20 de mayo 2011

Imágenes devueltas

Contra una ecología de las imágenes

En la conclusión de Ante el dolor de los demás (2003), Susan Sontag contradice la idea y propuesta central de ese libro canónico titulado Sobre la fotografía. Esta era: “promover una ecología de las imágenes pues después de una exposición reiterada de un acontecimiento, el suceso se vuelve menos real. De igual modo que las fotos generan simpatía, también la debilitan. ¿Es cierto? Lo creía cuando lo escribí. Ya no estoy tan segura”, escribe Sontag.

¿Qué sucedió entre el año en que se publicó Sobre la fotografía (1977) y el 2003 para que Sontag hiciera este gesto intelectual tan genuino contra sus propias ideas? La sistematización de la violencia, sobre todo en Latinoamérica, los países orientales y África, pero también la sistematización de las imágenes como un medio de configuración de realidad, como sucedió desde La Guerra del Golfo en adelante. Estados Unidos no volvería a cometer el error de Vietnam. Pero además, a nivel intelectual, la sistematización de ciertos pensamientos un tanto frívolos sobre lo que ciertos teóricos franceses –tan queridos por un sector de la academia chilena– llamaron hiperrealidad. El cambio de eje en el pensamiento de Sontag parece ser una respuesta a estas propuestas que, de algún modo, proponen el fin de la experiencia a sujetos que han experimentado sucesos tan limítrofes como una guerra, ya sea en el papel de testigos o de damnificados.

Exposición

Me distraía en estas ideas frívolas al momento de visitar por primera vez, y sin mucha expectativa, la exposición de Koen Wessing en el Centro Cultural Gabriela Mistral pues, sin duda, las fotografías colgadas en murallas se convierten en arte, y la visita a una galería es siempre un paseo, una ruta prefigurada por un curador en la cual el arte se comenta. También, a veces, ese arte nos conmueve o genera compasión. Pero la compasión es una emoción inestable, si una acción no la acompaña se debilita. La exhibición de estas fotos nos convierte en espectadores también.

La exposición de las fotografías de Wessing era de primer nivel. La primera ruta superior exhibía imágenes captadas en Nicaragua y El Salvador entre 1978 y 1980. Entre ellas, resaltaban, para mí, dos: el tiroteo militar contra un pueblo que vela al Arzobispo Romero y la fotografía que aparece en un libro de otro francés sofisticado. Ese libro, moda retro en los cenáculos críticos santiaguinos, se llama La cámara lúcida y su autor es Roland Barthes.

Con su sofisticación característica, Barthes usó una foto de Wessing para estabilizar dos conceptos clave en los estudios sobre semiótica en la fotografía. Barthes ve una fotografía donde aparecen tres militares y dos monjas, al parecer, en la ciudad de Estelí tras ser bombardeada. Barthes se focaliza en una característica que la “aventura fotográfica” –así la llama él– tiende a portar: la copresencia de dos elementos: el Studium: cuerpo informativo (uniformes, soldados, cuerpos masacrados, ojos indígenas, todos los aspectos racionales y culturales.) y el Punctum: todo elemento que perturbe al studium (algo que punza, una picadura, un corte, un pequeño agujero o sensación, algo que como lectores, nos provoca desde la fotografía y nos alude irracionalmente.)

Una vez en la parte baja de la galería, entre las imágenes de los primeros días del golpe militar, podría nombrar dos fotos de Wessing cuyas partes me han punzado. En la primera, un hombre es fotografiado por un militar cuyo cuerpo se ve de semiperfil y de espalda. Un túnel oscuro del Estadio Nacional se abre hacia la luz donde el hombre de pie, firme y con un gesto de dignidad, sostiene un número de identificación suministrado por el supuesto Ejército de Chile. Su ropa pobre está ordenada dentro de lo posible, el botón del cuello abrochado enternece, como enternece la pobreza cuando ya no se la mira desde dentro, su vestón arrugado y abrochado, la división de su mirada en dos perfiles: el que gana la cámara de Wessing, serio, concentrado; y el anverso, donde una ceja se alza breve, sutilmente, el mismo gesto que no puede ocultarse en la mano derecha que, casi sin querer, tiende a cubrir su sexo ya tapado en un movimiento de indecisión o miedo apenas perceptible mediante algo que no es necesariamente la cámara de Wessing.

