14 de noviembre 2011

Lecturas Críticas de la Modernidad Latinoamericana

En el segundo volumen del libro Clásicos latinoamericanos: para una relectura del canon, Grínor Rojo estudia con detención la obra de un conjunto de autores que él considera fundamentales por sus aportes a la producción escrita en el continente a lo largo del siglo XX.

Esta producción es leída en relación a los episodios y procesos históricos de los que forma parte y permite reconocer nuevas emergencias y articulaciones de un pensamiento latinoamericano que en sus mejores expresiones tiene un carácter profundamente anticolonial y democrático. Además de los autores seleccionados, participan del entramado textual de este libro otros pensadores e intelectuales fundamentales en la historia de la escritura latinoamericana.

Abre el libro un primer capítulo centrado en el pensamiento del uruguayo José Enrique Rodó y en particular en su texto fundamental, el Ariel. Al rescate de este clásico latinoamericano, cuya lectura y estudio debiera retomarse con mucha seriedad y “a pesar de todo” (es el título del capítulo), le sigue en el segundo capítulo la revisión de un corpus de textos del vanguardismo (modernismo) brasileño, movimiento que el autor considera como el más vital y fructífero de las vanguardias latinoamericanas y el que mayores esfuerzos despliega por cimentar una posición de independencia cultural. En el tercer capítulo del libro, Grínor Rojo muestra a Pablo Neruda como un poeta eminentemente moderno que en “Alturas de Machu Picchu” pide ayuda al pasado para construir el presente y proyectar el futuro; en el cuarto capítulo el autor estudiado es Borges y en particular su cuento “El Sur”; en el quinto se realiza un recorrido por la trayectoria de García Márquez desde sus primeros libros hasta la aparición de Cien años de soledad (en palabras de G. Rojo la mejor novela latinoamericana del siglo XX) y finalmente, en el sexto y último capítulo, el autor presenta su análisis del discurso de Julieta Kirkwood.

Esta rápida enumeración de los capítulos, nos muestra que solo algunos de los autores seleccionados son clásicos que ocupan un lugar incontrovertible en el canon hispanoamericano (Neruda, Borges y García Márquez, y con menos presencia contemporánea Rodó). En ese sentido, Grínor Rojo además de releer y recontextualizar los textos que a veces por muy conocidos no parece necesario volver a estudiar, llama la atención en su libro sobre la relevancia del vanguardismo brasileño y en general sobre la producción literaria y crítica de un país al que desde Chile todavía se estudia poco. Y además elige, para su último capítulo, a una intelectual escasamente leída y estudiada fuera del ámbito feminista, pero que, como demuestra el autor, tiene aportes fundamentales que hacer a nuestras reflexiones y proyectos orientados a la construcción de democracias plenas y al despliegue de las dimensiones más emancipatorias de la modernidad. Con esta selección, aunada a las reflexiones y el conocimiento que ofrece a lo largo de su texto, el autor demuestra que el rescate de los clásicos y la configuración de un canon no constituyen, de ninguna manera, el gesto autoritario impugnado por los detractores del canon. Muy por el contrario, el análisis que hace Grínor Rojo de los autores seleccionados, releva su potencial disruptivo, su carácter no complaciente, las iluminaciones que ofrecen tanto sobre su contexto particular de producción, cómo sobre las posibilidades de pensar y construir las culturas y sociedades latinoamericanas.

Ironía e inconformismos en la narrativa de García Márquez

Una perspectiva presente a lo largo de las distintas lecturas que se desarrollan en el libro, está orientada por la pregunta por las formas en que los autores y movimientos estudiados se vinculan con la cultura metropolitana. Además de estudiar las estrategias y propuestas que las escrituras seleccionadas despliegan frente a la cultura metropolitana, Grínor Rojo propone, con su propia práctica crítica, que en nuestra relación con la modernidad europea lo que debemos hacer es tomar de ella lo mejor en términos del potencial emancipatorio, pasándolo siempre por el cedazo de nuestra diferencia latinoamericana, adaptándolo a nuestras necesidades y particularidades históricas, sociales y culturales (se acerca así al gesto antropofágico del manifiesto de Oswald de Andrade). Es lo que hace el autor cuando recurre a teorías filosóficas, estéticas, políticas e historiográficas europeas, para aprovecharlas en sus lecturas de la escritura latinoamericana. Uno de los mejores ejemplos de este proceder y del rechazo de su autor a la construcción de un latinoamericanismo simplificador y sin profundidad teórica, lo proporciona la lectura que hace de Cien años de soledad. Sin dedicarles una atención que a su juicio no merecen, Grínor Rojo descarta por superficiales las lecturas de esta novela como un ejemplo de lo “real maravilloso” o del “realismo mágico” latinoamericano (que aunque  no sean lo mismo, para el autor resultan igualmente intrascendentes). A partir de un análisis acucioso de la trayectoria de García Márquez y de la construcción narrativa de Cien años de soledad, demuestra que la hipérbole irónica constituye uno de sus principales mecanismos retóricos. El uso de esta figura le permite al autor colombiano no solo realizar una crítica social y política liberada del reflexionismo y progresismo ingenuo de los escritores latinoamericanos anteriores, sino que lo conecta con lo mejor de la tradición novelística occidental:

“La novela moderna nace con esta fractura, y a esta fractura debemos referir nosotros el uso que ella hace de la ironía. En el trasfondo de la arquitectura del género se asocian de este modo una certeza y una insatisfacción primordiales. La certeza de que el mundo es el que es y que nada se puede hacer para mejorarlo (…), y la profunda insatisfacción que semejante muestra de conformismo engendra en las mentes y los corazones de muchos entre aquéllos que nos vemos en la eventualdiad de sufrirla (…). Don Quijote es el epítome de estos muchos, es quien cabalga en el espacio de la literatura enarbolando la bandera de los inconformistas, porque él es el que discrepa y se arriesga, es el que no se resigna a nombre nuestro” (Rojo, 297).

La propuesta narrativa de García Márquez solo puede ser debidamente comprendida, en opinión del profesor Rojo, si se reconocen sus relaciones de filiación con la narrativa satírica de Rabelais y sobre todo con la ironía más compasiva de Cervantes. Por otra parte, la cita que acabo de citar releva también la adscripción del autor a esa corriente de la cultura moderna que es crítica, anticonformista y que sigue creyendo en las posibilidades de transformación de la realidad.

Desde la literatura

El anticonformismo de Grínor Rojo no se expresa solo en relación a ideologías excluyentes y opresivas, sino que también es evidente en su impaciencia frente a una labor crítica que no se realice con acuciosidad y seriedad. Si bien es posible enmarcar su producción intelectual en el ámbito de los estudios culturales, también es menester reconocer que su formación como literato le da a sus lecturas y estudios una profundidad innegable. Es mucho lo que podemos aprender en este libro en términos de lectura crítica, pero por motivos de espacio voy a relevar solo algunos: las lecturas cercanas de poemas, manifiestos, ensayos y novelas que encontramos en él evidencian la importancia de una sólida formación literaria que permita una apropiación creativa y no dogmática de las herramientas disciplinarias necesarias para leer los textos de manera no ingenua (en el capítulo sobre Borges, Grínor Rojo ironiza con los críticos que se sienten muy sagaces por deconstruir oposiciones y reconocer niveles latentes de significación, cuya interpretación había sido ya dispuesta por su autor. Es por eso que advierte que una crítica que dice todo lo que el texto espera de ella no es una buena crítica); esta lectura cercana no es nunca un fin en sí misma, sino que apoya una interpretación que nos permite comprender las relaciones que establece un texto con su contexto de producción y los saberes y propuestas que moviliza en su enunciación y que pueden ser recuperados y resemantizados en distintas lecturas posteriores; a su vez, para comprender las relaciones del texto con su contexto, es fundamental que éste último sea estudiado seriamente. Impresiona en el libro que estamos comentado la profundidad del conocimiento del autor de la historia latinoamericana, la que le permite comprender con propiedad los procesos locales (de nivel nacional y regional) que son representados, aludidos, referenciados y también criticados en los textos analizados.

Ejemplares no mutilados de humanidad

La importancia que le da Grínor Rojo a una formación humanista sólida y a un trabajo intelectual serio y responsable, se expresa muy bien en los dos capítulos que enmarcan el libro. Pese a que en apariencia los temas y perspectivas puedan ser muy distintas (entre un Rodó que desde nuestra contemporaneidad nos puede resultar muy conservador y la producción profundamente trasgresora de Julieta Kirkwood media literalmente un siglo), lo que subyace a las propuestas de ambos pensadores, es el compromiso con un sistema educativo (Rodó) y político (Kirkwood) que permita enfrentar las tendencias deshumanizadoras del capitalismo y las dictaduras, y asegure las posibilidades de un desarrollo pleno de los individuos, que les permitan convertirse en “ejemplares no mutilados de humanidad” (Rodó) y vivir sus especificidades y diferencias en un marco de verdadera igualdad (Kirkwood). Julieta Kirkwood estaba pensando fundamentalmente en la especificidad de género, pero podríamos agregar aquí, entre otros, un derecho que puede sonar más abstracto pero cuya importancia deja más que clara la obra de Grínor Rojo. Se trata del derecho a la literatura defendido por Antonio Cándido, para quien: “No existe pueblo y no existe hombre [ni mujer, debiéramos especificar ahora] que pueda vivir sin la literatura, esto es, sin la posibilidad de entrar en contacto con alguna suerte de fabulación”.

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