Cabrolier, esposa de Sergio Villegas, a Mario Casasús para Rebelión/Clarín de Chile, y publicada 29-09-2012 en el sitio www.rebelion.org, podemos conocer algunos detalles sobre la gestación de este libro:

Sergio Villegas tenías sus entrevistas grabadas. Comenzó a escribir el reportaje del funeral “cuando se enteró que Neruda fue internado en la Clínica Santa María, tomó notas y trabajó de prisa durante el funeral y mientras estuvo asilado en la Embajada de la República Democrática Alemana (RDA) entre septiembre y noviembre de 1973; sé que conversó con colegas periodistas y con algunos amigos de Neruda. ‘Funeral Vigilado’ (LOM ediciones, 2003) era un capítulo del libro El Estadio. 11 de septiembre en el país del edén (1974)”.

Luego agrega: “Los apuntes del libro El Estadio y del reportaje ‘Funeral Vigilado’ se perdieron, mi esposo terminó ambos trabajos antes de partir al exilio, cuando llegó al aeropuerto iba sin equipaje, imagino que los cuadernos de Sergio salieron en la valija diplomática de la República Democrática Alemana, porque los militares chilenos vigilaron el embarque de los exiliados. Mi marido escribió su libro El Estadio. 11 de septiembre en el país del edén (1974) porque llegó mucha gente a la embajada de la RDA; El Estadio se basa en los testimonios de sobrevivientes de la tortura en el Estadio Chile y en el Estadio Nacional; a medida que fueron llegando los refugiados a la Embajada de Alemania Oriental mi marido fue extendiendo su libro”.

 

(Entre paréntesis. Un gesto que muestra la solidaridad o ternura vivida por los prisioneros en los campos de concentración es el que se refiere a la última creación de Víctor Jara: “…Víctor compuso la letra de su canción ‘Estadio Chile’. Mostraba en su cara las huellas de los golpes y torturas de los días anteriores, tenía casi todo el lado izquierdo amoratado, los labios hinchados, las manos laceradas, pero volvió a asomarse en sus ojos esa chispa tan comunicativa, el fulgor que le era tan propio cuando cantaba o componía. La escribió y se la entregó, aparentemente inconclusa, a Boris N., uno de los del grupo. Este compañero la guardó, la llevó después al estadio Nacional, donde hicimos varias copias para asegurarnos que no se perdería. Él conservó el original, escrito de puño y letra de Víctor, y tres semanas después, cuando fue interrogado por oficiales de la FACH, le encontraron el papel escondido en un calcetín. Lo golpearon mucho por esto y lo mandaron a Chacabuco, donde todavía está preso…”).

 

* La primera edición de El Estadio fue hecha por Editorial Cartago, de Buenos Aires, en marzo de 1974 y con posterioridad se publicó en una media docena de países europeos, en algunos de ellos en versiones de gran tiraje. Hubo otra edición latinoamericana, en Ecuador (Universidad Central, Editorial Universitaria, Quito 1974), y finalmente, en noviembre de 1990, apareció en Santiago (Editorial Emisión) la versión definitiva, corregida y aumentada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *