09 de septiembre 2015

Ocho momentos de un militante y dirigente del FER.

Dossier Carcaj 50 años del MIR[*].


Preámbulo.

En mi caso, toda la culpa [de haber entrado al MIR] la tiene la Escuela Artística.

Yo entré a la Experimental Artística el año 65, y eso para mí significó vincularme con un sector que venía de clase media acomodada, y particularmente de gente ilustrada. Una parte importante de mis compañeros eran hijos de profesores, por ejemplo, o de médicos, ingenieros, profesionales en definitiva, y había otro porcentaje que era de hijos de obreros o de campesinos, como yo. Y la Experimental de entonces tiene ese gran mérito, que como experiencia republicana nos junta, junta a elementos de distintas capas de la sociedad en una misma escuela, en un mismo crisol. Y en ese crisol todos ganamos. Yo creo que eso fue muy interesante, los tipos que estaban más lejos de una realidad social precaria toman conciencia de esa realidad precaria, y los que estábamos más desfavorecidos desde un punto de vista material, tomamos razón de argumentación, de ciencia, de tecnología, de filosofía, de una serie de otros temas que en nuestro mundo no se tocaban. Y empezamos a parlamentar, a vincularnos con ese otro mundo sin complejo, sin barreras. Con una naturalidad tremenda.

Con esa misma naturalidad fue que yo y buena parte de los que estábamos en la Escuela en esos años comenzamos a interesarnos en política, o sea, yo no me di ni cuenta y estaba hablando de política. Entonces no es que haya habido una ruptura real, no hubo un salto, no hubo el proceso de adoptar la pose, de adscribir a. Yo sí adscribo más tarde, cuando tomo responsabilidades o tomo compromisos, pero el discurso de izquierda revolucionaria lo asumo ya antes, con una naturalidad tremenda. Y en ese sentido, diría que gran parte de la riqueza que tuvo esa experiencia, fue que nosotros no nos vinculamos con un discurso prehecho: nosotros fuimos formulando un discurso, que era convergente y muy símil del discurso que levanta la izquierda revolucionaria, y particularmente el del MIR, pero sin ser una mera repetición de este. En esa época, además, a finales de los años 60, había montones de grupúsculos, y nosotros también estábamos dialogando con esas experiencias de la época: sectores radicales del PS, el FRAP, los Espartaco, y así varios más.

Primeras noticias del MIR.

El discurso mirista en la escuela, entonces, se armó solo; la desconfianza de los partidos tradicionales estaba en el ambiente. Con todo eso, y con nuestros propios problemas como escuela (que no teníamos local en ese tiempo, funcionábamos en la calle), la alternativa de irrumpir en la cosa, directamente, fue apareciendo sola. Y claro, paralelamente se comenzó a conocer el MIR, por las acciones armadas, las corridas de cerco de los campesinos, etc. Eso empezó a llegar a nuestros oídos, un discurso distinto, que era de acción directa, de hacer las cosas, más que decirlas,hacerlas. Y ahíes que nosotros decimos “ah, esto nos interesa, con esto nos identificamos”. Hay que agregar que en esa época también se hizo famoso el Luciano Cruz. Un tipo que lo buscaban y lo buscaban porque había secuestrado al periodista Osses en Concepción. Osses había empezado a denostar al MIR, a infundir rumores y demás, ¿y ellos que hacen? Los tipos lo agarran y lo dejan botado, en pelota, en el centro de la ciudad. A mí eso, como cabro chico y todo, me pareció genial. Ahora lo veo y sé que fue una estupidez, o sea, una chiquillada, pero eso concitaba mucha simpatía en la gente, en la gente del pueblo. Que este huevón pituco, de cuello y corbata, que se da el derecho de decir lo que quiera, porque está en un diario y tiene tribuna para decir cualquier cosa, le termine tocando lo suyo. Esa es un poco la reacción espontánea. Luego, también,  los tipos que llegan y asaltan un banco con la chiva de que son un grupo del Ejército que viene a proteger el banco de un asalto; o sea, uno veía eso, y no podía dejar de sentirse identificado con esa gente, corajudos, ingeniosos. Ahí se empieza a armar un imaginario. Y luego llega un contacto y lo tomas.

En el Frente de Estudiantes Revolucionarios.

