Foto: Nicolás Slachevsky

29 de enero 2017

Elegibles (Díptico de los refugiados)

por ánjel uribarri (Camilo González V.)

Nota previa, al Gran hermano que sé, lo sé, vigila estas líneas:
No se preocupe, estamos trabajando para Ud.

Un saludo cordial,

ánjel uribarri.

a

Buenaventura mía, diálogo del elector y el solicitante

Entran el ELECTOR, funcionario, y un BONAVEREÑO, presunto elegible refugiado.

ELECTOR, aparte. — Si el asunto de entrada falla, hablarle de fútbol. Enumera, nervioso: Selección Colombia, Duvan Zapata. Preguntarle de qué equipo es. Sacar un par de hitos y figuras de ahí. Hablar sobre James. Radamel Falcao. Y los jugadores morenos. El Tin. Algún brasileño, por si acaso.
BONAVEREÑO, saliendo de un silencio afrodescendiente. — Lo que es ser moreno, amigo, cuando ya no se está en la región pacífica.
ELECTOR. — O el asilo contra, dulce patria. La luna de la Costa del Pacífico. Los Mangles. Los Parques Naturales. La selva. El Mar. Las mujeres.
                        Y La opresión, cordillera de la patria.
El sol del Valle del Cauca. El dolor de partir. El miedo. Las amenazas.
BONAVEREÑO, canta. — Es el casi perder la vida / el casi perder un pie, / el que se le muera a uno un par de amigos / en medio del fuego cruzado / por ser tres corazones perdidos / un domingo de verano / por ser desfloradas flores ajadas lunas / contra el fuego y la verdad del hielo amigo.
ELECTOR. — Ser afrocolombiano. El catolicismo. El papa. Y eso de ser papá. Las hermosas costeñas. Lo flojos que somos, hermanito. Fútbol, otra vez.
BONAVEREÑO. — El Pibe, Fredy, los 5 a Argentina, parcero. Ese domingo hace diez años en que jugábamos dominó. Ese domingo a la vuelta de la esquina en que me dicen: «Abríte, sapo, que te vas del Valle!»
ELECTOR. — Hablar sobre el América de Cali. El infierno de la segunda. Paraísos sumergidos. Volver a Primera. Sobre el Nacional. El sueño de volver a casa.
BONAVEREÑO. — Con las Niñas, los primos, el dominó el domingo, el fútbol, talvez una misa, mirá, hermanito. Llorar de alegría ante la hiel de la tierra. Reír de pena ante el recuerdo de los tiburones. Morir el domingo, escapar el lunes, compadre…
ELECTOR. — No me diga Ud. No me diga Ud…
BONAVEREÑO. — Sí, hermanito. Los des mem bra dos.
Lo hermosa que estaba mi mujer la noche anterior. René Huiguita, Fredy Rincón y el Pibe Valderrama.
ELECTOR. — Vuelta al Valle.
BONAVEREÑO. — Pero no me devuelva Ud., por favor.
ELECTOR. — La opresión o el asilo contra. Contra la opresión, el asilo.
BONAVEREÑO. — Las piernas de las panteras, te internás en el follaje, viniendo vos de las olas… Lo que son esas piernas, esos labios, las tetas, esas acciones de gracias.
ELECTOR. — El choque de los unos y los otros. Daño colateral.
BONAVEREÑO. — Mi suegra, mi cuñado, mis hijas. El nombre de ese, el nombre de ese… Ese de cuyo nombre no quiero acordarme! Ya me explico. No sos vos ni soy yo. Es la luna, el sol podrido del Valle. Son los limones que se suceden en el Cielo del Valle. Las flores que se deshojan una tras otra en el suelo del Valle. Me fui de un lado a otro.
ELECTOR. — Huyó, huyó, y yo aquí, sentado, escribiendo versos y cartas de amor. Dibujando esqueletos y tortuosas delicias a los ojos. Disfrutando del ligero aire de corrupción que, Ud. no lo entiende, pero que, en verdad le digo, es mi Patria, Chile. Nos guste o no. No lo cree? Si somos iguales. Si esto es el imperio de Bello. Hablamos castellano, vio? Nos calientan los culos. Ud. baila mejor que yo. Juega al fútbol y corre más que yo. (Yo no corro, ve?) Juega al fútbol y corre, salta, baila y canta tánto más que yo. Tánto. O el asilo o el dolor o la opresión contra todo.
BONAVEREÑO. — O mantenerse firme rezando a la luna, el sol, el suelo, el cielo, las mujeres costeñas. El Valle…