Otra foto impresionante es aquella donde un hombre camina por una calle del centro de Santiago. A la derecha y al fondo, hombres con frío y cansancio borran murales, mensajes que parecen venir desde un pasado remoto que es más bien reciente. A la izquierda y en primer plano, tres militares no parecen notar que se les fotografía. Los negocios están cerrados, la luz cae opaca como a inicios de primavera en esta ciudad. El letrero de una notaria y una ferretería que suponemos cerradas, la fantasmagoría de un ambiente que parece renacer en ciertas fechas en Santiago.  Pero volvamos al hombre que camina. Volvamos a su gesto de paseante, de manos en los bolsillos mientras de refilón ve a los encargados de borrar el mural, los mismos vigilados por los militares a la izquierda del cuadro. Es una foto de la que no parecemos haber salido hasta el día de hoy.

Inevitablemente, con ese mismo gesto me paseé por la exposición de Koen Wessing en la galería del Centro Cultural Gabriela Mistral que, en otro tiempo, albergó a las cabezas de la Junta Militar, las mismas que también fuera fotografiadas por Wessing frente a un grupo de periodistas que se inclinaban y se ponían de rodillas para lograr un buen contrapicado, esa inclinación tan útil para magnificar una figura. Para que exista un Centro Cultural Gabriela Mistral es necesario un olvido poderoso. Hacer la paz es olvidar. La memoria debe ser defectuosa para la paz. ¿Qué sucede cuando el horror parece haber abandonado el lugar que fotografió?, se pregunta Susan Sontag en Ante el dolor de los demás.

Imágenes devueltas

Lo peligroso no sería recordar a través de las imágenes sino recordar solo las imágenes. Desde este punto de vista, si hay algo que dice una fotografía es: esto sucedió. Pero ¿qué es esto? Hace pocos días murió el último sobreviviente de la Primera Guerra Mundial y algo determinante se fue con él. Las fotografías chilenas de Wessing pueden funcionar como un primer eje para preguntarnos quiénes son esas personas, dónde están, ¿existen aún?, ¿podemos encontrarlas y preguntarles sobre su experiencia?, ¿podemos hacerlas dialogar con estas imágenes? Una fotografía  sola con el tiempo sobre sí se convierte en un elemento brumoso, pero aún así, y sobre todo en nuestra precariedad característica, se vuelven determinantes, incluso poniendo en cuestión el concepto de memoria colectiva y pensando que lo más cercano a ella es una instrucción colectiva, pues toda memoria es individual, irreproducible, y muere con cada persona.

La exposición de Wessing ya ha partido de esta ciudad, luego que desde el 09 de marzo al 30 de mayo miles de personas asistieran a esta muestra. Nos queda este bello libro publicado por LOM donde se reúnen muchas fotos de aquel Santiago –que en parte sigue siendo este Santiago– y también de El Salvador y Nicaragua. En alguna medida, el peso y la seriedad de tales fotografías perviven mejor en un libro, donde se pueden ver en privado, escribió Sontag y la frase no puede ser más adecuada al caso. La intimidad del recuerdo es un valor. Y aunque alguien pueda apelar a la inestabilidad de los libros, la figura de la quema –captada también por el ojo de Wessing– no es tan común como su cliché literario. Yo vi arder mis libros en un incendio, sin metáforas, y si bien sus tapas eran tan oscuras y difusas como su olor chamuscado, todas las páginas interiores permanecían legibles. Entre las páginas de un libro cerrado no hay oxígeno. Y esto sí puede ser una metáfora, como estas fotos también son nuestras, incluso sin un texto que nos lo indique. Aunque las haya tomado un holandés son nuestras, parte de algo íntimo que cada vez nos cuesta más reconocer.








1 comentario

  • Muy bueno e impactante las imágenes, también interesante para pensar la investigacion basada en imágenes o en aquellos paisajes culturales que están sin estar como el debate político e ideológico que muchas veces lo confinamos de nuestra memoria o, lo ponemos en resguardo en los museos de Ushuaia.
    Nosotros con la muestra itinerante: Imágenes confinadas también estamos haciendo algo parecido, visibilizar las preguntas de los descendientes de los exiliados políticos que fueron enviados a la Isla Martín García, Ushuaia, Madryn otros se fueron a Uruguay etc. en 1931 y 1934 en el 1er golpe militar que tuvo Argentina.

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