Así fue como armamos el FER en la escuela. Pero la cuestión orgánica no era de arriba hacia abajo; eran los grupos los que se constituían, se organizaban y solo después se conectaba con una directiva que comenzaba a dar orientación. Lo mismo en el campo, en las fábricas, etc.: los viejos se agrupan, y se sienten miristas, pero están solos; y funcionan, hacen trabajo, hacen rifas, juntan plata, hacen lo que entienden que tienen que hacer, hasta que después alguien los conecta. El MIR funcionaba por células que se iban reproduciendo solas, y después el Partido venía a dar la línea general. Esa es una cosa que yo creo que después en el MIR se diluyó, pero en la primera época era así, y era la misma gente la que iba haciendo la política en los frentes. La gente levantaba plataformas locales que estaban relacionadas con las reivindicaciones propias, y que finalmente no eran muy distintas de las reivindicaciones locales que podían surgir en otro lugar, porque estabas bajo las mismas condiciones generales. Era hasta artificioso tratar que el partido diera  lineamientos de lo que tenían que reivindicar las bases; las bases conocían mejor que nadie esa situación.

Hay un proceso interesante ahí, porque cuando yo me empiezo a vincular con el MIR y armamos el FER, la consigna era que nadie se declaraba mirista; es más, estaba prohíbido, sujeto a sanción. Estamos hablando de los años 69-70, un periodo en el que el MIR estaba todavía clandestino. Es en estas condiciones que llegué a ser presidente del  Centro de Alumnos de mi escuela. Me presenté sin organización; yo era abiertamente de izquierda y era conocido como tal, pero me presenté sin partido. Luego, por mi mandato de Presidente del Centro de Alumnos, llegué  a ser miembro de la dirección nacional de la Federación de Estudiantes de los liceos técnicos e industriales. Pero sin apoyo del MIR. Digo, sin mandato de la dirección. Yo asumí la vocería del FER en un congreso nacional de escuelas industriales y técnicas, y cuando es la elección de los representantes de todos los colegios a nivel nacional, yo tengo los votos suficientes para quedar en la mesa directiva. Y ese es un trabajo que lo hicimos nosotros. El partido no estaba, el partido éramos nosotros.

El trabajo que realizábamos no era solamente gremial. En nuestra época, por ejemplo, la escuela estaba en una zona de La Reina que en esa época eran puras tomas de terreno. O sea, la Villa La Reina era un proyecto impulsado por el alcalde Castillo Velasco, pero que alrededor de él se comenzaron a generar una cantidad de tomas de terreno tremendas en las cuales nosotros participábamos. Apoyando a los pobladores,entregando ayuda de todo tipo: la propaganda, las ollas comunes, etc.  Yo estaba interno pero participaba prácticamente en todo.

 

Victoria de la UP.

Cuando gana la UP hay una fuerte discusión: si se apoya o no se apoya al Chicho. Había elementos dentro del MIR que decían que por ningún motivo, que eso era reformismo, etc., el típico discurso. Y había otros que si bien concordaban en que eso era reformismo, entendían que ese era el centro político, y que ahí es donde había que jugar. Y entonces el tema de los frentes políticos se abre, ahí es donde empezamos a jugar. El MIR tuvo un crecimiento enorme en esa época, exponencial.

Burocratismo.

Pero es a la par con ese crecimiento, también, que comienza a darse una cierta dicotomía dentro de la orgánica, entre los frentes y los miembros de direcciones que, aislados de la realidad concreta de los frentes, se ponen a elaborar, a tirar políticas que muchas veces no tenían nada que ver con la realidad de los frentes. Ahí se producen desencuentros. Y producto de esos desencuentros, la gente de base muchas veces terminaba siendo sancionada por estar “políticamente equivocada”. Esa es una lógica que se instala cuando empiezan a funcionar las burocracias.  Es una realidad de la que se habla poco pero que yo creo que después fue generalizada en todos los frentes.

Ese conflicto me marcó en mi trayectoria militante. De algún modo, yo fui un pésimo militante, porque siempre que me encontraba con esa situación, yo nunca pescaba. O sea, fui muy indisciplinado, y más de una vez me mandaron en misiones de castigo por insubordinado: porque tenía “bajo nivel político”, que significaba que yo no interpretaba el asunto como ellos interpretaban el asunto. Ahora, curiosamente, en el Frente, yo seguía siendo el líder del Frente, yo seguía teniendo el mismo ascendiente y seguía ganando adeptos; seguía haciendo trabajo de base y seguía reclutando. Pero, oficialmente, yo tenía un “bajo nivel político”. Que es una cosa por la que yo hoy todavía molesto a mis amigos que me mandaban castigado, los que me “intervenían la estructura”.

Extracción social del MIR.

En todo caso, yo refuto, desde mi experiencia, un prejuicio bastante extendido respecto de las dirigencias del MIR y la composición social de sus militantes, que es que el MIR haya sido un grupo de niños burgueses. O sea, efectivamente, cuando tú tienes a alguien que apenas tiene para comer, un tipo que tiene casa en La Reina es efectivamente alguien rico. Pero cuando tú entras en la casa de ese huevón en La Reina, está todo cagado viendo cómo pagar las cuentas y cómo ganarse la plata para salvar el mes. Cierto, con costumbres refinadas y todo, pero que en mi opinión están bastante lejos de lo que son los burgueses. Porque cuando uno habla así, es que no conoce lo que en realidad son los burgueses. La mayoría de la gente que habla del MIR como niños bien es porque no tiene idea de quiénes son los niños bien, no tienen punto de comparación. Yo solo así me explico esa visión. Sí, Miguel por ejemplo era hijo de un médico, un médico de la Armada; pero si en la época el hijo de un médico era un burgués, significa que hay cantidad de burgueses que andan dando vueltas por ahí. En ese sentido, yo creo que se tiende mucho a la caricatura, y eso es jodido porque partiendo de premisas falsas, probablemente adónde vas a llegar no es a donde se debe. Lo que sí hay que decir es que era gente ilustrada, pero eso es otra cosa. Los médicos de esa época se formaban sin pagar la universidad, o sea que no había un sinónimo de dinero de por medio. Más que burgueses yo creo que se trataba de una casta, una casta de gente ilustrada.

Si con esta idea se trata de contestar la participación de esta gente, yo creo que se está en una posición delicada, porque es muy difícil que los patipelados elaboren una política revolucionaria o una política de emancipación, dada la condición material que tienen. O sea, los patipelados estamos condenados a volcar buena puerta de nuestros esfuerzos en la subsistencia. No hay más espacio para otras cosas. Pero de ahí a extrapolar que un tipo que tiene tiempo para pensar, que tiene tiempo para elaborar porque tiene mejores condiciones materiales, sea un burgués, o que represente a la clase burguesa, es distinto. Eso era, a mi gusto,parte de un argumento bajo, demagógico, que tenía la izquierda tradicional para descalificar a estos jóvenes. Entonces decían que eran unos jóvenes burgueses, y claro, pegaba bien, era creíble. Pero era un argumento de mala leche, en mi opinión.

El MIR y la UP frente al Golpe.

Yo creo que la gente que estaba en el gobierno estaba convencida de que lo estaban haciendo el descueve, que estaban haciendo las cosas como había que hacerlas y que todo iba a resultar bien mientras se cumplieran las metas de producción, se superara el tema de la escasez. O sea, la UP, y los comunistas en particular, tenían muy puesta la esperanza en que si la cosa funcionaba desde punto de vista de la producción, de la distribución, la oligarquía los iba a dejar ser. Porque ellos tenían confianza en que este era un país democrático: si la voluntad popular estaba expresada en las urnas, esta expresión se iba a respetar. Por el otro lado estábamos nosotros, que no creíamos en absoluto en esa opción, pero tampoco teníamos la fuerza ni la capacidad de hacer algo. La prueba es que vino el Golpe, y el MIR pesó menos que un paquete de cabritas. Porque además, incluso en el MIR, si bien todos sabíamos que las cosas iban para otro lado, en el fondo confiábamos en que teníamos tiempo, le creímos al Chicho en eso. Si bien no era una cosa dicha explícitamente, estaba tácitamente ahí. O sea, el Golpe para todos fue una sorpresa, incluso para nosotros. En eso nos faltó concretar. La misma formación militar que tuvimos entonces fue más bien una formación para la actitud militar, no era una formación militar propiamente tal. Era más bien un apresto, hacerse a la idea de lo militar. Pero la organización por barrio, por cuadra, es también un aspecto de lo militar; por ejemplo tener redes de comunicación, de información, de inteligencia, es parte de lo militar, y sin armas. Y eso, si bien es cierto, se trabajó, el MIR lo hizo, fue en un nivel de profundidad muy insuficiente.