b

Canción paisa

Si aún eso fallara, pongámonos en un caso antioqueño: dioses, ángeles, santos, profetas y reyes… dioses de ébano desfazados.
Si aún eso: oh luna de sangre oh la luna contra la sangre… oh luna de pasado mediodía…
dioses de ébano, disfrazados. Los peanes. Las manzanas doradas… Tu piel de uvas, tu pelo de mangle… tu piel al tiempo de las uvas…   … Los tiburones de tu boca. Los tirabuzones.
Y el gracias al Señor que, cuando en Medalla, cuando en Metralla, el fuego no me quemó.
No. Y corrido como me viera hasta Envigado, Señor mío. «Me entendés, parce? Salí de acá, mal – pa – riii – do. Te abrís o te paso por plomo, mal – par – iii – do» …
La luna, esta vez de Antioquia / esta vez, escondiéndose tras de los cerros de ceniza / metiéndose entre los cadáveres / sí, ella todo lo ve / Esta vez de Antioquia, esta vez tirando líneas desde la nariz a la tierra / tu luz, oh luna / luna del malparido infierno de los asilados / cielo de los refugiados / la nota puesta en el aire / la bala pasada en si bemol //
«Sí, sí, mi amol», te dicen las cos te ñas / vos sabés de esas morenas? / Sí o qué, par – ce – ro?//
Las destripadas ovejas / de la descampada de Antioquia, / la hora descamada de Antioquia, / la hora encamada de las paisas, / las suaves poesías, las decapadas lunas de Antioquia //
La salsa, el choque, / la música de bandoneón de los malparidos aviones / que se estrellan en la campa paisa. / La garganta desgañitada del gañán, la garganta abierta por la mitad. //
Cae un avión del oh cielo de los asilados. Llora plomo, fuego, plata, el cielo de los asilados. Llorame un tango y bailame otro tánto, nube de los refugiados! //
Gar – del / Gar – de – él, garganta, oh garganta de él! //
Deseo de ser paisa. / Deseo de volar por los aires / Deseo de ser uno, tú y yo / Sueño de extender mi mano / por el cielo despejado / Sueño de no pensar más / mientras me empolvo la nariz / y me baila algo mi dama / Solos tú y yo / como una sola, suave, / grande y suave nube, / cruzando el cielo desprendido de Medalla … ///
Las ovejas, suaves ovejas, / negras ovejas en tu cabeza. / Negras ovejas que saltan en mi sueño, / de mis ojos a mis orejas. // Negras ovejas que saltan / como versos de mi oreja a tu boca / que se pervierte, se abre / y se invierte / hasta dejar que el plomo entre. // Salta la lengua / de mi hoja a la tuya / en forma de letras. // Las montañas, las bicicletas de Escobar / el polvo y la luna / la sangre y la luna / el miedo y el sol. // El sol asilado, la nube de los refugiados. / El hoy que se me pasó ayer / que destripé, que des mem bré como a una rata. // Las ratas avecinadas tan cerca / tan cerca de mi alma. // Los alrededores del cielo / el puro, dulce infierno ///
Para que seas tú, dulce patria, / asilo de los libres y endemoniados. // Para que seas tú, tierna hermana, / tierra de santos, hogar de acabados.

scl, enero de 2017

Camilo González Villanueva (Santiago, 1987) es licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales y Literatura Hispánica por la Universidad de Chile. Ha publicado poemas en revistas electrónicas.

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