25 de enero 2019

Schwob: el biógrafo de la imaginación

La recepción de la obra de Marcel Schwob (Chaville, 1867˗París, 1905) ha corrido con distinta suerte. En su corta pero prolífica vida, fue un autor leído, comentado y de gran gravitación en las letras francesas. Después de su muerte, fue casi olvidado por décadas, siendo rescatado, intermitentemente, por algunos iniciados en sus poco convencionales y a veces incómodos ensayos, artículos y relatos.

Schwob –descendiente de rabinos, eruditos, bibliotecarios, historiadores y escritores– articuló toda su obra narrativa en formas breves, a las cuales dotó de una prosa concisa, sutil y especialmente irónica, donde se combinaron, con excepcional precisión, lo erudito, su aprecio por las culturas populares y una particular capacidad para el detalle de los aspectos cotidianos y no pocas veces sórdidos. Desde esta perspectiva, no le fueron ajenos el argot de los bajos fondos, la literatura grecolatina o escritores de lengua inglesa como Edgar A. Poe y Robert Louis Stevenson.

En Latinoamérica Schwob ha contado, desde principios del siglo XX, con admiradores y traductores entusiastas, lo cual no necesariamente le ha proporcionado merecidas legiones de lectores. Sin duda, su colección de cuentos más decisiva ha sido Vidas imaginarias (1896), que influenció escritos de Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges, Juan José Arreola, J. Rodolfo Wilcock y Roberto Bolaño, entre otros. Es en este libro visionario, prodigioso y de una actualidad incuestionable, que es incluido “Clodia. Matrona impúdica”.

Clodia Pulcro, patricia romana del S. I a.C., fue el amor obsesivo, ardiente, en la vida “real” del poeta latino Catulo y la inspiración de la famosa Lesbia de sus poemas eróticos. Schwob sitúa a su personaje en suntuosos palacios y enrarecidos ambientes de los bajos fondos. Para construir esta biografía imaginada, el acto creativo se sustenta en la reescritura, oponiendo documento e imaginación al utilizar los versos catulianos y los discursos judiciales de Cicerón en los que se acusa a Clodia de seductora, borracha y envenenadora (Pro Caelio y Pro Milone). Otros libros de narrativa de Schwob son: Corazón doble (1891), El rey de la máscara de oro (1892), El libro de Monelle (1894), La cruzada de los niños (1897).

 

 

Clodia. Matrona impúdica

 

Era hija del cónsul Apio Claudio Pulcro. Apenas tuvo algunos años, se diferenció de sus hermanos y hermanas por el flagrante brillo de sus ojos. Tercia, la mayor, se casó pronto; y la más joven cedió por completo a todos sus caprichos. Apio y Cayo, sus hermanos, que ya eran mezquinos con las ranas de cuero y los carritos de nueces que les hacían, más tarde fueron especialmente ávidos de sestercios. Pero Clodio, bello y afeminado, fue compañero de sus hermanas. Clodia lo persuadía, con ardientes miradas, de vestirlo en una túnica de mangas anchas, y hacerle un peinado con un pequeño gorro de hilos de oro y cruzarle bajo el pecho un cinturón ajustable. Después ellas lo cubrían con un velo púrpura y lo conducían a pequeñas habitaciones donde se metía en la cama con las tres. Clodia fue su preferida, pero también se hizo de la virginidad de Tercia y de la menor.

Cuando Clodia tuvo dieciocho años su padre murió. Ella residió en la mansión del monte Palatino. Apio, su hermano, administraba las posesiones y Cayo se preparaba para la vida pública. Clodio, siempre delicado e imberbe, acostándose entre sus hermanas, se hacía llamar Clodia por ambas. Comenzaron a llevarlo a escondidas a los baños públicos. Les daban una moneda de cuarto de as a fornidos esclavos para que las masajearan, después les pedían que se las devolvieran. Al estar presente, Clodio era tratado como a sus hermanas. Tales fueron los placeres antes del matrimonio.

La más joven se desposó con Lúculo, que la llevó a Asia donde él le hacía la guerra a Mitrídates. Clodia tomó por marido a su primo Metelo, honesto hombre corpulento. En esos tiempos de revueltas, él tuvo una actitud conservadora, limitada. Clodia no podía soportar su rusticidad. Y soñaba con cuestiones novedosas para su querido Clodio.

César comenzaba a posesionarse de los espíritus. Clodia juzgó que hacía falta detenerlo. A través de Pomponio Ático pudo llegar hasta Cicerón, cuyo grupo social era animado y galante. En torno a ella se encontraban Licinio Calvo, el joven Curión, llamado la “chiquilla”, Sexto Calvo, su mandadero, Egnacio y sus secuaces, Catulo de Verona y Celio Rufo, que estaba enamorado de ella. Metelo, pesadamente sentado, nunca decía palabra. Allí, se hablaba de los escándalos de César y Mamurra.

Después Metelo, nombrado procónsul, se dirigió hacia la Galia Cisalpina. Clodia se quedó sola en Roma con su cuñada Mucia. Cicerón fue encantado por completo con sus grandes ojos ardientes. Creyó que podía despreciar a Terencia, su mujer, y supuso que Clodia dejaría a Metelo. Pero Terencia lo descubrió, e intimidó a su marido. Cicerón, temeroso, renunció a sus deseos. Terencia quiso mucho más, y Cicerón debió romper con Clodio.

En tanto, el hermano de Clodia estaba ocupado. Él le hacía el amor a Pompeya, mujer de César. La noche de la fiesta de Bona Dea en la casa de César, que era pretor, no debía haber más que mujeres. Pompeya ofrecía en solitario los rituales. Así como su hermana había tenido la costumbre de disfrazarlo, Clodio se vistió de una joven citarista y entró a la casa de Pompeya. Una esclava lo reconoció. La madre de Pompeya dio la alarma y el escándalo fue público. Clodio quiso defenderse y juró que había estado, durante todo ese tiempo, en la casa de Cicerón. Terencia obligó a su marido a negarlo. Cicerón testimonió en contra de Clodio.

Desde entonces Clodio estuvo perdido en el partido de los nobles. Ya su hermana venía de pasar la treintena y seguía ardiente como nunca. Ella tuvo la idea de hacer adoptar a Clodio por un plebeyo, con la finalidad de que pudiera ser tribuno del pueblo. Metelo, que había regresado, adivinó su estratagema y se burló. En el tiempo que no había tenido a Clodio entre sus brazos, ella se dejó amar por Catulo. A su marido Metelo le parecía odioso. La mujer resolvió desembarazarse de él. Un día que Metelo regresaba cansado del Senado le ofreció de beber. Cayó muerto en el atrio. De aquí en adelante, Clodia era libre. Dejó la casa de su marido y volvió rápidamente a enclaustrarse con Clodio en el monte Palatino. A su vez, su hermana se fugó de la casa de Lúculo y regresó con ellos. Juntos los tres, reemprendieron sus vidas y ejercieron el odio.

En un principio, Clodio, convertido en plebeyo, fue designado tribuno del pueblo. Pese a su gracia femenina, tenía una voz grave y mordaz. Consiguió que exiliaran a Cicerón, e hizo arrasar la casa de este ante sus ojos; y juró la ruina y la muerte de todos sus amigos. César era procónsul en la Galia y no podía ayudarlo. Sin embargo, Cicerón ganó los favores de Pompeyo y pudo retornar al siguiente año. La furia del joven tribuno fue desmedida. Atacó violentamente a Milón, amigo de Cicerón, que comenzaba a ambicionar el consulado. Protegido por la noche quiso matarlo, atacando a los esclavos que llevaban las antorchas. La popularidad de Clodio disminuía. Y se cantaban estribillos obscenos sobre Clodio y Clodia. Cicerón los denunció con violencia en un discurso: Clodia era tratada de Medea y de Clitemnestra. La rabia del hermano y la hermana estalló. Clodio quiso incendiar la casa de Milón, pero los esclavos guardianes lo asesinaron en las tinieblas.

Entonces Clodia se desesperó. Había tenido y rechazado a Catulo, luego a Celio Rufo, luego a Egnacio, cuyos amigos la habían llevado a las tabernas de los bajos fondos: pero ella solo amaba a su hermano Clodio. Por él es que había envenenado a su marido. Por él es que había atraído y seducido a las bandas de incendiarios. Cuando él murió, el objeto de su vida la dejó.

Aún era bella y fogosa. Tenía una casa de campo hacia el camino de Ostia, de jardines que colindaban con el Tíber y a Bayas. Allí se refugió. Probó distraerse, bailando lascivamente con las mujeres. Eso no fue suficiente. Clodio ocupaba sus pensamientos con toda su sexualidad desmedida. Lo veía siempre imberbe y femenino. Recordaba que él había sido, tiempo atrás, apresado por piratas de Cilicia que habían usado su tierno cuerpo. También cierta taberna le venía a la memoria, a la cual había ido con él. La puerta principal estaba tiznada de carbón; los hombres que bebían, expedían un olor penetrante y tenían los torsos velludos.

Pronto, Roma la atrajo de nuevo. En la primera amanecida, vagabundeó por esquinas y callejones. La insolencia resplandeciente de sus ojos era siempre la misma. Nada podía apagarla. Y todo lo experimentó. Incluso se empapó bajo la lluvia y se recostó sobre el lodo. Fue a las celdas de piedra en los baños públicos. También le fueron conocidos los sótanos donde los esclavos jugaban a los dados y las salas subterráneas en los que se embriagaban los cocineros y los choferes. Y esperó a los transeúntes en las calles embaldosadas.

Murió por la mañana, después de una noche sofocante, a causa de una extraña costumbre muy suya: un molinero le había pagado con un cuarto de as. Él la acechó al amanecer en una avenida para tenerla nuevamente. Y la estranguló. Después arrojó su cadáver, los grandes ojos abiertos, en el agua amarillenta del Tíber.

 

 

Imagen de portada: fresco romano

Escritor, traductor, editor, investigador. Licenciado en Historia por la U. Central de Venezuela y la U. de Chile. Magister© en Historia por la U. de Valparaíso. Ha sido incluido en las antologías: «Glosa y otros cuentos». Santiago, Alfaguara, 2016; «5° Concurso Nacional de Cuentos Teresa Hamel», SECh, 2015; De qué va el cuento. Antología del relato venezolano 2000-2012. Caracas, Alfaguara, 2013; Quince que cuentan. II Semana de la Narrativa Urbana. Caracas, FC Urbana, 2008; 21 del XXI. Antología del cuento venezolano del siglo XXI. Caracas, Ediciones B, 2007. Ha publicado los libros: Historia del corvo. Santiago, TEGE, 2018; Los últimos días de John McCormick. Valparaíso, Inubicalistas, 2018; Venezuela: tres episodios de emancipación. Caracas, UBV, 2013; La muerte y su dominio. Caracas, CNH, 2009; Pequeños infectos. Caracas, Fundarte, 2005, entre otros. Ha sido distinguido en los concursos: Fondo del Libro y la Lectura, Línea de Creación, Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio, 2018; Finalista, «Concurso de Cuentos Paula 2016»; Mención Honrosa, «5° Concurso Nacional de Cuentos Teresa Hamel», Sociedad de Escritores de Chile, 2014. Premio de Investigación Humanística y Educativa, Universidad Central de Venezuela, 2008. Premio Concurso de Investigación y Difusión de la Historia de Venezuela, Centro Nacional de Historia, 2008. Premio de Narrativa Fundarte, 2005. Residió en Caracas entre 1990 y 2016.

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