El MIR ante el mito y la derrota.

En la historia las cosas son así, muy dramáticas, o te pones cuando hay que ponerse, o cagaste. De algún modo todos fuimos responsables de lo que pasó, todos, la sociedad completa, incluso los no militantes. Pero en lo que nosotros toca, el tema yo creo es no habérnosla podido; no haber vislumbrado, no haber sido lo suficientemente lúcidos para llevar a cabo esa revolución. La hicieron los burgueses.

De todas maneras, la importancia, el respeto que tiene el MIR hasta hoy en día (y no sólo de parte los pro, sino también de los contra) viene de que, yo creo, el MIR representa una gesta que no es menor. Y cuando digo gesta, me refiero a esa disposición, a esa disponibilidad para hacer las cosas de otro modo, para poner en valor una ética y una moral, y una voluntad de cambiar las cosas, que sigue vigente. Gesta que también es heredera de otras gestas que ha tenido la historia de Chile, como la gesta de los primeros patriotas. Y es en ese sentido que no deja de ser interesante, incluso gratificante, haber participado y haber mirado desde adentro de las implicancias que ese tipo de experiencias tiene. Pero es importante verlas, y también pensarlas, como eso, y no mistificarlas. O sea, esas experiencias por sí solas, en su momento, no dan cuenta de lo que van a ser, o de lo que son. Y, luego, también hay mucho más por hacer, la cosa es mucho más compleja que eso.

 

 

 

 


[*] Hace algo de un mes se celebraron 50 años de la fundación del MIR, y las tres letras que nombran esa experiencia decisiva de la izquierda chilena volvieron a rondar las memorias y los discursos, levantando el eco de un pasado aún no suturado e interpelando la imaginación política que llama por un porvenir.  Con los cuatro artículos que publicamos en este dossier especial sobre el MIR, no pretendemos dar una visión exhaustiva de lo que fue su historia ni arrojar conclusiones definitivas de su experiencia, sino, ante todo, interrogando esta experiencia, contribuir a la reflexión más general sobre la posibilidad de convergencia de la izquierda radical y la vigencia del proyecto de la emancipación social.

Los cuatro artículos acá presentes ofrecen un corte determinado sobre distintos aspectos de la historia del MIR, y están centrados principalmente en el periodo que va desde su fundación el año 65, hasta el fin de la Unidad Popular con el golpe militar del año 73, periodo que por no haber tenido la urgencia de derrocar al tirano, permite pensar lo que fue el proyecto revolucionario del MIR como tal con mayor claridad. En la entrevista en portada, la historiadora Eugenia Palieraki se refiere a su investigación sobre los primeros años del MIR (de 1965 a 1970) y la influencia que en esta etapa fundacional tuvo la impronta de tradiciones de más larga data del movimiento popular y de la izquierda chilena, tales como el trotskismo y el sindicalismo. En Ocho momentos de un dirigente y militante del FER, se disponen temáticamente los fragmentos de una entrevista y se deja hablar la voz de un militante de los años 69-73, pequeño fragmento de una de las experiencias ético-políticas más importantes de nuestra historia y donde se puede leer, como a contraluz,  la atmósfera de un periodo y las contradicciones dentro de una organización. En El MIR y los Problemas de la perspectiva revolucionaria, Juan José Rivas piensa en torno a la Declaración de Principios del MIR y la pone sobre el plano de la realidad política de los años de la UP, intentando así vislumbrar  los momentos de eficacia del discurso y sus nudos problemáticos. Siguiendo en un tono más reflexivo, L Felipe Alarcón se detiene finalmente en La palabra revolucionaria y, pensando a partir del famoso discurso de Miguel Énriquez en el teatro Caupolicán el año 73, en la voz de la revolución que resuena en la historia, no ya como un monumento discursivo sino siempre como una crítica,  temblor por el que se filtra la posibilidad de un porvenir.

 

 

Revista de arte, literatura y política.

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