05 de marzo 2013

Un autor se prepara: Jérôme Lindon, de Jean Echenoz

En este libro del escritor francés Jean Echenoz (Jérôme Lindon, LOM, 2003) nos adentramos rápidamente en lo que el autor nos quiere dar a conocer. Quizás a manera de homenaje o de inevitable necesidad de develar un estrecho lazo de amistad (y de trabajo editorial), sin introducciones ni preámbulos, Echenoz nos cuenta su historia junto al editor Jérôme Lindon y de cómo llegó a publicar en Les Éditions de Minuit. No es una novela en sí, aunque funciona como tal. Las andanzas del escritor en primera persona y el editor Lindon van in crescendo en intensidades, incidencias, anécdotas y aseveraciones dignas de ser rescatadas e iluminadas aquí como una lámpara furiosa. Aventuras entre inédito tras inédito, work in progress e ideas para un nuevo libro. Las conversaciones de cada una de estas ideas para ser publicadas y que no muchas veces “convencen”.

Y es así como este libro pareciera ser escrito “en urgencia”, un texto aún en estado de emoción por la partida del editor en el año 2001. Queda de manifiesto esta impresión al mencionar, al final del libro, la fecha de escritura de este trabajo: 2 meses después del fallecimiento de Lindon.

Pero antes de eso, y luego de ir adentrándome en la historia que relata Echenoz y que, con total soltura, va dando socavo a los ires y venires en Les Éditions de Minuit, me fue inevitable tratar de buscar las imágenes de esta historia. Necesitaba conocer el rostro de Jérôme Lindon. Y he ahí la fotografía, la inevitable e inigualable fotografía en blanco y negro. Busco en Internet y encuentro diversas fotografías de Lindon en su despacho, así como también junto a distintos colaboradores y escritores alineados a su editorial, entre ellos, Samuel Beckett, autor que también aparece mencionado en el libro en un fugaz y tímido encuentro con el narrador.

Echenoz en este libro no solo cumple con distinguir la persona de Jérôme Lindon y el respeto enorme que sentía hacia él –sus aciertos, errores y aquella personalidad a veces incómoda– sino que también nos entrega una historia de madurez de un autor. Un mirarse a sí mismo y, de forma autobiográfica, declarar una historia real que trasciende sus significados, pues al conocer un poco estos detalles, vamos también aprendiendo al mismo tiempo que el chico tímido y aprendiz que va dando sus primeros pasos en su labor escritural.

Y Lindon: un editor de la vieja escuela, con incidencia clara en el momento histórico editorial que le toca vivir en su país y, en general, en el mundo. Un editor con un desarrollo exhaustivo y con un criterio personal e intransferible. Inevitablemente, una persona que influye en sus autores como un entrenador de fútbol en sus pupilos, que sabe de lo que habla, que da cátedra de un estilo y una forma de pasión. Se puede conocer una forma de ver el mundo, claro, y al mismo tiempo desconfiar de él.

Junto con esto, es importante destacar la vigente obra de Jean Echenoz, quien estuvo en Chile hace un par de semanas dando una conferencia. Sus novelas han ido adquiriendo notoriedad durante los últimos años y goza de un momento pleno de escritura y publicación, lo que sumado a una camada de seguidores y seguidoras que buscan y compran sus libros, lo hace ser un destacado nombre en la actual narrativa en lengua francesa y que desenvuelve sus historias cada, casi, dos años, en la actualidad.

Y me permito formular un par de preguntas: ¿Qué sería de Jean Echenoz si hubiera publicado en otra editorial y no hubiera hecho trato con Jérôme Lindon, es decir, si no lo hubiera conocido? ¿Qué desarrollo hubiera tenido en la escritura de este autor, el hecho de prescindir de trabajar con Lindon y llevar otro camino, seguramente,  distinto?

Son preguntas que, quizás, no tengan mayor importancia en la actualidad, o que jueguen, sin efervescencia, en las probabilidad  especulativa de una historia de vida. Pero en el desarrollo de un autor, de Echenoz en este caso, no solo nos permitimos admirar el trabajo obcecado y profesional que se le puede atribuir a este oficio de escribir, sino que también podemos ver cómo el toparse con un “destino soñado” y perdurar, como lo ha hecho este autor publicando sus libros en Les Éditions de Minuit, puede ser, además de un mérito, una idea de romanticismo feroz.

Y ese romanticismo permanente, llevado al terreno vital de la concreción de proyectos editoriales, será también, al mismo tiempo, una parte esencial en ese laborioso sistema de creación que permanece en esa zona dividida entre flores y alambres de púas. Esa zona literaria que debe ser descubierta. Esa obra imaginada que nos hace tomar nota de lo que ahí se refleja y al mismo tiempo poner atención.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *